C A P Í T U L O 2

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Había llegado la tarde y todavía no había asomado ni un pie fuera de mi habitación, estaba revisando mi teléfono, cuando mi madre se asomó por lo que se puede llamar la "puerta" de mi habitación.

-Emma, la cena ya esta lista, baja- asentí, ella desapareció por el agujero

Suspiré, ya era hora, me estaba muriendo de inanición, ni un pote de Nutella logra calmar a esta bestia, pensé mientras veía mi estómago, me puse mis medias multicolor, junto con mis pantuflas de panda, siempre me traían buenos recuerdos de la infancia.

Bajé con cuidado para no caer de la pequeña escalera, me dirigí veloz hacia el gran comedor, era todo blanco, con muy buena iluminación, todos yacían sentados allí, ya estaba servida la rica pizza que chorreaba queso, mi boca se hacía agua, tome asiento y me serví un trozo. Durante la cena mis padres no dijeron palabra, se lanzaban miradas incómodas a cada momento, mi madre paró de comer y me miró seria.

-Esta noche tendrás que hacer repasar algunos temas de historia a tu hermano Ty- dejé caer los cubiertos sin dejar de mirarla fijamente. Recordé que mi hermano no terminaba aún el colegio.

-¡Pero esta noche saldría con Amanda!- dije algo furiosa-¡Esto es injusto! Ray puede hacer lo que quiera y yo no- reclamé.

-Ray esta en una...- la interrumpí automáticamente.

-Sí, en la etapa de indecisión de vida, etc, etc. Ya me sé ese cuento de memoria mamá, eso no significa que sea tan inmadura como Ray- ella me miró boquiabierta- Ya soy grande, tengo dieciocho años, puedo empezar a vivir mi vida.

-No habrá más discusión Emma, harás lo que yo diga, por que soy tu mamá, y ahora te digo que estudies junto a tu hermano y lo harás- abrí la boca para decir algo pero siguió en una voz mas elevada- ¡Sin excusas!- bufé. Ty me miraba con su sonrisa
malévola mientras cortaba torpemente la pizza con cuchillo y tenedor.
Odiaba cuando mi mamá me sermoneaba.

Terminamos de cenar, toda la cena fue en silencio total, fui a la sala con Ty a estudiar Historia, saco su cuaderno y comencé a leerle.

Tardé una hora en explicarle toda la familia de la reina Elizabeth de nosedonde, mientras él solo asentía con aburrimiento, con ambas manos sosteniendo su cabeza

-Esa es toda la familia- terminé de explicar- Entonces Ty...- dije cerrando la tapa del libro- ¿Hoy que estudiamos?

-Hoy..-comenzó a decir dudoso- Hoy estudiamos la familia de la... reina...- alargó la última palabra esperando a que yo respondiera.

-Elizabeth Ty, Elizabeth..- Le recordé.

-Si si, eso- dijo sin importancia.

-Y Elizabeth era hija de...- le hice una seña con la mano para que siguiera.

-De su mamá- dijo rápidamente, suspiré y me lleve las manos a la cara, traté de contener mis gritos.

-¡Su nombre Ty! ¡Su nombre! ¡Isabelle!- golpeé las manos contra la mesa de golpe- ¡Mañana solo estarás tú en ese examen, no yo! No puedes meterme en tu mochila y llevarme, ¿Entiendes?- dije cansada de sus actitudes.

-Creo que es buena idea, me resultaría entretenido- dijo con una sonrisa dibujada en el rostro.

-Arréglatelas tú solo- me levanté del pequeño sillón y me dirigí hacia la cocina, allí estaban mis padres hablando bajo, al entrar se callaron rápidamente mirándome con los ojos muy abiertos.

-¿Pasa algo?- dije dudosa, se miraron y mi padre asintió.

-Toma asiento por favor- dijo mi madre tranquila, me senté en la silla blanca que se encontraba alrededor de la mesada y me apoyé sobre esta.

- Díganme- dije desesperada, con la intriga comiéndome por dentro.

-Tu no sabes...- dijo pausada, era una noticia mala, cuando mi madre se pausaba era para encontrar las palabras adecuadas.

-¿Que yo no sé qué?- dije mientras mi padre pasaba una mano por detrás de mi madre y la posaba en su hombro, apegándola a él.

-Es tu abuelo..- pausó- El falleció hija- bajo la mirada y yo no entraba en razón, negaba con la cabeza mientras pasaba mi mirada por los dos mirándolos una y otra vez esperando a que no fuera verdad, sentía que el llanto quería escapar desde los profundo de mí, yo lo intentaba contener, sentía que mi mandíbula temblaba sin parar, hasta que solté un suspiro que me venció, todas las lagrimas salieron sin permiso, mis sollozos eran imparables.

Corrí sin parar y de repente me encontraba ya tirada en mi cama llorando en mi almohada, gritando y escuchando mis pensamientos, los cuales me daban mas razones para seguir llorando, los recuerdos fluían en mi mente, como el agua, y paré bruscamente en uno, esa imagen tan familiar.

-El sombrero de mi abuelo- pensé, automáticamente una pequeña sonrisa se presentó melancólica en mí- un simple, pero muy significativo sombrero- con el pasar de los años no sé donde pudo haber terminado.

Mi teléfono sonaba, mensajes, mensajes y más mensajes, luego una llamada, la cual no pensé contestar.

Estuve todo el atardecer en mi habitación, mis padres vinieron a consolarme un rato pero no cambiaría nada, eso es lo que no entendían.
Tiré mis estúpidas pantuflas por la ventana, esas que me traían tantos recuerdos buenos.
Estaba sentada en mi cama, sentía que mis ojos estaban húmedos y rojos de tanto llorar, mi vista borrosa, tenía que gritar pero me contenía, no lo veía desde hace años, y lo amaba tanto, me arrepentía completamente, con toda el alma de no haberlo vuelto a ver.
Mi conciencia me estaba apuñalando, culpándome de todo, sin parar.

Mi furia se descargo en el vaso de vidrio, estampándolo contra la pared, diminutos pedazos salieron disparados por doquier, sentí un ardor profundo en el brazo, tres de estos se encontraban clavados en mi brazo, el cual comenzó a sangrar ligeramente.
Gruñí por lo bajo y los quité rápidamente, sin quejarme, nada se compararía con el dolor que ya sentía.

Lo único que hacía era negar lo sucedido, pero en el fondo sabía que no podía, me mentiría a mi misma.

Tenía que aceptar que mi abuelo ya no existía.

Tenía que aceptar esa ausencia que sería eterna.

Tenía que aceptar su muerte, por más dura y trágica que fuese esa idea.

Our MemoriesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora