"29 de enero"

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-Adela, ¿quieres que te ayude en la cocina?-le preguntó María desde el sofá.

-No tranquila, estoy acabando.-le respondió mientras lavaba los últimos platos.

La casa de Adela era enorme. Su familia tenía dinero, y compraron varias casas como esta por toda España. María estaba sentada en el sofá con su hija, y Fermín estaba frente la chimenea en un sillón. 

-Oye Fermín, ¿cómo conociste a Adela?-le pregunto su hermana.

-Cuando nuestro padre murió, tú te fuiste con Javier a tu pueblo, pero yo vine unos días por aquí cerca a trabajar como cartero y aquí la conocí.-le respondió Fermín.

María se levantó del sillón y estiró los brazos. Se acercó a la puerta del balcón y la abrió. Salió afuera y observó el pueblo. No se escuchaba ningún ruido, solo el viento y las voces de la gente que paseaba. María pensaba que todos los pueblos de España estaban como su pueblo, pero no, en este se respiraba tranquilidad y soledad.

-Pronto tendremos que ir a la pequeña casa que nos dijo Adela.-informó Fermín.

-¿Es como esta casa?-preguntó Amaia animada.

Fermín rió.

-Algo más pequeña.-le respondió su tío.

Adela salió de la cocina con una bandeja con cuatro tazas. Repartió dos llenas de café a Fermín y María, y le dio otra llena de chocolate caliente a Amaia. Dieron las gracias y todos se sentaron en el sofá. Era un sofá cómodo, olía a limpio y era de cuero. 

-En media hora llega el carro que os llevará a vuestra nueva casa.-dijo Adela.

-Muchas gracias por todo, estamos muy agradecidos.-le respondió María poniendo su mano en la de Adela.

-Es lo mínimo que podía hacer por vosotros.-le dijo sonriente.

-Oye, ¿os habéis casado ya?-le preguntó María.

-No, la cosa está muy difícil, nos queremos casar por lo civil y en esta época... ya sabes...-le dijo su hermano.

Alguien tocó la puerta. Adela se levantó y fue a ver quien era.

-¡Anda! Ya han venido.-dijo. 

Salieron de la casa y se montaron en el carro que lo conducía un joven muchacho. Unos minutos más tarde, llegaron a una casa que se encontraba entre varios arboles. Era una casa muy lujosa, un gran salón, una cocina ancha, y varias habitaciones. 

-¡Es muy bonita!-gritó Amaia contenta.

Entraron en la casa y vieron que no hacía falta limpiar, estaba todo ordenado y limpio.

...

-¡Elizondo! ¡Dale mejor a la pala!-gritó un guardia.

Iñaki estaba agotado. Se le veía en los ojos que no había dormido en días, ni comido. Estaba mucho más delgado y le costaba mantener los ojos abiertos.

Las horas de trabajo acabaron y Iñaki volvió a su celda. Miró por el agujero y no vio a Julián, llevaba días sin aparecer. Se tumbó en el frío colchón y cerró los ojos.

Unos gritos lo despertaron. Era de noche, y Iñaki se acercó a la puerta para ver que pasaba. Vio que traían de vuelta a Julián. Se tumbó rápidamente en el colchón y se hizo el dormido. Al oír que los guardias se iban, se dirigió al agujero. Puso el ojo en él y vio que Julián intentaba tumbarse en el colchón. Tenía la cara llena de moratones y heridas.

-Julián.-le llamó.

-Duérmete...-le dijo.

-¿Qué te han hecho?-le preguntó Iñaki mientras observaba las heridas.

ALMAS EN GUERRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora