12 de octubre de 2016

09:08

Llego tarde a la segunda clase. No me importaría demasiado si no fuera porque, cuando entre por la puerta, todos se me quedarán mirando. Eso es lo último que me apetece. Pero no tengo más remedio, no he faltado nunca y no tengo intención de hacerlo. Toco a la puerta y abro.

-¿Puedo pasar?- pregunto a la profesora de inglés.

-Bueno, parece que la señorita Ríos viene cuando le da la gana- dice con el ceño fruncido. Yo pienso que quizá no debería haber venido, hoy no está de buen humor.

"¿Cuándo lo está?" dice una vocecilla en mi cabeza.

-No, profesora In... Miss Aranda- corrijo antes de que me eche de nuevo la bronca. Siempre nos pide que la llamemos así-. Me he retrasado porque me he caído en el pasillo y he tenido que ir a desinfectar la herida.

-Pues la próxima vez, evite caerse, señorita Ríos. O no podrá disfrutar de una amena y entretenida clase de inglés.

La gente murmura por lo bajo, probablemente discrepando que los términos "amena" y "entretenida" puedan atribuirse a una clase de inglés de esa profesora. Desde luego, es todo menos eso. De todos modos, no quiero que me tache de mala alumna así que le doy la razón y me siento en mi silla de siempre. No me había dado cuenta de que ahora la mesa de al lado estaba ocupada, por primera vez en el curso, por otra persona. Normalmente estaba vacía, por lo que yo tenía libertad para colocar mis cosas en esa mesa. Pero ahora, tendría que apañarme con la mía y el suelo.

-Hola- me dice la voz de mi compañero. No le miro, no tengo ganas de entablar una conversación con la persona que ha limitado mi libertad un poco más, tampoco quiero que la profesora encuentre más motivos para echarme de clase.

-Piérdete- respondo entre dientes esperando que capte la indirecta.

-Soy Ian- me comunica.

-Me alegro de que te sepas tu nombre, ahora me gustaría atender a la clase.

-¿También habla en clase, señorita Ríos? ¿No le ha bastado con llegar nada menos que ocho minutos tarde?- me dice enfadada la profesora mirándome fijamente y haciendo que la mirada de todos los alumnos de la clase se pose en mí. 

Murmuro un lo siento y escucho las mismas palabras de Ian dirigidas a mí cuando la profesora retoma la clase por donde la había dejado. Ya que no consigo atender, me permito echarle una ojeada a mi nuevo compañero y... me sorprendo. Es atractivo, no es guapo pero posee un encanto natural que no pasa desapercibido. Tiene el pelo negro y los ojos de un verde casi azul que crea un contraste muy desconcertante. La nariz es larga, una boca grande y labios carnosos. Parece fuerte, pero no demasiado. De pronto dirige su mirada hacia mí y giro la cabeza bruscamente haciéndome daño en el cuello. Cuando le miro por el rabillo del ojo veo que está sonriendo ligeramente. Enrojezco e intento tomar apuntes, pero su presencia me inquieta.

"Hola" pone en el papel que me acaba de pasar. ¿En serio?

"Muy maduro, ¿qué tenemos dos años?" escribo justo debajo de su letra.

"A los dos años yo no sabía escribir, aunque puede que tú fueras superdotada..."

Pongo los ojos en blanco.

"Era una forma de hablar" explico como si fuera tonto.

"Ya lo sé" y sonríe. Si ya lo sabía, ¿por qué había hecho como si no? El chico es muy exasperante.

Doce sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora