27 de marzo de 2014, una fecha que quedó grabada en mi mente para siempre, clavando violentamente sus cimientos en mis recuerdos para eternamente castigarme. Recuerdo perfectamente ese día, y como no hacerlo... Fue el día en el que lo perdí todo, el día en el que el ser que más adoraba en la vida se me fue arrebatado. Christina Obregon, mi madre. Habían pasado ocho años desde aquel momento cuando me despedía de ella frente su tumba y aún sigue siendo tan doloroso como aquella vez. Muchas cosas cambiaron en mí, pocas veces mostraba una sonrisa. Había perdido en el interés en muchas cosas, al parecer en ese entonces fui negado a recobrar mis sentimientos, me había convertido en un ser vacío. Para mí era imposible mostrar emociones. Era como una estaca que se clavaba lentamente en mi corazón. Sabía que debía salvarme de ese tormento o de lo contrario muy pronto acabaría con mi propia vida. Pero tratar de ser el mismo era algo totalmente imposible. Un joven con ojos amarillos al que señalaban indiscriminadamente, ofendían, rechazaban y constantemente lo comparaban con el nihilismo. Un monstruo sin corazón. Cosas como esas solo me hicieron sentir miedo hacia el mundo.
La única persona con la que podía contar era Ricardo, ese hombre me había cuidado sin reproches desde la muerte de mi madre. Estaban tan agradecido que era la única persona a la que trataba con respeto o era capaz de mostrarle una sonrisa. No solo por haberme cuidado por todos esos años, él siempre estuvo ahí para mi madre. Ricardo fue la única persona que nos trató con amor. Poco tiempo después del fatídico acontecimiento estuvimos algo distanciados, mejor dicho, me distancie de él. Me aislé rotundamente de todo, no quería comer, salir, ver televisión, escuchar música, absolutamente nada. Pasaba horas encerrado en mi habitación hiriéndome al recordar todos aquellos momentos que pase con mi madre. Solo salía de casa cuando debía ir a clases o iba al cementerio, todo el tiempo visitaba a mi madre, no había día que no lo hiciera. Le contaba lo que había hecho en el día y cualquier otra estupidez que se me ocurriese. Todo con el propósito de sentir que estaba junto a ella.
Trataba adaptarme socialmente, hacer amigos era algo tan difícil para mí y mucho más cuando lo único que obtenía era el rechazo de las personas. Constantemente me involucraba en muchas peleas con imbéciles que se burlaban de mí, las principales burlas eran por mis ojos. A veces me hacía esa pregunta, ¿qué humano tendría los ojos amarillos? Me llamaban fenómeno y me ponían estúpidos sobrenombres. Michael era uno de mis compañeros de clase, uno de mis grandes dolores de cabeza, vivíamos en la misma cuadra, todos los días tenía que ver su repugnante cara. Era el brabucón de la escuela y al parecer yo era su mayor objetivo, un día como cualquier otro comenzó a molestarme, los demás jóvenes a nuestro alrededor se reían de mí lo cual me hacía enojar mucho y cuando me enojaba había una voz en mi cabeza, una acreditada voz susurrante que me obligaba a convertirme en otro ser y ese día me obligó a convertirme en una bestia. Golpeé fuertemente la cara de Michael con mi codo haciéndolo caer de espalda al piso, luego me coloqué encima de él y comencé a golpearlo sin parar. Él trataba de escudarse con sus brazos, pero nada impedía que mis puños fuesen hacia su rostro. Todo se enfocaba en esa violenta escena, mis manos estaban cubiertas de sangre y sentía dolor en ellas, Michael había perdido el conocimiento, pero aun así debía seguir siendo castigado. Las caras de los demás eran traumáticas, eran como si estuvieran viendo una enfermiza escena de una película de terror, unos cuantos corrieron buscando ayuda. Unos segundos después llegaron tres docentes, dos tuvieron que sujetarme y alejarme de Michael. Había mucha sangre por el lugar, era una escena horrible, pero al verla sentía indiferencia, la rabia me hacía ajeno a la moral y la razón. Se me comunicó que sería expulsado por dos semanas y que debía cumplir trabajo comunitario. Los padres de Michael exigían que fuera juzgado ante la ley, pero Ricardo hizo todo lo posible para que eso no fuera así. En ese momento no era solo desprecio lo que inspiraba en los demás, ahora también lo era el miedo.
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Almas Inocentes
FantasiUn niño con ojos amarillos había nacido de la tragedia, separado de su padre por el odio y el miedo, dejado por su madre tras escuchar la sublime voz de la muerte. Criado en un mundo oscuro y cruel originó en su maltrecho corazón el deseo de jamás h...