Capítulo 8.

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   - Wou. - no pude evitar decir al momento de dejar mis cubiertos sobre el plato vacío que tenía enfrente. - Esto parece bajado del cielo.

   - Muchas gracias. - Dijo Clara. - Pero sólo estás exagerando.

   - No seas modesta. - siguió Max. - sabes que haces la mejor comida del universo.

   - Bien, es cierto que me sale bien, pero yo creo que lo sienten así porque no tenían más que una caja de cereal en la almacena. - sonrió ella.

   - Y café. - afirmó Max.

   - Y café. - dije.

   Clara rió.

   - Muy bien, estaban muy bien preparados para el apocalipsis. - se levantó de su asiento. - ¿alguien quiere más?

   - ¡Yo! -casi gritó Max mientras alzaba su mano en lo alto.

   No pude evitar reír. Clara también rió y se llevó el plato de Max para servirle más de su exquisito guiso.

   No estábamos en la barra que había en la cocina, estábamos en el cuarto en donde se encontraba un comedor para seis personas muy elegante, casi todo era de cristal, y las sillas parecían de lo mismo, por eso Clara tuvo que salir del cuarto para complacer a Max.

   - Pobre Clara. - le dije. - sólo la haces trabajar.

   - Ella fue la que ofreció, -replicó Max- además, una comida tan exquisita no se le niega a nadie. Fue sólo educación.

   - Claro, educación. - reí.

   - Te vez muy contenta hoy, Samantha. - me dijo mirándome con un brillo particular en los ojos.

   Yo bajé la mirada, porque sabía que si sostenía la suya no tardaría en ponerme como tomate.

   - Supongo que me está haciendo bien sentirme segura aquí, sin contar que esta casa... huele a hogar. - dije para mis manos.

   - Y lo será por algún tiempo. - dijo él tomando mi mano y haciendo que yo lo mirara. - me alegra verte así, jamás pensé que pudieses estar cómoda con el tipo que arruinó tu vida. - sin duda, con eso se refería a él- ¡Y sólo es el primer día! - exclamó haciendo que su pequeña sonrisa seria volviera a adueñarse de su rostro. - imagínate cuando esta casa sea verdaderamente tu hogar, Samantha.

   Sin duda sería fabuloso. Dejaría de pensar en mi pasado y en las personas que dejé en él, para centrarme en el ahora. Sin embargo, aunque en ese momento no lo mostraba, me hacían falta, y no sería fácil olvidarlo todo.

   - Sé que será fabuloso, Max. - dije aún así sonriendo tristemente. - y por favor, deja de llamarme así, parece que me regañarás.

   - ¿Prefieres que te llame niña? - preguntó él serio, pero con esa pícara sonrisa que no se había borrado de su rostro.

   - ¡No soy una niña! - exclamé provocando que su sonrisa se expandiera más. - soy una adulta joven, pero no una niña.- con esto, sorprendentemente rió- En cualquier momento me podría ir de aquí. - dije después de unos segundo durante los que él no paró de reír,  eso hizo que su risa parara y me mirara con toda la seriedad posible. - pero no lo haré. - me apresuré a decir, pero lo dije tan bajo que pareció que fuera un susurro.

   - Yo no lo permitiría. - dijo mirándome, y pude notar sinceridad en sus ojos. De verdad sentía la necesidad de protegerme porque me había hecho daño.

   La purta produjo un irritante chillido al abrirse.

   - Llegué con más. - dijo Clara al entrar y cerró la puerta empujándola con el pie. Después se detuvo en nuestras mano, que durante toda esa charla habían estado una encima de la otra.

Prometo hacerte daño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora