18 de octubre de 2016

23:53

Esta noche estoy sola en casa, mi madre se ha ido de viaje de trabajo dos días y vuelve mañana. El problema ha llegado cuando no he pensado en el viaje y he decidido ver una película de miedo.

Me encojo más sobre mí misma cuando aparece de nuevo la niña diabólica y me tapo la cabeza con la manta que me envuelve. Cuando la película acaba ni siquiera soy capaz de levantarme del sofá. No sé qué hacer, la casa está oscura y solo hay silencio; un silencio espectral que me aterra. Pensar que tengo que pasar la noche completamente sola me causa bastante terror, así que me planteo dormir en el sofá, pero tengo frío y debería ir a por una manta que, casualmente, está en el piso de arriba. Me muerdo el labio nerviosa valorando las opciones que tengo, que no son muchas.

1. Ignorar el miedo e ir a dormir a mi cama calentita.
2. Correr como una loca psicópata a por la manta y volver aterrorizada creyendo que me persiguen.
3. Quedarme tumbada en el sofá, muerta de miedo y de frío.
4. Preguntarle a alguien si se viene a pasar la noche conmigo para no estar sola en la casa.

Estoy unos dos minutos pensando la mejor opción mientras prefiero no mirar hacia atrás por si la niña diabólica de la película me está mirando. Mientras pienso, un golpe fuerte se escucha en el piso de arriba y pego un salto en el sofá. La televisión se enciende de pronto y empieza la película otra vez. Grito aterrorizada, hasta que me doy cuenta que he apretado sin querer el botón del mando que enciende la televisión con la pierna. Apago rápidamente la pantalla y decido llamar a alguien. Entonces llego al siguiente dilema. ¿A quién puedo avisar? De nuevo las opciones son pocas.

1. Ian, me ha acompañado antes a dar un paseo y quizás esté dispuesto a pasar la noche aquí.
2. Jorge, a pesar de que lo he visto besándose con Susi, él me conoce y era amigo de mi hermano. Además conoce la casa.
3. Susana, pese a ser la opción más improbable, ella es una chica. Entendería mi miedo y luego podría reírme de ella si se asusta.

Pienso en las diferentes opciones y la más adecuada me llama como si estuviera iluminada con luces de neón. Debería pedírselo a Ian. Con Jorge no me sentiría cómoda después de haberlo visto con Susi y me haría preguntas incómodas que no sabría responder. Y con Susana... Bueno, la idea de reírme de ella me atrae, pero el miedo seguiría ahí. Ilumino la pantalla del móvil y abro WhatsApp rezando porque esté despierto y dispuesto a venir.

"¿Ian?"

Espero, cada vez más nerviosa, una respuesta. El grifo de la cocina empieza a gotear y aprieto los dientes. Trago saliva y me tapo mejor con la manta que tengo para mantener el calor.

"Sí, ¿qué pasa?"

Sonrío involuntariamente cuando recibo su mensaje y doy gracias a que esté despierto.

"¿Podrías venir a mi casa a pasar la noche?"

Me doy cuenta de lo que he puesto y decido explicarlo antes de que piense algo raro.

"Estoy sola y acabo de ver una película donde salía una niña diabólica. La casa está oscura y fría y me da miedo levantarme del sofá"

Pocos segundos después recibo la respuesta.

"Creo que puedo ir. ¿Por qué has decidido ver una película de miedo si vas a pasar la noche sola?"

"No lo pensé, ¿vale? No tardes en venir, por favor"

"Estaré allí pronto"

Bloqueo el móvil y me acurruco más en el sofá. Si no viene pronto empezaré a ponerme paranoica. Espero en silencio, temerosa de que aparezca la niña y me ataque. Pasan unos minutos y escucho pasos fuera. Por unos instantes me quedo paralizada, pensando que es como en la película, sobre todo cuando tocan al timbre y se oye el eco en toda la casa vacía. No sé de dónde saco el valor para levantarme del sofá y salir corriendo con la manta hasta la puerta. Abro de golpe y veo al chico de mi clase de pie, con el pelo algo alborotado y los ojos brillantes por la luna.

-Gracias por venir- digo en un susurro.

Él sonríe y yo le abro la puerta para que pase. Primero enciende la luz y yo me agarro de su brazo, creyendo que la niña aparecerá y saltará sobre nosotros.

-¿Quieres ir a tu habitación o qué has pensado?

-No he pensado nada porque con el miedo no puedo ser racional- explico mirando a todas partes. Se escucha de nuevo el goteo y yo me acerco a Ian y le aprieto más el brazo.

-Ángela...- empieza mientras me sitúa frente a él y me mira fijamente-. No hay nadie más que nosotros, no existe la niña diabólica ni nada que se le parezca, ¿vale? Todo es un montaje que se hizo para la película.

No soy capaz de contestar, solo me dedico a mirarle mientras me muerdo el labio nerviosa.

-Ven, vamos a tu dormitorio.

Le voy diciendo por dónde tiene que ir, él se ocupa de encender las luces antes de pasar y de apagarlas una vez hemos pasado. Cuando giramos en un pasillo, una silueta me hace gritar de terror. Creo que Ian se ha asustado más que yo por culpa de mi grito. Me tapo los ojos con la manta y me agarro al brazo de Ian como si fuera mi única salvación. Sospecho que estoy temblando.

-Ángela... Ángela, vamos, solo es un gato- dice para intentar tranquilizarme-. Solo es un gato que se ha colado por alguna ventana. No hay nadie ni nada.

Me acaricia el pelo y espera pacientemente a que me calme. Tardo un rato pero, finalmente, consigo volver a respirar con normalidad.

-Vamos a mi habitación- digo con un hilo de voz.

Entramos e Ian enciende la luz. Cierra la puerta detrás de él y se queda mirando todo en silencio hasta que, después de unos instantes, decide dar su opinión.

-Es muy... tú.

-¿Gracias?- pregunto con la cabeza todavía en la película. Me estremezco y él me acompaña hasta la cama. Me abre las mantas y yo me meto dentro. Me acurruco todavía con frío y él se sienta por encima de las mantas.

-Puedes meterte- digo cuando me doy cuenta de que necesito el contacto físico de otra persona para no tener pesadillas-. No creo poder dormir si no hay nadie lo suficientemente cerca.

-¿Y qué hacías antes?- pregunta mientras se quita las zapatillas.

-Mi hermano se quedaba conmigo- contesto en un susurro, recordando cómo me protegía de unos monstruos que no existían.

-¿Y ya no?

-Ya no...- no digo nada más, me muevo un poco para dejarle espacio y apoyo la cabeza sobre su hombro. Me rodea con un brazo y yo cierro los ojos. Es curioso que ahora ya no me tenso tanto como antes cuando me toca. Sé que el miedo tiene mucho que ver, que me vuelve otro tipo de persona y que, cuando sea por la mañana, volveré a ser igual que antes. Pero decido aprovecharme de ésto para poder dormir bien.

-Gracias por haber venido- le digo medio dormida.

No contesta, sé que está despierto porque mueve su mano de arriba a abajo de mi columna para tranquilizarme, pero no dice nada. Poco a poco consigo cerrar los ojos y dejarme llevar a una noche sin sueños, sin pesadillas. Y, por una vez, descanso de verdad.

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Me gustaría que comentárais si os gusta la historia, acepto sugerencias.
Gracias por leerme.

¡Nos vemos!

Doce sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora