Capítulo [1]

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El fuerte ruido de los rayos y truenos hacen que vuelva a la realidad. En cuestión de segundos mis ojos se encuentran examinando cada centímetro de mi habitación. Y como de costumbre me encuentro sola. Miro el reloj de la mesilla de noche junto a unas pastillas para dormir. Miro la hora y eran las cuatro y media de la madrugada.
Me aparto las sábanas dejando que la suave brisa que entra por la ventana abierta me erice la piel. Me levanto y me dirijo hacia la ventana, la cierro y giro sobre mis talones y me encuentro con mi reflejo, me miro fijamente observando cada uno de mis defectos, miro detenidamente a la chica idéntica a mí que aparenta normalidad aunque en realidad, ya no puede más. Estiro mi brazo alcanzando las sábanas, tiro de ellas cogiendo una, me pongo de puntillas colocando las sábanas sobre las dos esquinas superiores del espejo, suspiro aliviada por no verme reflejada.

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Llaman a la puerta haciéndome sobresaltar y rápidamente agarro las mangas de mi pijama y tiro hacia abajo tapando las marcas de mis muñecas.
Una enfermera se adentra en mi habitación con un carro lleno de bandejas en las que hay comida. Se acerca a mí colocando una bandeja donde hay un post-it con mi nombre.
La coloca encima de mi mesa auxiliar alejándose unos centímetros de mí, me observa fijamente mientras yo observo con atención cada letra de mi nombre "A-n-n-e".
Me intenta llamar la atención con una tos falsa. Me centro en la bandeja, lentamente quito la tapa encontrándome con el mismo desayuno de siempre, unas simples piezas de fruta y unos frutos secos acompañados de un vaso de leche. Como diariamente la enfermera se queda hasta que termine mi desayuno para asegurarse de que lo acabo.
Una vez acabado, la enfermera me sonríe falsamente como siempre, dándome a entender que lo que hago está bien. Antes de irse me cierra la puerta del baño con cerrojo.

Capítulo 24
Coloqué una mano junto a su mejilla y acaricié aquellas pecas que tanto me gustaban. Tenía la piel tan suave como el alabastro y no puede evitar inclinarme y besarla.

De repente irrumpen en mi habitación, rápidamente guardo el libro debajo de mi almohada. Entra mi médico, se coloca a mi lado para hacerme la revisión diaria. Levanta delicadamente las mangas de mi sudadera para asegurarse que no haya nuevas marcas en mi cuerpo. Coloca la báscula, apoyo las manos sobre la cama y pesadamente me levanto. Me subo a la báscula y mientras la aguja marca mi peso suspiro cansada de hacer siempre lo mismo, una vez que anota mis resultados me ofrece una sonrisa sincera y me da unos golpecitos en el hombro felicitándome por mis resultados.
Vuelvo a tumbarme en mi cama y le miro fijamente para que se vaya.

-Anne, ¿por qué no sales a que te de un poco el aire? Llevas días aquí encerrada- le miro con cara de asco.
-Haz lo que quieras, que yo tengo más trabajo- .

Sale de la habitación cerrando la puerta detrás de él. Miro por la ventana y observo el buen día que hace, y entonces decido salir un rato a la azotea para que me de el aire. Me pongo mis zapatillas de andar por casa con forma de cerditos, cojo mi bata y salgo de la habitación. Cierro detrás mía, lo primero que observo son las habitaciones que hay a mi alrededor y unas que otras personas deambulando por los pasillos de mi planta. Recorro el pasillo hasta llegar al ascensor. Me adentro en él y pulso el botón que indica la planta más alta, la azotea. Se cierran las puertas y noto como empieza a ascender.
Al abrirse las puertas salgo inmediatamente del ascensor y me encuentro a varias personas con distintos problemas que han venido a hacer lo mismo que yo, tomar el aire. También hay algunas enfermeras vigilando que todo vaya bien y que nadie cometa ninguna locura.

Anne...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora