capítulo 3

68 9 0
                                    

Camino por los pasillos, observando los grupos que se encuentran sentados en los jardines, unos están hablando, otros comparten sus tareas y algunos juegan cartas. 

—Qué día tan aburrido ¿verdad? —Escucho una voz retumbar mientras mis brazos se estremecen. Volteo y veo que Jessica está hablando conmigo.

 —No tan aburrido, solo fue normal —digo sin importancia. 

—¡Tú todo lo ves normal, Evangelina! —Dice con un gesto de molestia.

 —Es que tú, todo lo exageras amiga mía. —Sonrió. 

Jessica es una amiga, de esas que uno tiene desde que hace uso de su razón, es un poco despampanante, le molesta casi todo y si tiene que ver con las clases, mucho más.

 Retuerce un pequeño mechón de cabello que cae sobre su rostro. Ese gesto lo hace cuando está molesta o nerviosa.

 —¿Nos vamos o te piensas ir con Keila? —Se cruza de brazos.

 —No mi vida, me voy contigo —hago una pausa— no seas celosa. —Sonrió de nuevo.

 —¡Por Dios! Si quieres vete con tu "amiga". Me da un pequeño golpe en el hombro y se la vuelta. Dando grandes zancadas camina entre la multitud. Yo, apresuro mi paso para no quedar atrás. Rio con mucha fuerza cuando logro alcanzarla para así captar su atención. 

—¿Qué tienen las dos? No las entiendo ¿Por qué no se tratan ahora? —Se da la vuelta y me fulmina con la mirada. 

—¡Es una hipócrita y tú lo sabes!. 

Me rio de su comentario, porque sé que siempre se han odiado pero yo hago caso omiso a sus peleas. Es preferible no involucrarme.

 —Okey, no digo más. ¿Nos vamos o seguirás peleando?. 

 Caminamos y recuerdo al chico que vi temprano; es tan raro al ser alguien que no conozco, pero no me lo he podido sacar de la cabeza. La picazón de la curiosidad recorre mis venas. 

Salimos del colegio y esperamos unos minutos, al rato llega el bus y nos vamos. Jessica se baja en su parada mientras yo continuo; observo que se acerca mi parada así que presiono el timbre, saco el dinero del pasaje de mi mochila y se lo entrego al conductor para así bajarme. 

En el camino hacia mi casa, observo los alrededores con mayor detalle para ver si logro divisar de nuevo a aquel joven. Aquella estampa que ha logrado perturbar mi mente por completo. Fracaso en mi búsqueda, una punzada de decepción hace que me abrace a mí misma. —¿Qué te pasa Eva? Como es que extrañas y tienes ganas de ver a un perfecto desconocido, que ni siquiera sabe que tú existes. ¿Por qué tienes tantas ganas de hablarle a alguien que no sabes quién es, ni su nombre? —Me reprendo a mí misa en voz baja mientras camino. 

Si tuviera el valor de abofetearme a mí misma, lo haría sin dudar por tonta.

 Al llegar a casa saco la llave para abrir el portón, mientras cierro mi mochila escucho unas voces a lo lejos. Seguro son mis vecinos digo mentalmente, pero hay una voz que no logro reconocer, es un poco ronca y muy fuerte. Me giro y a lo lejos observo al joven que con tantas ganas deseaba ver, nuevamente esta de espaldas, pero estoy segura que es él. Mi corazón se agita y las manos me comienzan a sudar, es la misma contextura no me puedo equivocar. 

Lo observo, tiene una camiseta blanca, gorra negra y un mono deportivo. ¡Dios de donde salió él! Dice mi subconsciente. Se mueve de forma elegante y creo que va a girar. Reacciono y entro a casa rápidamente, casi me atrapa viéndolo como una boba. En realidad no entiendo porque me emociona verlo, es algo que no puedo evitar, una sensación tan fría y cálida a la vez, me emociona y me aterra. Deshago esos pensamientos y saludo a mi madre. 

—Bendición madre —digo.

 Mi madre está en la sala sentada con sus lentes, muy concentrada leyendo algo en el celular. 

—Dios te bendiga hija ¿cómo te fue hoy?.

 —Muy bien madre, muy bien —digo y me retiro. 

Entro a mi cuarto, suelto la mochila y me tumbo en cama quedándome así observando el techo.

 —¿Cómo estás Eva, qué me trajiste? —Escucho a Maddie, mi hermana menor. 

Volteo y veo como corre y se lanza encima de mí, con toda su fuerza la cual no es mucha, tiene tan solo cinco años.

 —Nada Maddie, hoy no traje nada.

 Me observa y coloca su larga melena castaña en su rostro, hace ademán de que va a sollozar. Su intento es algo, exagerado y poco creíble.

 —No me vas a manipular, hoy no te traje nada —suspiro— luego vamos y te compro algo ¿sí?. Sonríe con picardía y me abraza.

 —¡Siii, Maddie está contenta!. 

 Rio ante su gracia y poder de convencimiento. 

—Eres tremenda niña —digo y le doy otro abrazo. Se encoje de hombros.

 Después que Maddie sale de mi habitación, me dedico a cambiarme para darme una ducha.

 —¡Pero qué agua tan helada! —digo y salgo del baño. 

Tomo una toalla y me envuelvo. Reviso el armario, no sé qué ponerme, pero finalmente decido colocarme un jean corto y una blusa blanca. 

Salgo de mi habitación y Maddie está acostada en un mueble, concentrada viendo la televisión. 

—¡Vamos a comprarte algo Mad!. 

 —¡Si, vamos! —Dice mientras salta y corre emocionada. 

Salimos con destino a la heladería, cuando llegamos ella corre, le entrega el dinero al joven que atiende y él le da su helado. 

—Ya lo tengo Eva —susurra.

 —¡Qué bien! Ya cumplí, así que regresemos, ya es tarde. 

Estiro los brazos un poco para aliviarme un poco mientras caminamos. 

—¡Si vamos! —Dice y toma mi mano. 

Seguimos nuestro camino de vuelta a casa, cuando llegamos opto por cambiarme y acostarme a dormir.

Su MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora