Un comentario sobre el redescubrimiento del alma humana

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  He estado ocupado en la investigación de los fundamentos de la vida, el universo material y la conducta humana", escribió L. Ronald Hubbard acerca de su largo periplo filosófico hacia Dianética y Cienciología, y procedió a hacer alusión a una búsqueda "por muchas rutas principales, a través de muchas rutas laterales, a muchas callejuelas traseras llenas de incertidumbre". Una explicación adicional de esa búsqueda es la introducción y el primer capítulo a una retrospectiva llamada: El redescubrimiento del alma humana. 

Comenzado en 1956, pero nunca terminado, el manuscrito relata en efecto, todo lo que precedió a lo que aparece en esta publicación. Como un comentario del contexto en general, añadamos algunos de los puntos más sobresalientes: aunque los eventos aquí relatados marcan el comienzo de la búsqueda filosófica de Hubbard, él ya había pasado varios años previamente, según lo describiera en otra parte, "husmeando con mente inquisitiva", en temas de esta índole. Dignos de mención fueron sus primeros estudios psicoanalíticos con el Comandante Joseph Cheeseman Thompson de la Fuerza Naval de los Estados Unidos, quien por cierto, fue el primer oficial militar de los Estados Unidos que estudió con Freud en Viena, y uno de los primeros en introducir las teorías de Freud en el campo de la etnología. También digna de relatar fue la temprana amistad de Ronald con los profundamente espirituales miembros de la tribu Pies Negros, en su casa de Montana y en los alrededores de esta, y los que llegaron a ser sus estudios de la tradición popular con un famoso hechicero de aquella zona. El punto es que, en ambos casos –mucho antes de que Ronald llegara a la Universidad George Washington– Ronald había meditado mucho sobre ello. Finalmente, y como se hace referencia aquí, Ronald también había pasado casi dos años en la China prerrevolucionaria, y de hecho, había estado entre los primeros occidentales, después de Marco Polo, en tener acceso a los vedados monasterios budistas tibetanos diseminados a lo largo de las colinas del sur de Manchuria.

Acerca de El redescubrimiento del alma humana, añadamos que al referirse al "temible y un poco loco" jefe del Departamento de Psicología de la Universidad de George Washington, Ronald está hablando en efecto del Dr. Frederick Moss, infame entre los estudiantes por sus preguntas capciosas y por hacer correr ratas a través de horrendos laberintos eléctricos. Entretanto, el "muy famoso psiquiatra", que analiza los cálculos de Ronald sobre la capacidad de la memoria en la mente humana, fue nada menos que William Alanson White, entonces Superintendente del Hospital St. Elizabeth de Washington, DC, y aún famoso por su oposición abierta a la cirugía cerebral. Y de la mayor importancia, sin embargo, y entendamos simplemente esto: al recordar sus trabajos a lo largo de estos años, en particular sus esfuerzos por aislar el depósito de la mente humana, estaba ciertamente planteando una pregunta filosófica crucial. Así, cuando intentamos explicar toda la memoria humana en términos de fenómenos puramente físicos, nos encontramos mirando en última instancia al error singular en la totalidad del credo científico de Occidente. Es decir, ningún diagrama del cerebro humano puede explicar todo lo que somos capaces de recordar (y mucho menos imaginar). No es sin razón, entonces, que William Alanson White comentara, como respuesta a los cálculos de Ronald sobre la memoria: "Acabas de tirar a la basura todos los fundamentos de la teoría psiquiátrica y neurológica".

Hoy, por supuesto, psicólogos, psiquiatras, neurólogos y demás, no dejan piedra por mover con sus esfuerzos por proponer teorías suficientemente vastas que expliquen la memoria humana en términos físicos. (Una de las más recientes incluye un modelo de rastros de memoria no localizados, o dispersos en los contactos sinápticos, de tal modo que las memorias están superpuestas unas a las otras, mientras que otra de las teorías mantiene que la memoria es recreada a través de interacción neural dinámica). Pero en cualquier caso, las preguntas que Ronald planteó en 1932 aún no se pueden responder dentro de un contexto completamente material. De ahí, la admisión cada vez más frecuente de la comunidad científica que quizás, después de todo, como lo dice Ronald, "el hombre, como todo un erudito, sabía muy poco acerca del tema". 

Excalibur una puerta al manicomioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora