05 | La gitana rebelde

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— Padre nuestro que estás en los cielos

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— Padre nuestro que estás en los cielos...— murmuraba para sí mismo las sagradas palabras.

Cómo cada domingo, el rey Baldwin IV iba a la iglesia del Santo Sepulcro para rezar y darle gracias a Dios, aún que obviamente, preferencia hacerlo en la tarde, cuando casi estaba cayendo la noche, para poder tener un poco de privacidad con Dios.

Aún que para su desgracia la iglesia nunca estaba completamente sola, siempre estaba el santo patriarca.

— ¡Su majestad! — exclamo con entusiasmo mientras se acerca al rey—. Me alegro verlo por aquí.

— Ya sabe, a veces me gusta venir a rezarle al todo poderoso en su casa.— dijo Baldwin IV con obviedad.

— Claro, cómo buen cristiano que es— contesto alagandolo, para después cambiar de tema—. Disculpe, ¿Y pensó lo de la última? ¿Sobre la doncella persa? Déjeme decirle que ella es una buena opción para ser la futura reina y traería beneficios políticos, además dicen que es igual de fértil que su madre, eso...

— Su santísima. A pesar de ser una persona importante para el reino, no olvide que está hablando con el rey de Jerusalén. — explicó con autoridad, sin dejar de mirarlo. Causando nervios en el patriarca—. Mi palabra es la máxima autoridad, y desde hace mucho decidí no contraer matrimonio, y espero que le quedé claro.

— Si, su majestad. Pero no olvide que...

— Es la última palabra. — esas fueron sus últimas palabras antes de salir de la iglesia seguido por sus guardias.

Le comenzaba a doler la cabeza, siempre que venía a rezar se lo tenía que encontrar y volvían a la mismo conversación en donde él le hablaba de una mujer diferente como candidata a ser su esposa, era desesperante, incluso le recordaba a su madre.

Pero todo tiene un límite y en este ocasión no había despertado con mucha paciencia.

— ¡Tú no vas a ningún lado, maldita rata!

Un grito lo detuvo, y comenzó a buscar de dónde se dirigía, y vio que a lo lejos había un grupo de personas al rededor de un puesto de pescado. Se acerco lo suficiente para poder observar lo ocurrido pero al mismo tiempo no ser notado, aún que era un poco difícil por su vestimenta complemente blanca y sus guardias, pero está vez todos estaban distraídos por la pelea que se hacía.

El dueño de la pescadería decía que un niño gitano se había atrevido robar un pedazo de uno de sus atunes más caros, pero una joven de una cabellera castaña rizada que venía con el niño no se dejaba intimidar.

La Princesa De Jerusalén || King Baldwin IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora