11.-EXPERIMENTOS

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—¡Día primero de junio!; mañana se van los King a la costa y estoy libre ¡Tres meses de vacaciones! ¡Cómo voy a divertirme! —exclamó Meg al entrar en casa un día de calor y encontrando a Jo acostada en el sofá, más cansada que de costumbre, mientras Beth le quitaba las botas cubiertas de polvo y Amy preparaba limonada para que todas se refrescasen.

—Hoy se fue la tía March. ¡Albricias! —dijo Jo —. Tenía un miedo mortal que me invitase a acompañarla. Si lo hubiera hecho, me habría sentido obligada a aceptar; pero como saben, Plumfield es tan festivo como un cementerio, y prefería que me dispensara. Andábamos enloquecidas preparando la marcha y yo temblaba cada vez que me hablaba, porque con la prisa de acabar estuve extraordinariamente amable y complaciente, tanto que temí que a último momento no, quisiera dejarme. Estuve alarmada hasta que la vi instalada en el coche, y entonces me llevé el susto final, porque al ponerse el coche en marcha asomó la cabeza por la ventanilla, diciendo: "Jo, ¿no quieres?. . ."No oí más porque cometí la cobardía de darme vuelta y huir hasta doblar la esquina, donde ya me sentí segura.

—¡Pobre Jo! Traía una cara como si la persiguieran dos osos —dijo Beth, acariciándole los pies.

—La tía March es un verdadero "zafiro", ¿verdad? —observó Amy.

—Quiere decir "vampiro", no la piedra preciosa; pero no importa; hace demasiado calor para detenerse en minucias gramaticales —murmuró Jo.

—¿Qué van a hacer durante sus vacaciones? —preguntó Amy, cambiando de tema.

— Me levantaré tarde y no haré nada —respondió Meg desde el fondo de la mecedora —. He tenido que madrugar todo el invierno y pasar los días trabajando para otros; así que voy a descansar y a gozar todo lo que pueda.

—¡Ya! —dijo Jo —. Esa modorra no va conmigo. He reunido una pila de libros y voy a aprovechar las horas de sol leyendo en la rama del viejo manzano, cuando no esté retozando con Laurie.

—Oye, Beth, vamos a dejar las lecciones por algún tiempo, para no hacer más que jugar y descansar, como han pensado las mayores —propuso Amy.

—Bueno; estoy conforme, si mamá lo permite. Deseo aprender canciones nuevas y tengo que arreglar a mis niños para el verano: sufren por la falta de vestidos.

—¿Podemos hacerlo, mamá? —preguntó Meg, volviéndose hacia la señora March, que cosía en lo que solían llamar el rincón de mamá.

—Pueden hacer el experimento que han pensado por una semana y ver si les gusta. Creo que para el sábado por la noche habrán descubierto que todo juego y nada de trabajo es tan malo como todo trabajo y nada de juego.

—¡Verás cómo no! ¡Será delicioso! , estoy segura —dijo afablemente Meg.

—Ahora propongo un brindis, como dice mi "amiga y compañera Saury Ganp": Viva la alegría y dejarse de tonterías —gritó Jo, levantándose con un vaso en la mano, mientras circulaba la limonada. Todas bebieron alegremente y comenzaron el experimento, descansando el resto del día. A la mañana siguiente no apareció Meg hasta las diez; su desayuno solitario no le gustó mucho: el comedor parecía desolado y desordenado, porque Jo no había llenado los floreros ni Beth había limpiado el polvo; los libros de Amy estaban esparcidos por todas partes. Nada estaba arreglado y agradable sino el rincón de mamá, que tenía su apariencia acostumbrada, y allá se sentó para descansar y leer, pero acabó por bostezar y pensar en los trajes bonitos para el verano que podía comprar con lo que ganaba. Jo pasó la mañana en el río con Laurie, y la tarde en la rama del manzano leyendo y llorando con una novela triste. Beth comenzó por sacar fuera todo lo que había en el armario grande, donde vivía su familia; pero cansada a la mitad del trabajo, dejó su establecimiento patas arriba y se fue a su música, alegrándose de no tener cacharros que fregar.

MUJERCITAS (Louisa May Alcott) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora