Secret (Cap.4)

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Algo me despertó en medio de la noche, un ruido quizás. Aguardé un momento. Oía movimiento en mi habitación. No podía ser verdad, ¿Me había dejado por cerrar alguna ventana, una puerta, quizás? Tenía los ojos puestos en Lana, ella parecía seguir durmiendo plácidamente, como el resto de la casa. Debía hacer algo, si se trataba de un ladrón...

Me giré lentamente en mi cama, intentando hacer el mínimo ruido con las sábanas, para descubrir de donde provenían esos ruidos. Me costó Dios y ayuda ahogar el grito que subió por mi garganta al ver esa sombra al lado de mi cama rebuscando entre los estantes.

Fue cuestión de segundos. Con toda la fuerza que pude reunir en un sólo brazo, incorporándome un poco y de golpe, le metí un puñetazo en el estómago a aquella sombra. De pronto, una contundente mano tapó mi boca, impidiéndome gritar, y un libro, de alguno de los estantes supuse, cayó estampándose de pleno en mi cara.

Sí, me había hecho daño. Y sí, si antes había estado asustada, ahora me encontraba furiosa. Pensaba machacar quienquiera que fuese. Apreté los puños dispuesta a pegar otro puñetazo.

- Soy yo, Ryo. Deja de hacer ruido, ¿Quieres despertar a medio vecindario o qué? -Me susurró con cierta irritación al oído y un cierto deje de impertinencia-

- ¡¿Qué coñ..?! Se puede saber qué haces rebuscando en mí habitación a las tantas de la madrugada?!! – Respondí con ganas de arrancarle la cabeza-

Él, como única respuesta se puso un dedo índice en los labios, pidiendo silencio, y con la otra mano me indicó que le siguiese. Se llevó bajo un brazo el libro que, segundos antes, había aterrizado en mi cara aplastándome la nariz y propiciándome un buen chichón en la frente.

"Pues muchas gracias." Pensé enfadada.

Fuimos a la cocina y nos servimos un vaso de limonada antes de irnos al porche. El reloj marcaba las 3 de la mañana en punto.

Ya en la parte trasera del jardín y después de un largo silencio incomodo, decidí hablar.

- Bueno, me vas a explicar qué demonios hacías en mi habitación? –Dije aun molesta-

- Nada, buscaba un libro. –Contestó él con pasmosa tranquilidad tomando otro sorbo de limonada- Ese que te ha caído en la cara.

Respiré hondo. Si no lo hacía, lo mataba.

- Y no podías buscarlo mañana por la maña...?

- Estás hermosa. – Dijo clavándome de repente sus pupilas verdes en las mías-

Silencio.

- ¿Qu.. Qué? – Respondí confundida por el giro que acababa de hacer la conversación-

Esas palabras me desconcertaron totalmente. En la vida había oído a Ryo echarle un piropo a nadie sin estar obligado a ello, y menos, a una persona con ojos legañosos y pelos de loca.

- Nada. Siento haberte despertado, que descanses. – Se despidió levantándose del sofá-

"Sí hombre, ¿Me tomas el pelo? Dejas caer la bomba y ahora huyes con el rabo entre las piernas? De ninguna manera."

Lo agarré por la camiseta que utilizaba como pijama junto a unos pantalones finos largos. Se giró volviendo a clavarme esos ojos, ahora interrogativos.

- Espera... – Empecé a decir- ¿Te pasa algo? ¿Es por mí? ¿¿Por nosotras??

- ...

- Quiero decir... Estás raro. Vaya, más raro de lo que sueles estar siempre haha – Bromeé intentando relajar el ambiente-

- ...

- Joder Ryo! Di algo, dame alguna pista de lo que te pasa! Antes no éramos así... –Le espeté impacientándome delante de tanto misterio por su parte-

- En realidad, me alegré mucho cuando me enteré de veníais. Pensé que las cosas volverían a ser como antes... –Empezó a decir- Pero me equivoqué, no creo que pueda volver a verte con los mismos ojos que cuando éramos niños. –Sonrió- Buenas noches.

Ryo entró en la casa y oí como se encerraba en su habitación.

¿Cómo demonios debía tomarme eso? Tenía toda la pinta de haber sido...

"Nono, imposible. Somos primos." –Pensé ladeando a lado y lado la cabeza-

Quería decir eso que, después de perder el contacto al terminar el bachillerato, su amistad era irrecuperable? Para mí también fue el mejor amigo que nunca tuve...

Decidí no comerme más la cabeza y volver a mi cuarto también. No quería tener que responder a las preguntas de mis tíos sobre lo que hacía... Sí, concreté con el reloj de la cocina, a las tres y media de la mañana, sola en el porche. Cerré la puerta trasera con la llave que tenía puesta en el cierre y subí las escaleras con cuidado. Lana seguía durmiendo tranquilamente en su cama, le besé la frente, y me estiré en la mía. Pronto cerré los parpados para dormir otra vez.


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