08 | El miedo del rey

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Ocho en punto de la noche

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Ocho en punto de la noche. Baldwin suspiro, era momento de que sus médicos lo revisaran como cada noche.

Un par de médicos entraron a su habitación, seguido de un padre, el rey se sintió molesto, la iglesia nunca acataba sus órdenes, les había dicho que no pensaba hablar ante ningún religioso sobre sus pecados o problemas, eso solo lo haría ante el todopoderoso.

Ambos médicos le hicieron quitarse su máscara plateada y quitarse la camisa dejando a la vista sus llagas y heridas, para comenzar a llenar su piel de ungüentos. Mientras que un sacerdote se sienta al frente suyo, se toma su tiempo, saca su rosario y biblia.

- Su confesión, mi lord.

Estaba molesto, y no le importaba que se encontraran los médicos.

- Me confesaré a Dios cuando lo vea...- explico dandole cara al sacerdote, dejándole ver su rostro deforme y carcomido-. No a usted.

- ¡Baldwin!

Se escuchó la voz de la futura reina acercarse a la habitación.

- No entres por favor.- dijo el rey, mostrando miedo en su voz.

Pero era demasiado tarde.

Suri se encontraba enfrente de todos, del sacerdote, los médicos y Baldwin. Esté asustado agacha la cabeza, cubriéndose el rostro con su capa blanca.

La joven estaba sorprendida, sabía que había cometido un error, era su revisión con los médicos, no le agradaba que nadie lo acompañe. Pero más que eso, sintió una punzada en el corazón al ver su reacción al verla.

- Su majestad...- hablo casi en un susurro -. Yo jamás sentiría algún tipo de repulsión hacia usted.

- No estoy tan seguro.- dijo de manera fría.

- Por favor.

- Sal, Suri- ordenó firme.

Suri bajo la mirada, y se dirigió hacia la puerta. Cuando ella desapareció del lugar, Baldwin suspiro frustrado ante la situación que acababa de vivir.

- Guardias, la próxima vez que vengan los médicos pongan doble candado a la puerta - su voz autoritaria los dejo helados, se escuchaba enojado -. Para nada del mundo Lady Suri debe verme sin la máscara, me dañaría profundamente si ella me deja después de ver mi rostro.

Solo asintieron. Ellos pensaron que el rey los iba a reprender por dejar entrar a la futura reina tan fácil, pero él tenía cosas más importantes que pensar.

Una hora después de lo sucedido, ambos se pudieron ver, está vez en el estudio de Baldwin. Suri lo estaba esperando en uno de los asientos de la habitación, en cuanto el rey entro la joven se levantó de golpe de su asiento.

- No vuelvas a hacer eso, Suri.

- Baldwin...- lo llamo pero esté solo se alejaba de ella.

- ¿Te quedó claro?- hablo firme, apuntandole de manera dominante.

Suri tenía los ojos cristalizados a punto de llorar con los puños cerrados, estaba frustrada ante la situación.

- No, no me quedó claro Baldwin- dejo claro acercándose poco a poco a él-. ¿Por qué me alejas de ti? ¿Por qué? ¿Acaso ya no me amas?

- Jamás digas eso, Suri-exclamo mirándola a los ojos -. Tú eres para mí la luz que ilumina mis mañanas, te amare hoy y siempre.

- ¿Entonces?- cuestionó con un hilo de voz.

No sabía cómo expresar sus sentimientos, siempre le enseñaron a ser un buen líder y un gran rey, no obstante, lo poco de lo que había aprendido sobre lo complicado de los sentimientos con las mujeres lo había aprendido con Tiberios, no olvidando que la comunicación es algo importante y lo que menos quería es que se deterionarse su relación.

- No quiero que me abandones...- confeso el rubio, abriéndose a su prometida-, no lo soportaría. Eres mi tesoro más grande.

- ¿Cómo puedes decir eso, amor? Yo jamás te abandonaría.

- ¿Que acaso no me ves? - exclamó exaltado, señalando su rostro-. Soy un leproso desde la infancia. Tú, yo, todo el mundo sabe que no voy a vivir más de treinta años.

- Baldwin...

- Hace un año cuando me dijiste que me amabas no lo podía creer, ¿Acaso Dios me estaba dando un poco de felicidad en esta vida llena de dolor? Estaba más que agradecido por permitirme tener a mi lado a la mujer más bella y bondadosa que he conocido.- hablo con ternura, recordando esos momentos y abriendo su corazón ante su prometida-. Sin embargo, nunca te he mostrado el rostro deforme y carcomido por la lepra que se encuentra debajo de la máscara. Y no sé si algún día sere capaz de hacerla.

- Baldwin - Suri se acerca a él y lo toma de ambas mejillas sobre la máscara, pero él trata de bajar la mirada - Mírame.

- Eres un hombre caballero y gentil, que no se doblega fácilmente ante nadie. Tienes un corazón bondadoso y compasivo pero cuando es necesario es inquebrantable.- hablo con lágrimas en los ojos y la voz cortada-. Jamás vuelvas a pensar que te voy a dejar, eso no va a pasar nunca. Te amo como no tienes idea, Baldwin.

El rey se separa de su joven prometida, ambos con la respiración agitada y entrecortada por el llanto. Baldwin toma su máscara plateada y se la quita del rostro, dejando a la vista como lo ha tratado la lepra estos años.

Suri al verlo sin su característica máscara plateada, aún con los ojos cristalinos y lágrimas cayendo por sus mejillas, comienza a soltar pequeñas risas de alegría.

- Te creo. - susurro Baldwin.

El le da una pequeña sonrisa, y se acercan sin pena ni vergüenza, logrando unir sus labios en un beso lleno de amor.

El le da una pequeña sonrisa, y se acercan sin pena ni vergüenza, logrando unir sus labios en un beso lleno de amor

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La Princesa De Jerusalén || King Baldwin IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora