Capìtulo 01

18.2K 959 107
                                    

|EDITADO|













La pelo azabache dormía plácidamente en su bolsa de dormir, mientras que el pequeño demonio zorro se acurrubava en sus brazos, buscando el calor y la protección de su madre adoptiva.

Estaba tan comoda, pero una voz en sus sueños se hizo oír, llamándola repetidamente.

Kagome.

Kagome.

Abrió sus ojos, aturdida. Tratando de ubicar de donde venía aquella voz. Pero por más que buscaba, con su vista y sus poderes, no lograba dar con el origen. Y podía notar que tal parecía ser la única que podía escucharla, ya que sus compañeros se encontraban profundamente dormidos. Se puso de pie, cuidando de no despertar al pequeño en sus brazos. Caminó lentamente, extrañada de que Inuyasha no se despertara al notar sus movimientos.

Kagome

Kagome

Siguió el sonido de la voz, adentrándose en las profundidades del bosque. Escuchando el cantar de las especies nocturnas que vagaban en la penumbra de la noche. Caminó hasta llegar a un hermoso lago, de aguas cristalinas que brillaban al recibir el baño de la luz de la luna. Trató de buscar a la dueña de aquella voz, pero no encontró a nadie.

Por más que la buscó no la encontró.

Despierta.

Despierta.

Kagome confundida parpadeo. Pero en eso la voz de aquella mujer fue reemplazada por una voz masculina.

— Kagome, vamos levantate. — abrió sus ojos achocolatados, y se encontró con los dorados ojos del hanyou.

En un pasado se hubiera quedado hechizada por aquella orbes doradas. Pero ya no. El amor que alguna vez le profeso a la mitad del demonio había quedado en el olvido. Ahora sólo existía un puro e inocente amor fraternal.

— ¿Qué sucede Inuyasha? —  preguntó adormilada.

— Necesitó ayuda — dijo con la mirada entristecida.

— ¿Qué sucede? — dijo preocupada.

— Ven, sigueme.

Tal como el chico había pedido, lo acompañó. Internadose en el bosque, caminando un rato, pudo sentir una presencia muy conocida. Llegando a un claro, dónde un enorme y frondoso roble se dejaba ver, y en sus raíces, se encontraba una débil y pálida miko de barro huesos, Kagome, aún a la distancia pudo notar la respiración irregular, preocupada, y con pasos rápidos se acercó a la mujer. Una vez que estuvo lo suficientemente cerca, la mujer abrió sus ojos.

— ¿Qué haces aqui? — preguntó en un tono frío.

— Vine a ayudarte — dijo

— No puedes. No hay nada que hacer. — dijo

— ¡Kikyo! — Exclamó Inuyasha. — No digas eso por favor —  el tono de voz del peli plata se escuchaba dolida.

Kikyo forzó una sonrisa. Pero podías notar la tristeza en ella.

— Nos volveremos a ver. No estés triste Inuyasha.

— Debe haber algo más que yo.... — Kagome fue interrumpida por la voz de su sueño.

Convierte la en humana.

¿Cómo?

Dale sus almas.

Pero yo moriría.

Confía en mi.

Decidida, pero dudosa, decisión confiar en la mujer. Se concentró y una luz rosa la comenzó a rodear. Y poco a poco unas luces fueron saliendo de su cuerpo.

Nos Enamoramos Por Que Nos Volvimos ¿PADRES? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora