Dos Años De Vacaciones (Julio Verne)

parte 5

Luis corto con su cuchillo la cuerda que asfixiaba al grumete y lo llevó hacia la popa.
-¡gracias, señor Briant, gracias! - exclamó Moko al recuperar las fuerzas para hablar.
Y volvió a colocarse al timón, donde los cuatro se amarraron para resistir las enormes olas que amenazaban al sloughi.
Hacia cinco de la mañana una luz se dejó ver; por desgracia la niebla limitaba la vista a menos de un cuarto de milla. Las nubes corrían con una velocidad increíble. El huracán no había perdido nada de su fuerza, y el mar desaparecía bajo la espuma que producía las olas al romperse. La goleta, tan pronto levantada en la cima de una ola como hundida, al parecer, en el fondo del abismo, habría zozobrado veinte veces si el viento no la hubiera agarrado de costado. De pronto Moko grito:
- ¡tierra! ¡Tierra! ¡Tierra al este!
E indicaba un punto del horizonte.
-¡si, es la tierra...la tierra! - exclamó Luis.
-¡y una tierra muy baja! - añadió Dick, que acababa de observar con más atención el litoral.
No había duda. La bruma empezaba a aclarar y les permitía ver tierra, un continente o isla, que se dibujaba con unas seis millas en una ancha parte del horizonte. Con la dirección que llevaba, el sloughi estaría allí en menos de una hora, con el peligro de destrozarse contra las rocas. Pero los pobres muchachos no pensaban en tal riesgo. Esa tierra les parecía la salvación.
El viento comenzó a soplar con más violencia y el sloughi, llevado como una pluma, se precipitó hacia la costa, donde se veía un acantilado de no más de doscientos pues y una playa amarillenta cerrada a la derecha por masas que parecían pertenecer a bosques del interior.
Luis pensó que más valía todos sus compañeros estuvieran sobre el puente para el momento en que el buque encallara. Se asomo por la escotilla y grito:
-¡ arriba todo el mundo!
En el acto el perro se lanzo fuera, seguido de unos diez niños. Los más pequeños gritaban asustados al ver las olas.