Mucho hemos hablamos sobre el amor, pasión e inclusive amistad, pero olvidamos reflexionar también sobre lo que no es amor.
Noemí Mayoral
— ¿Dónde estamos? —preguntó Ana. La zona le resultaba por demás desconocida no era para nada uno de los sitios que solían visitar.
Miró a los lado con inquietud, se trataba de una colonia llena de edificios viejos y mal cuidados divididos en pequeñas habitaciones donde desde afuera se podía escuchar ruidosa música, gente discutiendo y un bebé que no dejaba de llorar.
—Es lo mejor que pude conseguir. En serio, lo siento honey —contestó Fernando, mientras se estacionaba frente a uno de los sucios y viejos edificio con apariencia de que podría colapsar en cualquier segundo.
— ¿De qué hablas? —indagó nerviosa, comenzaba a sentir el corazón acelerado había algo extraño en las palabras de su novio y la forma en que no dejaba de darle pequeños golpes al volante no era para nada normal.
—Lo sé honey, está horrible y de verdad que lo sé. No es lo mejor como tú mereces pero es muy discreto y además, me lo recomendaron mucho —recitó en forma de disculpa mientras le acariciaba el pelo con mimo—, comparto tu miedo, créemelo.
—A ver Fernando, por favor, explícate que no tengo idea de qué me hablas —indagó con el desazón palpitante de conocer de manera automática la respuesta, pero una pequeña esperanza en su corazón se negaba a aceptarla.
Fernando la miró asombrado, abrió la boca para responder y enseguida la volvió a cerrar. Recordó la llamada de Ana un día antes donde había hablado de un modo alarmante sobre su retrasó de 2 meses, la escuchó llorar asustada de sus sospechas y finalmente de la confirmación con una prueba casera, no había duda...
¡Estaba embarazada!
Y él, como era lógico se dedicó horas enteras a tranquilizarla, quería hacerla sentir protegida, después de todo era un hombre educado, responsable y no la dejaría sola con el paquete. Arregló todo para que ella no se preocupara por nada sabía que no había conseguido mucho en tan poco tiempo pero al menos estaba a su lado apoyándola.
A menos que... ella esperará otra cosa ¿Ana quería tener al bebé? ¿Pensó que se casarían? ¡Qué diablos si solo tenía 23! su carrera comenzaba a despegar además le llovían los contratos no tenía tiempo para tener un hijo eso era totalmente imposible e inaceptable ¿o no?
—Ana, por favor, dime que no planeas tener al bebé —suplicó en un tono pausado pero que denotaba la molestia.
— ¡Claro! —Respondió de inmediato con firmeza—, ¿tú que pensabas?
—Lo más lógico, es una tontería tenerlo. Ana solo tienes 22 años, eres hermosa, exitosa, tienes una brillante carrera por delante, ¿acaso quieres truncar todo eso? Vas a echar a perder tu cuerpo ¡tú belleza se va a ir por el caño! Además, yo no estoy listo para esto...
Cada fría palabra se le deslizaba lentamente hasta el corazón sintiéndolo de a poco como se rompía en miles de pedacitos. Algo caliente le revolvió el estómago mientras luchaba con todas sus fuerzas para retener las rebeldes lágrimas. Ese no podía ser su Fernando, él la amaba, se lo dijo tantas veces que cuando le avisó lo del embarazo nunca dudó de que se haría cargo de todo. Pero al parecer había entendido mal y para él ¨hacerse cargo de todo¨ significaba todo lo que para ella no.
—Ya veo. Bueno yo no voy a matar...
— ¿Quién rayos habla de matar? ¡Es solo un maldito feto! No es como si fuera un asesino —gritó completamente descolocado—, ¿qué no eres una feminista y todo eso?
Estaba furioso se sentía tan impotente ante la actitud de Ana, él no quería un bebé, ¿acaso ella no lo entendía?
—No, no lo voy hacer y poco tiene que ver con mi feminismo, que, como te lo he dicho muchas veces habla de que yo decido sobre mi cuerpo. Y este feto, como tú lo llamas ahora, es mi hijo y no pienso hacer nada en su contra —anunció sintiendo que esa fachada de fuerza inquebrantable estaba por esfumarse, se sentía destrozada, asustada y por lo visto ahora sola.
—Ana, honey, por favor solo piénsalo —suplicó intentando tomarla por la mano, que Ana retiró enseguida con un gesto osco.
—No tengo nada que pensar. Es mi decisión —repitió comenzando a sentir las náuseas —. Si tú no quieres tenerlo por favor déjalo así, yo me haré cargo de todo.
Esas palabras llegaron al corazón de Fernando causándole un dolor agudo casi físico, amaba a Ana. Era difícil de explicar, pero la amo desde la primera vez que la vio, sus ojos verdes, la sonrisa ligera, el pelo oscuro que contrastaba a la perfección con la suave piel blanca, dueña de un cuerpo elegante y moldeado, todo ella era un conjunto de belleza. Pero su actitud lo enloquecía, demasiado fuerte, orgullosa, imposible de doblegar. Y es que si no fuera tan bella y su relación bien aceptada en redes hace mucho que la hubiera dejado.
Pero ni todo eso podían sostenerla ahora. Respiró profundo, por ningún motivo se dejaría caer, no después de todo lo que había luchado para llegar a donde estaba. Cerró ambos ojos y al abrirlos su corazón se endureció jurándose que no la dejaría truncar sus sueños. Un conveniente recuerdo le trajo a la memoria su próximo viaje a España, programado dentro de dos días. Y así de pronto allí estaba, la perfecta oportunidad de huir como un vil cobarde, pero, era mejor ser un cobarde que un don nadie ¿no?
—Lo siento Ana, pero yo no puedo ser el padre de ningún hijo y si de verdad te mueres por tener un bebé y jugar a la casita con él te pido ¡No, te exijo! Que no le digas a nadie quién es el papá y mucho menos vayas a lloriquearle a mi familia.
Ana agachó la mirada sintiendo su cuerpo temblar de frío o, quizá de miedo, era difícil saberlo en ese momento. Su corazón se estaba quebrantando en miles de fragmentos y estaba segura que nunca nadie podría volverlos a unir. Pero debía seguir y jamás le iba dar el gusto de verla llorar, rogar o humillarse así que guardó su dolor, levantó el mentón con orgullo y respondió lo mejor que su tambaleante voz la dejó.
—No te preocupes, nadie sabrá nunca quién es el cobarde padre de mi hijo —sentenció, bajándose del auto y dándole un fuerte portazo para un segundo después verlo perderse a la vuelta de la esquina.
Esa tarde caminó sola de vuelta a casa como nunca antes lo había hecho, lloró como jamás se imaginó sollozar. La soledad fue su acompañante la misma que la abrazó al caer la noche mientras seguía andando y la suave lluvia de Octubre acarició su rostro con amor reconfortándole un poco su dolida alma. No tenía idea de cómo enfrentaría sus decisiones y una sola verdad la acompañaba: Su vida jamás volvería a ser la misma.
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Amor Sin Photoshop
ChickLitAna viaja con el corazón cerrado y un solo objetivo de acompañante. Rodrigo sueña con conocerla en persona, ¿qué pasará cuando descubra que la modelo del momento no es lo que parece? El festival más esperado en Nueva York, una coqueta sonrisa de...