Prólogo

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   En una cabaña escondida en un pequeño bosque bajo una gran luna llena que adornaba una fría noche, una pareja esperaba con ansias el nacimiento de su hijo, la habitación hecha con troncos y piedras se iluminaba por cuatro o cinco velas que estaban a punto de consumirse por completo. Se podían escuchar claramente los gemidos de la mujer durante el parto, unas cuantas lágrimas recorrían sus mejillas a causa del dolor, pero todas esas sensaciones se fueron apagando cuando sus oídos se percataron del llanto del pequeño al que había dado a luz. El marido de la mujer envolvió al niño en una sabana y se lo entregó en sus brazos, en ese momento todo dolor se había esfumado. Ella solo podía concentrarse en su hijo, su felicidad se manifestaba con su sonrisa. La atención de la mujer se centró en su marido cuando este mencionó su nombre:

      -Christina -así se llamaba ella. Una mujer con una belleza incomparable, delgada, morena, con los ojos de un color café claro y un sedoso y largo cabello castaño-, ¿cómo lo llamaremos? - Christina lo miro directamente a los ojos y soltó una pequeña sonrisa, su marido se le quedó viendo devolviéndole la sonrisa, pero aun esperando una respuesta.

      -Creo que eso ya lo habíamos hablado, Esnayfer -Ese era su nombre, un hombre alto y moreno, con ojos verdes y corto cabello negro -. Se llamará Claude Vermillion. El hijo de Christina Obregon, el ángel y Esnayfer Vermillion, el Dios del Fuego.

   La existencia del espacio y el tiempo se conforma por tres mundos, Mortalis Terra donde habitan los humanos, Inferos donde habitan los demonios y Caelum donde habitan los ángeles y seres celestiales, pero antes conformaban uno solo, Magna Mundus. Dividido por una devastadora guerra que casi erradica toda vida que existía. El origen de tan devastadora tragedia fue el nacimiento de un híbrido, o como lo llamaron aquellos que los identificaban como amenaza, Nephilims; resultado de la unión de las tres razas. Poco a poco se estaba dando origen a una cuarta raza producto del amor que yacía en los corazones mortales. Pero no todos estaban de acuerdo con esa decisión. Antes de que los humanos, ángeles o demonios existieran, doce seres eran los únicos que gobernaban el espacio y el tiempo, seres inmortales y de un poder extremadamente grande, se dice que todo aquello que representa el espacio y el tiempo es la mismísima existencia de estos eres. Uno de ellos tenía un poder muy superior al de sus semejantes y este, tomando ventaja de su superioridad, tomó la decisión de crear Magna Mundus, para luego crear a los llamados mortales que poblarían ese gran mundo que él había creado. Luego del nacimiento de las tres razas estos seres fueron reconocidos por sus inferiores como los Dioses. Los ojos vigilantes de los Dioses observaban como sus inferiores ejecutaban un acto del cual ellos no habían dado permiso, considerándolo un acto de traición y deshonra los Dioses bajaron desde lo alto del cielo con la intención de castigar a cada ángel, demonio y humano que los desobedecieron. Y que mayor tortura que darle caza a cada Nephilim que había nacido. Los mortales no se quedarían de brazos cruzados observando como aniquilaban a sus hijos, armados con una gran ira y valor se alzaron en contra de los Dioses aun así sabiendo que era una guerra imposible de ganar. Durante muchos años la tierra se manchó de rojo y los cuerpos de aquellos valientes mortales reposaban sin vida en el suelo que una vez sostuvo sus erguidos cuerpos, los ideales de aquellos hombres y mujeres se apagaban y olvidaban poco a poco con el tiempo.

   La guerra duro unos eternos doscientos años, la esperanza se había ido para todo mortal y la rendición era la única salida para escapar de la extinción, pero no todos agacharon sus cabezas ante los Dioses, la ira siempre se quedaría en sus corazones. El número de Nephilim pasó de ser millones a un cero absoluto. Como segundo castigo los Dioses obligaron a las tres razas vivir asiladas unas de las otras separando así Magna Mundus en los tres mundos que hoy existen.

   Luego de unos quinientos mil años los Nephilim no eran más que unos leves recuerdos, el único mundo en el cual aún vivían ángeles o humanos fue Inferos, estos lograron ocultarse del ojo tirano que poseían los Dioses. La gran guerra quedó en la memoria de muchos, hasta en los que no habían participado en ella. Los recuerdos de lo que una vez fueron los Nephilim paso de ser más que un recuerdo al deseo de muchos... Y no tardo mucho para que ese deseo de convirtiera en realidad. El niño que había nacido esa noche adornada con luna llena era uno de esos grandes deseos.

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