El Inicio

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Ricardo: -¿Sabes? ¡Hay momentos en que es mejor decir lo que está en nuestra mente!, tragarse los pensamientos la mayoría de las veces te consume... ¡Vamos Alejandra háblame! ¿Quién es ese con el que estabas discutiendo?

- Ese, es el motivo por el que salí corriendo de casa, por el que me vine aquí... pero ya me harte de correr, de tratar de ganar ya... ya de verdad no quiero más

Ricardo: -Me puedes explicar cómo comenzó esta locura... porque desde que te conozco siento que quedé atrapado en un juego de niños del que no conozco ninguna regla





Cada vez que intento recordar cómo comenzó nuestra historia, termino regresando siempre al mismo momento, yo parada en la ventana de la casa viéndolo regresar, atravesando el jardín con mi hermano a su lado. La casa de los Lujan era hermosa siempre amé el hecho de nacer, crecer y vivir ahí, tenía dos jardines gigantes; el jardín principal, tan solo desde el portón de la casa debías caminar al menos diez minutos para que los árboles te permitieran ver y llegar a la casona, yo amaba hacer eso cada vez que volvía de la escuela, camina pausadamente por todo el pasillo de árboles y cuando llegaba al final de ellos, una enorme casa amarilla, con grandes ventanales negros y dos plantas me deslumbraba (siempre lo hacía a pesar de vivir allí), habían rosas de todos colores y grandes escaleras para llegar a la puerta principal, yo por mi parte rodeaba la casa y entraba por la cocina.

Mi hermano y yo crecimos en la casa Lujan, porque mi abuela era la nana de la familia y luego nuestra madre se convirtió en la mejor amiga de Marieta Lujan, mi madrina... mi madrina era una señora elegante, con el cabello rubio, liso y siempre a los hombros, su piel era muy blanca, su rostro delgado con rasgos fuertes, ojos verdes y cejas poco pobladas, sin embargo lo que más destacaba de ella siempre eran sus impecables modales y por supuesto un corazón más grade que toda la casa y todo su dinero; mi madre se convirtió en la nana de los hijos de Marieta; Martina y Rodrigo Lujan a quienes adora y quienes aunque ciertas veces me cuesta reconocer, aman a mi madre más o igual que a Marieta. El nombre de mi madre es Rosa Andujar, llego a la casa Lujan con mi abuela Graciela a los once años y allí se quedó para siempre, tanto mi hermano Eduardo y yo nacimos en aquella casa, Eduardo y Rodrigo siempre han sido amigos, nacieron el mismo año, han estudiado juntos y crecieron juntos incluso hoy en día trabajan hombro a hombro, dirigiendo las empresas de esa familia.

Marieta costeó siempre mi educación y la de Eduardo, fuimos a los mismos colegios que los hermanos Luján y siempre se nos trató como parte de la familia, los hijos de Rosa, mi familia siempre ha sido parte "importante"  de la familia Luján, pero siempre hemos tenido claro el lugar que nos corresponde, es decir nosotros estamos para servirles, puede sonar extraño pero es así... mmm ¿cómo es que le dicen? "Juntos pero no revueltos".

Yo soy ahijada de Marieta al igual que Eduardo y mi madrina siempre nos ha tratado con cariño, amor y respeto, siempre ha buscado darnos lo mejor, pero mi madre a pesar de que nunca se le trató con desprecio, siempre nos recordaba , en la noche o cada vez que los niños Luján recibían un enorme regalo (que era al menos una vez a la semana) y nosotros no, o cada vez que a mí se me ocurría arrastrar por los cabellos (literal) a Martina por no querer compartir sus juguetes, el lugar que ocupabamos en la familia, nos decía – Nosotros formamos parte de su familia, pero no somos su familia, los queremos es cierto y ellos nos aman pero nosotros estamos aquí para servirles- odiaba que dijera eso, pero era cierto, al que nunca le afectaron esos comentarios era a Eduardo, simplemente porque él y Rodrigo eran inseparables, nacieron con una semana de diferencia y eran los mejores amigos, estudiaban juntos, jugaban juntos y siempre compartían todo. Creo que hasta las novias... decir esto me hizo sonreír y al mismo tiempo llorar... 

Ámame si puedesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora