Capitulo 1

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No hay fracasos, solo lecciones por aprender.

Ophra Winfrey.

5 años después

Se dice que cuando una mujer se convierte en madre su corazón deja de pertenecerle por entero y se comparte día a día con el pequeño ser que habitó, creció y vio la luz de la vida gracias a la protección del vientre vivo y del fuerte latir dispuesto a amarle y cuidarle.

Ana miró de reojo a la pequeña niña rubia de pelo tan lacio y suave como las lluvia fresca de Junio, caminaban de la mano entre un tumultuoso ir y venir de estresadas personas medio corriendo o medio andando, gritos y avisos por el alto parlante sonaban a cada rato, pero para Ana y Camila no existían nada ni nadie que las perturbara mientras estuvieran juntas. Y ahí nacía el lio, dos meses antes la modelo había recibido una importante propuesta de trabajo que por ningún motivo se atrevió a rechazar, estaba consciente de su edad, cada vez le era más evidente que le quedaban pocos años dentro del medio del modelaje.

—Mom, ¿abue Au va contigo? —Indagó la pequeña sostenida de una mano por su madre y de la otra por su abuela Laura—, no quielo etar soita.

—No Cami, ella se queda contigo a cuidarte y se la van a pasar muy bien juntas, ¿verdad que si abue Laura?

—Peo no haba inges —abucheó la pequeña.

Y es que todo se debía a que Ana llevaba tiempo enseñándola el idioma, pero, cuando entró al kinder un boom la terminó de fascinar con las palabras nuevas y ahora hablaba como resultado un raro spanglis ya que tampoco pronunciaba la ¨r¨ o ¨l¨ del todo.

—Pues me hablas en español jovencita —regañó la abuela medio estresada por el tiempo, faltaba poco para la hora indicada de vuelo y Ana caminaba tan tranquila como domingo a media día por la plaza—, ¿ya viste la hora cariño?

Ana asintió levantando la vista al enorme reloj de números rojos, tenía el tiempo suficiente.

—Mira Cami —exclamó señalando una de esas enormes maquinas donde puedes ganar un osito de peluche por diez pesos—, ¿quieres uno?

—Of couse mom —exclamó con exagerados movimiento de manos los cuales aprendió de Rosita, una vecina mayor que de vez en cuando la cuidaba.

Ana rio y Laura se cruzó de brazos, su hija perdería el vuelo sino se apresuraba.

—Está bien pero haremos un trato —propuso agachándose a su altura para explicarle el plan de frente—, si yo gano, tienes que prometer que le vas hablar a abue Laura y a Rosita en español, ¿entendido?

La niña se cruzó de brazos levantando una sola ceja como hacía siempre que no estaba muy de acuerdo con algo.

—Peo mom, ¿cómo voy a pactica?

—Con la miss en la escuela.

Camila descruzó los brazos comenzando a formar una sonrisa.

—It's okay, peo quieo uniconio

Ana levantó la mirada buscando al unicornio entre el montón de ositos de diversos tamaños y formas, asintió, era pan comido. Decidida se levantó caminando mientras se buscaba en los jeans una moneda de diez pesos.

—Mira esto Cami —anunció con una sonrisa de confianza moviendo la palanca de un lado al otro hasta que hizo bajar la pinza levantando al unicornio—, ven con mami pequeño... ¡Eso!

El unicornio cayó por la resbaladilla, Camila se apresuró a tomarlo saltando y gritando de emoción, atrás Laura las miraba con una sonrisa medio apenada y medio divertida, ese par era tal para cual. Ana reía disfrutando a su pequeña lo más que podía en los últimos minutos antes de partir, recordó con el gesto de alegría a Fernando, tenía los mismos ojos y forma de carcajearse y evocó el día en que le había enseñado el truco para sacar los ositos y que por lo visto jamás olvidado.

—Ana... —llamó volviendo a la realidad.

—Sí, si ya voy —respondió levantando a la pequeña en brazos mientras le estampaba un beso en la mejilla—, recuerda tu promesa.

—Yes mom, sorry. Si mami.

Ana asintió poniéndola de nuevo en el piso para después darle un abrazo a su mamá y otro cariñoso beso en la mejilla a modo de despedida.

—Las amo, nos vemos pronto.

Las rueditas de la maleta volvieron a ponerse en marcha perdiéndose pronto entre el gentío caminando a toda prisa, su mamá tenía razón ya era tarde y no podía darse el lujo de perder un vuelo tan importante.

Hace un par de meses que había recibido la invitación para el ¨Pink Festival¨ mismo evento era organizado una vez al año por varias marcas importantes de la industria de la moda, solo escogían a un puñado de modelos y Ana figuró como la única latina en medio de preciosas extranjeras de larguísimas piernas y pieles increíbles, por lo cual, el reto era doble ya que si conseguía el contrato que esperaba pronto terminaría poniendo su nombre en alto y con ello el de México y su amada Guadalajara. Además la paga sería excelente lo suficiente para que, quizá dentro de unos años, cumplir su más grande sueño; dedicarse a la industria del diseño y ser la mente artística detrás de las grandes pasarelas.

—Buenos días, ¿me da permiso? —pidió checando su boleto, para bien o para mal le había tocado ventanilla y a su lado una mujer que parecía sorda ante su petición ya ocupaba el del pasillo—, disculpe.

Ana se animó a tocarle el hombro haciéndola reaccionar de inmediato la vio quitarse unos diminutos audífonos inalámbricos.

—Disculpa, no te había escucha. Pasa, pasa —dijo poniéndose de pie para dejarla ocupar el asiento.

—Ana Montes, ¿cierto?

Ana movió la cabeza con gesto de intriga y es que si bien no era un asunto extraño que algún desconocido le hablara por su nombre, esa mujer tenía un aire familiar... ¿en dónde la había visto?

—Soy Rosse Montoya, de Rosse Elegant —afirmó estrechándole la mano a la pelinegra que de inmediato la asoció a su marca, era una de las más famosas de México sin contar que Rosse era una verdadera leyenda del fashion ya que fue una de las precursoras de la moda curvy.

—Claro que te conozco y de hecho me sorprende que tú a mí también...

— ¡Cariño no te me menosprecies! Saliste en todas las portadas de moda en México y algunas de América latina como la única y primer modelo mexicana en figurar dentro del festival, en el cual te digo, yo y mi marca estamos bien paradas.

Rosse le hizo un ligero guiño y es que Ana si bien participó en la corta entrevista y se dio cuenta de cómo sus seguidores subieron de modo exagerado de un día a otro, no se había detenido a pensar todas las puertas que se le había abierto de pronto, era tan halagador como aterrador, tenía que dar el ancho, si o si, todos los focos estaría encima de ella.

— ¡Wow! Pues si lo dice así me queda claro lo afortunada que soy...

—Afortunada no, talentosa sí. Grábatelo bien que lo vas a necesitar recordar bastante seguido en Nueva York —aconsejó con toda la voz de experiencia en el medio—, pero, me gusta que seas humilde no se ve mucho por este medio.

Ana sonrió agradecida y es que si se sentía afortunada, sino como llamaría al hecho de que Rosse Montoya estaba de ¨casualidad¨ sentada a su lado en el mismo vuelo con el mismo destino y dándole valiosos consejos. Miró por la ventanilla enfocando la mirada en el cielo;

¨Fuiste tú, ¿cierto?¨ pensó formando una discreta sonrisa dirigida a su padre que donde quiera que estuviera le acomodaba siempre todo. 











Amor Sin PhotoshopDonde viven las historias. Descúbrelo ahora