12 de abril de 2015
11:23
"¿Y ya está? ¿Todo se ha acabado?"
Dicen que sea fuerte, por él, por su memoria. Pero yo no quiero ser fuerte, ya me he cansado de soportar todo el dolor. Ya no está y no me da la gana fingir que todo va bien. No, porque nada va bien. Hoy solo tengo que escuchar palabras de aliento, compasivas, de perdón, y dibujar en mi rostro una falsa y triste sonrisa que nadie se cree. Tengo que saludar, una por una, a todas las personas que han venido a despedirle, y no son pocas. Lo único que quiero hacer es irme de aquí ya y encerrarme en mi habitación para llorar tranquila sin que nadie me mire con cara de pena.
-Mi más sentido pésame- escucho que me dicen. Ni siquiera conozco a esa mujer, a lo mejor es la madre de uno de sus amigos. Me da un abrazo con cuidado que apenas soporto y luego se marcha.
-Siento todo lo sucedido- me dice el mejor amigo de mi hermano. Le sonrío de verdad, el también lo está pasando mal y puedo ver el dolor en sus ojos. Le abrazo con fuerza sintiendo su apoyo y esperando transmitirle también el mío.
-Yo también lo siento- respondo con dificultad.
Abro los ojos y veo que una de mis primas que acaba de llegar nos mira con los ojos entrecerrados. Me separo del amigo de mi hermano y él se marcha a dar el pésame a mi padre. Mi prima se ha dado cuenta de que la he visto y, fingiendo una sonrisa triste, se acerca hasta mí. Se cree que no me he dado cuenta de cómo le ha mirado. Aprieto los dientes. ¿De verdad tiene que fijarse en cada chico que ve incluso en un funeral, en el funeral de su primo, con toda la familia delante? No me importa que no se cayeran bien, no me importa. Podría respetarle.
-Siento mucho lo que ha pasado- murmura cuando llega hasta mí con lágrimas en los ojos. No hablo con ella desde hace unos años. Me abraza también y yo finjo que agradezco su abrazo y que me ha hecho sentir mejor. No sé qué hace aquí, le habrán obligado o quizá imaginaba que estarían todos sus amigos y podría coquetear con alguno. No sé si se arrepiente de haberse llevado mal con mi hermano. Le gritaría que ya es tarde para pedir perdón, que ya no servirá de nada, pero no puedo hacerlo. Así que me callo y le dedico una sonrisa de cortesía que dudo que se haya creído-. Pasaremos unos días en tu casa, para apoyaros y ayudaros a aguantar los próximos días.
Maldigo en mi interior y le susurro un "gracias, es un detalle" que, espero, se haya creído. Se va y suspiro de alivio mientras intento contener las lágrimas que comienzan a derramarse. ¿Cuánta gente queda? ¿Por qué no dejan de entrar personas desconocidas para mí? Escucho el llanto de alguien, probablemente de mi madre, a lo lejos y murmullos tristes que se extienden por todo el lugar. Siento que una presión muy fuerte se abre paso por todo mi pecho y me deja sin respiración. Cierro las manos en puños y aprieto hasta que siento que las uñas dejan marcas en las palmas. Trago saliva, suspiro e ignoro al dolor que no deja de torturarme por dentro. El recuerdo de su rostro me viene a la cabeza una y otra vez y yo lucho por apartarlo porque, si no lo hago, me derrumbaré allí mismo y no creo poder soportar las caras de pena de tantas personas, no quiero que me miren como se mira a un cordero degollado, no quiero que piensen que todo esto me ha superado, que soy débil. Me niego.
15:47
Ya estamos en casa de nuevo. Me duele caminar por aquí, pues todo me recuerda a él. Subo las escaleras con un nudo en la garganta. Acaricio la barandilla mientras subo y me imagino a él esperando al final de las escaleras como si nada hubiera pasado, pero cuando llego hasta arriba, él no está. Se me escapa una lágrima que resbala por mi mejilla y cae al vestido negro que me he puesto para el funeral. Cruzo corriendo el pasillo y evito mirar la puerta cerrada de su dormitorio. Entro en mi habitación y me tiro en la cama. El dolor está a punto de destrozarme por dentro, pero consigo contenerlo de alguna forma. Me siento como puedo y me encojo sobre mí misma. Cierro los ojos. Hago respiraciones profundas mientras se me escapan sollozos. No puedo despedirme de él, no he podido antes y no puedo todavía. Le necesito aquí. Le necesito tanto que apenas puedo respirar. Todavía no puedo despedirme de él.
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Doce sueños
RomanceÁngela Ríos era una chica divertida y risueña hasta que la temprana muerte de su hermano mayor dio un vuelco a su vida. El divorcio de sus padres, la dificultad para superar la pérdida y los cambios que amenazaron todo lo que ella conocía no hiciero...