capítulo 4

55 6 0
                                    


Siento la luz del sol entrar por los ventanales, el sonido de los arboles estremeciéndose, se puede escuchar continuamente los pájaros cantando y las hojas de los arboles rechinando al caer.

 ¿Qué hora es? Levanto la vista y observo el celular, 9:30 am.

 —¿Qué? Es súper tarde. 

Me quito la sabana rápidamente, en un movimiento en falso caigo al piso dando vueltas. 

¡Auchh! Eso duele.

 Me desenrollo, corro al baño y puedo ver el almanaque colgado en la pared. 

¡Por Dios! Qué pena, empozo mis rostro entre mis manos y mis mejillas se sonrojan, esto solo me pasa a mí, me doy cuenta que es sábado. Yo pensando que iba tarde a clases, estoy perdida en el espacio; me rio de mi propia torpeza. Entro a la ducha, duro un rato pensando y relajándome, cuando termino me envuelvo en la toalla. ¿Qué haré hoy? Es sábado, no tengo ningún tipo de plan. 

Abro mi armario y busco la ropa, decido ponerme un jean negro, zapatos deportivos y franela blanca con una chaqueta de jean negra. Y así ya estoy bien, me aplico un poco de brillo labial, bato mi pelo y salgo.

 —Buenos días, ¿cómo amanecen? —Saludo a mis papas que están sentados en el comedor.

 —Buenos días nena ¿cómo amaneciste? —Pregunta mi madre. 

—Bien, muy bien como siempre madre —digo mientras tomo asiento— que rico se ve esto.

 —¿A dónde vas hija? —Pregunta desconcertada ignorando por completo lo que he dicho.

 —No sé todavía, creo que iré al centro ¿por qué?.

 —No, solo pregunto porque te veo arreglada. Te portas bien —advierte. 

Mi mamá es bastante celosa conmigo, dice que no quiere que me pase nada y mucho menos que salga con un paquete, antes de terminar mis estudios. Me cuida mucho diría yo, mucho más de lo normal. 

—Tranquila, así será —digo y me retiro.

 Voy a mi cuarto y busco el teléfono, tecleo el número de Keila y le escribo.

 Para: Keila Hola nena ¿qué harás hoy? ¿Vamos al centro?.

Envío el mensaje y espero la respuesta, a los segundos aparece en la pantalla su mensaje, lo desbloqueo y reviso. 

De: Keila Claro, quiero pizza. Nos vemos allá

Respondo el mensaje.

 Para: Keila Okey, en Papa John's te espero Papa John's.

 Este es un sitio donde venden unas pizzas geniales, son las mejores que he probado.

 Guardo mi teléfono y salgo. Abro el portón y me encuentro a mi pequeño amigo.

 —Hola ¿cómo estás? —Pregunta Nolan.

 —Bien, ¿y tu cómo estás? —Pregunto. 

Es el más joven de esa casa, tiene como catorce años pero es bastante grande para su edad. 

—¡Bien! —Dice con una sonrisa de oreja a oreja. 

Veo que a su lado va el chico misterioso, por primera vez lo observo de frente, tiene ojos marrones oscuros y un poco rasgados. ¡Pero qué bello es! Dice mi subconsciente, me quedo observando, es como cuando escucho una tierna melodía, lo que siento en este momento, es como una obra maestra, es este chico... ¡Basta Evangelina! Reacciona ¿qué te pasa? Me reprendo y vuelvo a la realidad. 

El chico me observa con timidez, y al ver que lo observo baja la mirada mientras juguetea con sus manos, y yo me ruborizo con su gesto. 

—Bueno, chao Eva. Iré a caminar un rato —dice Nolan y se va extendiendo su mano a lo lejos, como un gesto de despedida. 

Observo como se alejan lentamente. ¡Dios! Tan cerca y tan lejos a la vez, hasta cuando sentiré esta incertidumbre por dentro, es una sensación inexplicable, como la calma más grande que se puede sentir. Una calidez y una frialdad juntas, es como esa sensación de peligro que te enciende la adrenalina y decides tomar el riesgo, así sea lo último que hagas. Ese chico me activa y me desactiva en un instante, ¿serán familia? O ¿será que son simples conocidos? Son muchas preguntas las que me hago, pero es imposible hallar la respuesta en este momento, siento que lo he visto antes ¿dónde? Piensa Evangelina, donde lo viste. 

 ¡Pero claro! Ya lo recuerdo; esa imagen, esa mirada tan picara y tímida el mismo rostro. Él es aquel niño que vino una vez, hace algunos años a buscar unos sobres y se fue corriendo. Los recuerdos llegan a mi cabeza de una forma constante, ese día, ese niño, su mirada. Debe de tener como veinte o veintiún años, si no me equivoco, le calculo mi edad pero ¿qué estará haciendo por aquí?.

 Voy hacia la avenida y paro un taxi, me subo con ligereza. 

—Señor, al centro comercial por favor —digo y me acomodo mientras saco unos audífonos de mi pequeño bolso y me los coloco para despejar mi mente.

 —¡Joven llegamos! —Dice el señor mientras gira su rostro hacia atrás para hacerme señas.

 —¡Ah! Muchas gracias señor.

 Le entrego el dinero de la carrera y me bajo, camino hacia el lugar de encuentro con mi amiga, a lo lejos la alcanzo a ver. Sí, ahí está como siempre tan puntual. 

—Hola ¿cómo estás amiga? —Me saluda Keila levantándose y dándome un beso en la mejilla el cual le respondo.

 —Bien mujer. ¿Cómo estás? .

—Bien también esperando por ti —dice y se ríe.

 —¡Pero si llegue temprano, no exageres! —¿Y ya pediste la pizza Keila? —Pregunto.

 —Sí, sabes que yo soy muy eficiente —dice y me muestra una sonrisa angelical entrecerrando los ojos, pero falla en el intento. 

Después de esperar un rato, nos traen el pedido, comemos y charlamos un poco de las clases, los problemas amorosos de ella los cuales son demasiados, ya que ni ella misma sabe qué hacer con su vida; luego de eso terminamos por irnos. Comemos helado en el camino y salimos a esperar un taxi, que nos lleve a nuestras casas. 

Al llegar a casa voy directo a mi cuarto rápidamente, el tiempo senos fue hablando y riendo.

 Miro la hora y son las 7:30 pm, me cambio para quedarme en pijama. Me recuesto pesadamente en la cama para pensar un poco, tomo mis audífonos y me los coloco, dejo que la música suave calme mis pensamientos desvariados, ya es hora de dejar de pensar en ese chico. Aun no logro entenderlo, debo detenerme ahora.  

Su MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora