Tauriel siempre había sentido una especie de cariño por la estatua que custodiaba la entrada al Bosque Negro, la misma que hoy estaba casi a punto de desaparecer por el crecimiento de enredaderas a su alrededor... La misma que hoy guardaba en su fachada una marca roja en forma de ojo.
La postura inclinada de la mujer era equiparable a la pena, al pesar que en aquel momento también cargaba Tauriel sobre sus hombros. La mirada triste, las manos encogidas sobre el corazón, como si éste fuera a romperse si menguara la fuerza del agarre. Pero ningún otro signo distintivo... ni siquiera la tiara que adornaba la frente de la estatua, podía relacionarse con Tauriel. Ahora estaba desterrada... no pertenecía a ningún lado. Su peor miedo hecho realidad. Un terror que durante años temió... y que hoy se hacía realidad. A pesar de no arrepentirse de nada de lo que pasó: haberse enamorado de Kili, tener un corazón partido y dolorido, perder todo por lo que luchó en el Taur-nu-Fuin .
Tauriel recordó haber visto un retrato de la difunta esposa del rey Thranduil. Un retrato que había sido oculto entre oscuras telas, lejos de la vista de los visitantes al lugar. Y que ella había encontrado por casualidad, cuando el elfo encargado de cuidar la biblioteca había terminado de contemplar el bello cuadro, e intentaba guardarlo de nuevo. Tauriel se había acercado demasiado, pudiendo observar cada uno de los rasgos femeninos y cuidados de la bella mujer.
Sus cabellos eran tan rubios como el sol al brillar sobre el acero élfico una mañana nublada. Tenía una mirada inocente, como el de una niña pequeña... pero algo le indicaba a Tauriel que la mujer sabía cómo luchar, cómo defender lo suyo... como morir por su hijo. Una brillante y hermosa joya colgaba del cuello de la mujer, adornando su imagen y haciéndola más etérea de lo que era. Las perlas eran puras y preciosas...
Tauriel recordó cómo el bibliotecario se había girado rápidamente, asustado y con temor a ser descubierto por su amo y rey... pero sorprendiéndose al ver a una joven de cabellos pelirrojos, que cargaba con una sola espada a su costado.
- ¿Se puede saber qué está usted haciendo aquí, señorita?
Tauriel no supo qué decir, limitándose a seguir observando con los ojos abiertos el lugar donde había estado el cuadro antes de ser guardado en el escondite secreto.
- ¿Necesita algo, comandante? -el anciano elfo intentó fingir como que la joven mujer no hubiese visto nada, alejándose del suceso hacia el el centro de la estancia. Tauriel le siguió, sintiendo cómo nacía en ella la curiosidad.
- ¿Quién era ella?
La joven notó cómo la tensión volvió a crecer en el cuerpo del anciano, que espantado enfrentó a Tauriel, escondiendo su nerviosismo en las manos. El elfo ya sabía que no valía la pena seguir intentando ocultar la verdad. Tauriel le había descubierto.
- No tema. Lo más seguro es que tanto usted como yo estuviéramos en problemas si la información sale de esta sala -dijo para tranquilizar al hombre.
Con un sonoro suspiro, el anciano elfo ocupó asiento en una mesa cercana, indicándole a Tauriel que hiciera lo mismo.
- Lindórië. Madre del príncipe Legolas y la difunta esposa del rey Thranduil.
A Tauriel no le sorprendió aquella revelación. Por más que quisiera era imposible ignorar el gran parecido entre la mujer del cuadro y su compañero en armas.
- ¿Cómo murió?
El anciano elfo volvió a suspirar, ocultando su torturado rostro entre las manos.
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Todo lo que quise (Legoriel)
FanfictionCon un corazón destrozado y un futuro incierto, Tauriel abandona el Bosque Negro para recorrer la Tierra Media sin un camino fijo, simplemente perdida en sus pensamientos y en los recuerdos de una vida que una vez tuvo. Legolas, por su parte, sigue...