CAPITULO 3

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Las ventajas de ser yo, son muchas. No soy vanidosa, pero en el fondo sé que soy hermosa y que la mayoría de los hombres matarían por estar entre mis piernas, pero solo algunos tienen ese privilegio. Tienen que hacer algo muy especial por mí para que les conceda el deseo de ser suya.

Entro en la oficina donde está el despacho del director Burquiza. Su secretaria esta frente al escritorio atendiendo una llamada, yo paso de largo a la oficina de él, escucho que ella me grita algo pero no me detengo. Abro la puerta y esta el reunido con la flamante Sra. Burquiza.

-¿Quién eres tú y como te atreves a entrar así a la oficina de mi esposo? –Los ojos de la Sra. Burquiza me recorren de pies a cabeza.

-Cielo retírate, tengo asuntos que atender con la señorita. -Contesto el, antes de que yo lo hiciera. -Te llamo en un par de horas y agendamos la cena con los Evans –La guió de la cintura a la puerta. Se despidieron con un beso, y sin más, ella salió. Era la típica esposa sumisa que hacia lo que el pedía.

>> ¿Qué necesitas Lara? Estoy ocupado –Volvió a su escritorio y tomo su lugar detrás de este.

-Necesito a tu sobrino lejos de mi Alexander, no me gusta que me esté pisando los talones. Sabes que eso no es bueno para los dos. –Rodee el escritorio y me senté sobre sus piernas. Si, él era uno de los que tenían privilegios.

Alexander, a pesar de rondar los 37 era un hombre bastante sexy. Su cabello color negro matizado con algunas canas lo hacían ver apetecible. Sabía perfectamente que debajo de ese costoso traje había un excelente cuerpo moreno con los músculos bien definidos. Era amante del deporte y del gimnasio. Por eso a pesar de ser mayor se mantenía en forma. Sus ojos eran de un color azul, que se tornaban negros cuando se enojaba o se excitaba, como ahora. Hace año y medio que él y yo empezamos a hacer negocios y hasta apenas hace un mes entro a la lista V.I.P.

-Sabes que Jean Carlo es indomable. Siempre hace lo que se le antoja –Su mano izquierda comenzó a acariciar mi muslo derecho y tomo mi oreja entre sus dientes. ¡Dios! Me encantaba que hiciera eso.

-Te lo advierto Alexander, o lo alejas o se atiene a las consecuencias, nadie mete sus narices en mis cosas y sale bien librado. Tú más que nadie lo sabe.

-Está bien, déjame todo a mí. Hablare con él y si no, veré la forma de mantenerlo lejos de aquí. –Me levanto de sus piernas y me coloco encima de su escritorio. –Otra pequeña cosita Lara, -Con sus ágiles manos me despojo de mi blusa y mi sostén –No vuelvas a entrar así a mi oficina, aprende modales niña. Se toca antes de pasar –Sus dedos jugaban con mis pezones. El muy cabrón sabia como excitarme en menos de 2 minutos.

Lo tome de la cintura, abrí mis piernas y lo coloque entre ellas. Con una mano lo tome del cuello y lo acerque a mi boca, y con la otra empecé a masajear su ya dura y notable erección.

-Entiende una cosa Alexander, tú puedes ser el dueño de este colegio, de la ciudad si te da la gana, pero yo soy la que manda. Y ni tú, ni nadie me van a decir cómo debo comportarme –Tome su labio inferior entre mis dientes y tire de él, rudo, como sabía que le gustaba. Le quite el saco y la corbata, los cuales acabaron en el suelo. Abrí la camisa de un tiro y los botones salieron volando.

>> Anótame esta camisa también a la lista de las que te debo. Ahora, una vez establecido el punto. Voy a follarte en tu maldita oficina, y si se me da la gana, la próxima vez será en tu cama.

En ese momento su secretaria entro y pego un grito. Yo estaba de espaldas a ella, pero sabía a la perfección como iba a acabar esto. Estábamos ambos semidesnudos,

-¡SAL DE LA PUTA OFICINA SANDRA! –El grito que le dio seguramente lo escucho toda la escuela.

-P...pe...pero señor...

La Serpiente NegraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora