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"Cierra tu maldita boca. De verdad no me importa, Luke. de hecho el que no me importa eres tú." Sus palabras hacían eco en el interior de mi cabeza desde aquel día en el que fueron pronunciadas. No había poder humano que pudiera liberarme de la tortura a la que Quinn me había condenado. Todos los días se repetían una y otra vez, simplemente no podía escapar.

—Hey, guapo.— Sentí un par de dedos tomar mi mentón y elevarlo sólo para encontrarme con los oscuros ojos de aquella extravagante mujer que se encontraba frente a mi.— Ya se te acabó el tiempo.

Deslicé mi mano por el bolsillo de mi pantalón y tomé mi billetera, ni siquiera me molesté en mirar en el interior y tomé cuantos billetes me fue posible. —Sigue. — Habia desarrollado cierta habilidad por meter billetes en las copas de los sostenes de las stripers que ya podía, literalmente, hacerlo con los ojos cerrados. Mientras la copa estuviera llena, todos estábamos contentos.

Escuché una risa a la cuál decidí no tomarle importancia.

—Hay una larga fila esperando. —Mi mirada viajó hasta los delgados labios que se movían emitiendo palabras que no me interesaba escuchar. O al menos al principio creí que sería así. La vi meter una de sus manos en la copa de su sostén para sacar los billetes que yo acababa de darle y meterlos en la ranura que se encontraba entre los botones de mi camisa. Y de nuevo, sus labios se movieron a la par de las palabras que pronunciaba.— Si quieres otro baile tendrás que volver a formarte.

Me tomó un par de segundos procesar sus palabras y entender que lo que ella quería decirme era que tenia que salir de su camino, cosa que no tenia prevista. Según mis planes ella iba a mover su precioso culo frente a mi durante un par de horas más.

Terminé poniéndome de pie y saliendo del cuarto que proyectaba luces en colores florecientes sobre nuestros cuerpos. Escuché sus palabras y entendí lo que quería decir pero lo que no entendía era qué sentido tenía hacerme formar por segunda vez en una fila cuando yo ya estaba ahí dentro.

Para mi no influía que fuera la bailarina más solicitada del lugar. Lo único que era de gran relevancia era la cantidad de dinero que yo podía poner entre sus piernas y las de su jefe, la cuál era una cantidad mucho mayor a la que cualquier idiota en la fila estuviera dispuesto a aportar.

De todas formas, mi política era que todos los asuntos económicos e inconvenientes que pudieran llegar a presentarse se discutían con el gerente del lugar, no con las chicas cuyo único delito había sido ser lo suficientemente bonitas y miserables para terminar prestando sus servicios en un lugar como ese.

Era totalmente absurdo ser el cliente más frecuente de ese lugar y aun así no tener el respeto que me merecía como tal.

Más absurdo seria que después de aquella noche las cosas para Luke se complicaran más. Su pobre alma ya cargaba con el dolor suficiente como para matar a cualquiera y a eso solo estaba por sumarsele aun más desdicha y dolor.

baby, baby » l.h.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora