Mujer y pájaro - Barcelona

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Me acaban de anunciar tu muerte, me invade una tristeza profunda y siento ganas de estar a tu lado, siento pena por que todo se acabe así, tan pronto, tan lejos...

Sentada en la penumbra, mis pensamientos divagan, me he transportado en el tiempo y he vuelto a tener dieciséis años, entre pinos y olor a mar. Vuelvo a sentir la turbación que me proporcionaba tu presencia cuando nos paseábamos y nos reíamos por trivialidades entre los pinares sin preocuparnos de nada, ni de nadie.

Me gustaba verte caminar, con esa elegancia natural y despreocupada que apenas disimulaba una fragilidad profunda, y que te hacía, ante mis ojos adolescentes, más interesante y misterioso.

En aquel entonces, las cosas más insignificantes eran de vital importancia: bañarnos en la piscina, salir con los amigos, leer sin parar la colección completa de Mafalda, escuchar a Supertramp, Led Zeppelin o Eagles, rehacer el mundo en interminables conversaciones que parecían durar un instante y que nos daban ganas de alargar un poco más el momento de volver a casa.

Pienso en ti y tu recuerdo tiene sabor a churros con chocolate por el barrio gótico, a olores prohibidos por el barrio chino, a la sensación de una sacudida violenta en el alma.

Me tomaste de la mano para llevarme a donde nunca había estado. Nuestras peregrinaciones por la Barcelona de los años ochenta me sacaron del cascarón estrecho y rígido en el que me encontraba y despertaron mis ganas de crecer y descubrir el mundo. Atizaste mi curiosidad y me llevaste al encuentro de personas y lugares que me abrieron los ojos y los sentidos.

Mientras la ciudad se transformaba a toda velocidad, nosotros vivíamos a contratiempo bailando en la Paloma al son de una orquesta salida de otra época y rodeados de parejas que parecían tener cien años, para terminar en la Bohemia y

encontrarnos con personajes extravagantes o decadentes, todos embriagados de alcohol y cansancio.

Paseos por Las Ramblas, tú y yo tocando la guitarra en la plaza del Rey, divagaciones sobre Mujer y pájaro de Miró o cenas en algún restaurante del puerto o del Born, con sus calles sucias y oscuras, que me causaban un sentimiento de miedo y aventura, decoradas con ropas colgadas de las ventanas, oyendo las peleas de parejas destrozadas por la miseria, acompañadas por los llantos de los niños.

Pensé: ya nada de eso existe, ni tú, ni la ciudad, ni todos esos momentos compartidos, solo la muerte.

Me invade de nuevo la melancolía, me siento huérfana de mi propia historia.

¿Dónde estás?

Entonces observo lo que soy y te encuentro como una piedra fundamental de mi edificio, y me siento de nuevo viva y te siento cerca. De repente, el vacío se llena de cada palabra que pronunciamos, de cada mirada y gesto que intercambiamos. Estamos de nuevo juntos. Más allá de la muerte y el tiempo, la vida fluye en abundancia.

Recuerdo nuestros encuentros en el tren a la salida del colegio y las divagaciones sobre Mujer y pájaro de Miró...

La travesíaWhere stories live. Discover now