12 | La doncella oso

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- ¡Por Jerusalén!- grito la capitana del ejército

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- ¡Por Jerusalén!- grito la capitana del ejército.

- ¡Por Jerusalén!- exclamaron sus caballos templarios.

Se enfrentan a un ejército de 500 hombres musulmánes que intentaban invadir el sur de Jerusalén. Por lo que Suri va junto a sus 100 caballeros a combatir, tienen una estrategia y ganan. Pero resulta herida, un brazo roto ya que intentaron tirarla del caballo y antes de que la atacarán, su mano derecha la salva.

Pero eso no era nada, los rumores dicen que cuando era niña su padre la hizo enfrentarse a un oso que fue traído del norte de Europa, y que sin problemas venció, por esa razón era llamaba La Doncella oso, teniendo la misma fuerte y fiereza que uno.

En ese momento se encontraba en su habitación, en el ala este del castillo, el mismo rey le ofreció vivir en el palacio, después de sus asañas en combates, sentía que era lo mínimo que merecía y Suri no pudo negarse, aún ha decir verdad, los sirvientes dicen que la verdadera razón es que el rey le gusta mantenerla a su lado en todo momento.

- No se preocupe, su majestad. Muy pronto despertará- escucho a lo lejos, y poco a poco lo escuchaba más cerca, y sus ojos se fueron abriendo-. Mire.

- Oh, lady Suri.- dijo con alivió Baldwin, se acercó a ella y la tomo de la mano.

Ambos tenían una buena amistad, incluso se podría decir que algo más, pero ninguno era capaz de admitirlo, por sus posiciones de rey y caballero.

- Me retiró.- dijo el médico antes de salir de la habitación.

- No sabes lo preocupado que estaba por ti.- admitió el monarca.

- Es parte de mi trabajo, Baldwin- lo dijo con un poco de ronquera en la voz porque se acababa de despertar, sin tratar de darle mucha importancia al tema.

- Lo sé- dijo con dulzura-. Pero no puedo evitar preocuparme por ti, mi querida Suri.

Ella baja la mirada avergonzada, al ver cómo la veía con sus intensos ojos azules.

- No entiendo porque siempre eres así conmigo - comento con vergüenza-. Tan generoso y leal.

- Por que te amo, Suri.

- Baldwin... No.- suplicó la rubia.

- Si.

- ¿Por qué? -cuestiono y señala su cuerpo-. Mírame. Parezco un hombre, soy poco femenina y siempre tengo una espada en la mano. No soy la clase de mujer que debería de estar con el rey de Jerusalén.

- Tú eres la mujer perfecta para mí- comento con sinceridad-. Eres la mujer más valiente y hermosa que conozco.

Suri soltó una risa ante sus palabras.

-Qué cosas dices, Baldwin.- murmuro con gracia.

Trata de evadir su mirada.

- Mírame.

Lo mira, y nota como la observa con determinación, Suri traga saliva.

- Lo juro por Dios, Surieth Sahar. Eres la única mujer a la que le entregaría mi corazón y alma, sin pensarlo - hablo con firmeza -. ¿Acaso no lo entiendes? Para mí eres la persona más bella y bondadosa en toda Jerusalén.

- Baldwin...- murmuró en un hilo de voz y la mirada cristalizada.

- Te amo.- dijo Baldwin, acariciando su mejilla.

- Yo también te amo.- las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas.

Baldwin sonrió bajo su máscara. Tomó su mano y dió un beso en ella. Ambos guardaron silencio mientras se daban pequeñas caricias, no era necesario decir nada más, sus miradas de amor lo decían todo.

 Ambos guardaron silencio mientras se daban pequeñas caricias, no era necesario decir nada más, sus miradas de amor lo decían todo

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La Princesa De Jerusalén || King Baldwin IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora