"8 de diciembre"

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Javier se encontraba metido en una celda. Hace días que no había visto el sol. No sabía si era de día o de noche, tampoco sabía que día era. Estaba sentado en una esquina. Estaba dormido, pero alguien le despertó.

-Elizondo.-dijo una voz.

Javier abrió los ojos poco a poco y miró a la puerta de la celda. Había un hombre, era un guardia. No parecía un guardia normal, era alguien superior.

-Levántate.-le ordenó aquel señor.

Javier se levantó despacio y se acercó a la puerta. El hombre estaba acompañado por dos guardias, uno, sacó unas llaves del bolsillo y abrió la puerta.

-¿A dónde vamos?-preguntó Javier asombrado.

-Ven, te quiero enseñar una cosa.-le respondió.

Levaba días sin comer y sin beber. Andaba despacio, como si estuviera herido. De repente, Javier vio la luz del sol. Aquella luz le cegó los ojos, era la primera vez en 28 días que Javier vio algo que no eran cuatro paredes.

-¿Para qué me habéis traído aquí?-preguntó Javier.

-¿Ves eso?-cuestionó el hombre señalando a una pared.

-Si, el pelotón de fusilamiento.-respondió Javier.

-Pues mañana estarás allí, de rodillas, con un rifle en la puta cabeza.-dijo el hombre.

Javier le miró a los ojos. No sabía que decir, le acababan de decir que al día siguiente lo matarían.

-¿Dónde está mi familia?-le preguntó

-Todos están muertos.-respondió orgulloso.

No se lo podía creer. No pestañeo en ningún momento.

Javier miró a la pared. De repente, aparecieron 5 guardias con 5 hombres esposados. Se pusieron de rodillas frente a la pared, apuntaron los rifles a la nuca, y dispararon. Javier miró a los cuerpos que estaban tumbados en el suelo, sin moverse, llenos de sangre. El hombre le cogió del brazo y lo llevó de nuevo a su celda.

A cientos de kilómetros, Iñaki se encontraba sentado frente a la chimenea. Su casa estaba fría y silenciosa, olía a tristeza y se notaba que había ocurrido algo. Se levantó del sillón y se dirigió al cuarto de su madre. Entró a la habitación y encontró a su madre mirando por la ventana. 

-Mamá, desde que se llevaron a papá no has salido de tu cuarto.-dijo.

-¿Para qué? ¿Para ir al salón, sentarme en el sofá y llorar?-preguntó mientras se secaba una lagrima de la mejilla.

-Tranquila, volverá.-intentó tranquilizarla.

-No Iñaki, no volverá. Han matado a mi hijo y harán lo mismo con mi marido.-dijo llorando.

Iñaki se acercó a su madre y los dos quedaron mirando por la ventana. Era un día frío, lleno de nubes, y corría un viento cálido.

-Baja conmigo a tomar un caldo.-pidió Iñaki a su madre.

-¿Un caldo? ¿De donde lo has sacado?-preguntó asombrada María.

-Le robé hace varios días al vecino.-respondió.

-Iñaki... recuerda lo que te pasó con Aguado...-le dijo.

-Mamá, no tenía otra elección...-dijo-venga, vamos.

Los dos salieron de la habitación y entraron en la cocina. Era una cocina bastante grande, con muebles de madera. Se sentaron en la mesa e Iñaki le dio una taza llena de caldo. 

ALMAS EN GUERRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora