Capítulo 4

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Desperté con el sonido del despertador. Perezosamente salí de la cama, frotándome los ojos suavemente. Subí las persianas para que la luz entrara e iluminar mi cuarto. El día se presentaba soleado, aunque entrábamos ya en la estación de otoño. Las hojas estaban ya marrones, algunas ya caídas de los árboles. Formaban un paisaje que me agradaba. Parecía que sería un buen día, tenía ese presentimiento, a pesar de lo que ocurrió anoche.

Me duché y me vestí con mi típico atuendo: vaqueros negros ajustados y una sudadera, hoy roja. Bajé a la cocina y me preparé unas tostadas para desayunar y un pequeño sándwich para el almuerzo. Limpié todo y, antes de salir de casa rumbo al instituto, me puse los auriculares y mi gorro de lana favorito.

Tranquilamente caminé hacia el edificio, quedaba a unos quince minutos caminando. Pasaba entra pequeños montones de hojas secas. De pequeño solía correr por ellos, deshaciéndolos mientras reía. Ahora ya no lo hacía, aunque no por nada especial.

Según llegaba al instituto, un buen presentimiento recorrió mi espalda. A pesar de la decepción que tuve anoche con Andrew, me había levantado animado. Eso era raro en mí, al menos en los últimos años. Llegué al edificio y me quité el gorro y los auriculares. Noté alguna mirada, pero no eran despectivas, como solían ser. Me sorprendió, aunque tampoco le di muchas vueltas al tema.

Al abrir mi taquilla, un pequeño papel con forma de sobre cayó de ella. La cogí, un poco confuso y, antes de leerla, tomé los libros que necesitaría. Según caminaba hacia el aula, y prestando atención al camino, abrí la nota. En ella, un pequeño texto escrito a mano con letra propia de un artista.

"Me he ocupado de un pequeño asunto, considéralo un pequeño obsequio por lo de anoche :) Espero que pases un buen día, Andrew"

Justo terminé de leerla al llegar a clase; una pequeña sonrisa dibujada en mi rostro. Andrew no tenía porqué pedir perdón por nada, o hacer algo. Nada de lo ocurrido era su culpa, sino del estúpido de Lean.

Ni siquiera presté atención en toda la clase, pasé toda la hora pensando en Andrew. Dibujé su cuerpo, recordando cómo lo sentí cuando estuve en su regazo. Era alto, esbelto, fuerte, se notaba que hacía deporte. Su cara tenía rasgos marcados, pero naturales. Sus manos grandes, aunque proporcionales a su cuerpo. Cuando llegué a su rostro, una pizca de tristeza se adueñó de mí: no le vi. No vi su cara, no le vi a él. Estaba seguro de cómo era físicamente, pero no sabía si realmente Andrew era así.

Negué con la cabeza, seguro que era así. Y pronto vería su rostro, estaba seguro de ello.

* * * *

Cuando sonó el timbre del recreo, volví a la taquilla, encontrándome de nuevo una nota.

"En el recreo, ve al cuarto del conserje"

Supuse que sería de Andrew, tenía la misma letra, así que iría. Dejé los libros en la taquilla y empecé mi rumbo a ese pequeño cuarto. Mientras, daba pequeños mordiscos a mi sándwich de jamón y queso. El pasillo estaba vacío, hacho que agradecía de buena manera. ¿Qué pensarían de mí si me ven entrar en el cuarto del conserje? Seguro que dirían que aún era más raro de mi parte.

Sin darme cuenta, llegué al cuartucho. En la puerta encontré una tercera nota. Decía que, al entrar, cerrara los ojos.

Lo hice. Al cerrar la puerta, unos brazos que empezaba a diferenciar me abrazaron por detrás. Sonreí al sentir el contacto con Andrew. Respiré profundo para poder recordar su aroma.

-Hola- susurró en mi oreja, despacio.

Dejé escapar un corto suspiro a la vez que sonreía de nuevo. Cerré los ojos y pegué más mi espalda a su pecho. Sentía los latidos de su corazón, nerviosos y acelerados, pero no tanto como los míos. Me giré en su abrazo para tenernos frente a frente.

-Anoche... yo... Tenía miedo y-

-Hey, e-está bien- lo corté. –No es tu culpa-

Al decirlo, Andrew apretó más su abrazo, sin llegar a hacerme daño. Me llevó despacio, tres pasos, y se sentó en alguna caja, conmigo en su regazo. Apoyó su mentón en mi hombro; hice lo mismo sobre el suyo. Poco a poco sentí como mi corazón relajaba mi pulso, al igual que Andrew; cada latido mío acompasado con uno suyo.

Se separó de mí y posó sus dedos por mi mejilla, me pegué más a su contacto. Soltó un suspiro, como si a la vez que lo hacía sonreía. Acerqué temblorosa mi mano a su rostro, quería verlo, pero sin luz, el tacto era mi vista. La pasé por su pómulo, su mandíbula, tenía la barba afeitada. Toqué su nariz, de tamaño normal. Al pasar por sus finos labios, me mordió un dedo.

-Auch- me quejé. Él soltó una carcajada. –Eso duele-

-Tonto. Mi tonto-

-Tuyo- le afirmé.

Escuché el sonido de su respiración acelerando, muy cerca de mis labios. Un pequeño roce de los suyos sobre los míos me hizo querer más. Pasó sus manos por mis mejillas hacia mi nuca y me acercó a él, para besarme. Un beso lento, tranquilo, pero necesitado.

Pasamos minutos y minutos abrazados hasta que frené el contacto. Seguro que Andrew estaba sorprendido, aunque solo iba a encender la luz para verle. Pero algo me impidió hacerlo. La mano de Andrew atrapó mi brazo para llevarme de nuevo a su regazo.

-Noup- dijo él una vez me tenía sentado de nuevo sobre sus piernas.

-¿Por qué?- pregunté quejándome. – Quiero verte-

Mi tono era triste, aunque denotaba cierto enfado. No entendía por qué no quería que le viera. Él sí me había visto, seguro. ¿Por qué yo no podía?

-Lo siento- dijo, con tono apagado. –Pronto lo sabrás, se paciente- me pidió.

Mis ojos s cristalizaron en el momento. Aún así, no dejé que una sola lágrima cayera por mi mejilla. Me giré para no encararle pero, de nuevo, me giró hacia él. Pasó su pulgar por mis ojos, limpiando las pequeñas gotas saladas que se formaban bajo mis párpados.

El sonido del timbre retumbó en mis oídos. Dejando de lado mi tristeza, me levanté, un poco brusco, y salí del cuarto sin mirar atrás. Con la manga me quité los rastros secos en mis mejillas. En ese momento me sentía frustrado, enfadado. Pero no duró mucho; la última seña de ello, fue el portazo que di tras recoger mis libros de la taquilla.


Recuerdos de un pijama rotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora