Capitulo 2

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Me observo en el espejo, espero no verme tan mal, hoy creo que no es mi mejor día.


—¡Apurate mija! —Escucho gritar a Ana, mi hermana. 

—Un momento, ya salgo. Agarro mi bolso, lo cruzo en mi hombro y bajo.  

—Ya van a ser las 12 ¿a qué hora te pensabas ir? —Pregunta. Su voz suena amenazante y su mandíbula se tensa.

 Tiene el mismo uniforme que yo, su bolso reposa en su hombro derecho, su cabello esta totalmente ondulado, como siempre, un poco húmedo y suelto, llega a la mitad de su espalda. Lleva su rostro maquillado con colores suaves; su piel es canela así que le queda perfectamente bien. Yo como siempre, llevo el cabello suelto pero el mio es un poco más largo y menos ondulado que el de ella. Uso poco maquillaje, un poco de delineador y labial suave, mi piel es un poco pálida. 

En el camino visualizo a un joven, alto, piel clara, con una contextura delgada, cabello negro azabache como la más oscura noche y un corte que le ayuda con lo fino de su rostro. ¿De dónde será este chico? Pregunto hacia mis adentros sin poder dejar de observarlo. 

Se me hace tan conocido pero no sé de dónde; no logro verle el rostro y se aleja con una pequeña bolsa en la mano. Una gran inquietud se ha sembrado en mí. 

—¡Corre mija, nos deja el bus! —Dice Ana sacándome de mis pensamientos. 

Decido correr y me introduzco en la realidad, mi realidad.

 Llegamos al colegio y busco a mis compañeros.

 —¡Keila! —Grito para que pueda escucharme entre los sonidos y las risas de los demás.

 —Mujer ¿dónde andabas? Pensé que no vendrías hoy —dice Keila con un tono bastante elevado. 

Keila, es una de mis amigas de infancia, hemos tenido nuestros problemas pero los solucionamos. Ha sido de gran apoyo para mí y yo para ella. Es un poco floja de vez en cuando, se gasta un carácter de los mil demonios.

 —Yo siempre vengo —susurro y le doy un abrazo.

 —Vamos, el profesor ya entro. 

La sigo y miro alrededor, todos caminan rápidamente a sus respectivos salones, unos muy contentos y otros nerviosos con grandes cantidades de papeles en las manos ¿serán cuestionarios? Esa misma cara la tengo yo a la hora de un examen; sonrío ante ese recuerdo que llega repentinamente a mi cabeza, los deshago de inmediato. 

Vuelvo la vista al frente y observo el cabello de Keila, la forma en la que se mueve con el viento y la rapidez en la que va. Parece una gran nata espesa. Es de un tono marrón claro, un poco más claro que el mío. Somos de la misma estatura, ni tan alta ni tan baja; somos muy parecidas en las facciones del rostro con la diferencia que ella es de piel canela y la mía es blanca. Casi siempre nos confunden a las dos, hasta han llegado a pensar que somos hermanas. Yo no encuentro el parecido pero los demás sí. 

Me detengo y entro al salón, siempre las mismas caras, dice mi subconsciente arrugando el rostro, mientras veo que todo está igual que siempre. No sé porque todos quieren copiar siempre el mismo estereotipo, solo hacen que la vida se torne mucho más aburrida. 

Busco con la mirada un puesto, cuando lo encuentro, me encamino hacia el para luego sentarme. 

Como siempre todos nos observan porque hemos llegado tarde. Opto por ignorarlos dirigiendo mi mirada hacia el frente así prestarle atención a la clase. 

El profesor Jorge explica su clase de matemáticas, y sin duda alguna, comienza el calvario digo para mis adentros.

Su MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora