VI

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Caperucita roja se quedó totalmente inmóvil ante esos ojos de azul profundo. Lentamente por entre la maleza y los árboles una silueta se fue aclarando, al tiempo que esos orbes azul cobalto se aproximaban a la chica, quien solo podía mirar sin atinar a hacer nada, no por que no pudiera, sino por que no quería perder contacto con aquellos ojos.

Frente a ella estaba un joven de tez pálida ataviado con un smoking y sombrero de copa, sus colmillos resaltaban por su longitud, adornando una blanca y encantadora sonrisa. Aquel hombre miraba a la chica atentamente, sin perder detalle de sus movimientos, los cuales eran mínimos.

- Buenos días caperucita roja. - Dijo el hombre.

- Bu-buenos días... señor... lobo. - Respondió aturdida la jovencita.

- ¿Le gustaría tomar el té conmigo? - Preguntó mientras le indicaba un hongo pequeño que se encontraba junto a un hongo más grande, en donde se encontraba servido un juego de té. - ¿Que la trae por estos lugares? - Preguntó el lobo mientras le dirigía una penetrante mirada.

- Yo... emm... me dirigía a ver a mi abuelita que esta enferma, pero... sucedieron algunas cosas y.. emm... no sé donde me encuentro. - Dijo la chica mientras sus mejillas se coloreaban intensamente al sentir la mirada azul de aquel individuo.

- Ya veo, así que un conejo perdido en este bosque. - Dijo más para sí el hombre. - ¿Le gustaría acompañarme a tomar el té?

- Yo... emm... no se... debo buscar a...

- Permítame insistir querida, siempre es más agradable tomar el té en compañía de alguien. - Dijo en forma galante y seductora aquel hombre y la chica repentinamente vio caer todas sus defensas al sentir la mirada de aquel hombre.

- Bu-bueno, ya que insiste... yo...creo que puedo quedarme un rato. - Dijo con un leve temblor en su voz aquella chica.

- Y digame, ¿es de por aquí? Siento que la he visto antes - Preguntó el lobo mirándola intensamente con verdadera curiosidad sin por ello derramar el te que en ese momento servia en una delicada taza de porcelana con bellos motivos forales sacada de no se donde.

- No, para nada, yo vivo en el lindero del bosque, más allá de los setos. - Respondió la chica.

- Y sin embargo su aroma es tan familiar. - Comentó el apuesto hombre mientras suavemente tomaba delicadamente entre sus dedos un mechón de cabello de la chica y lo olía suavemente, causando un sonrojo por parte de la chica. - Oh, disculpe mi rudeza, es solo que usted huele muy bien señorita.

Por un momento la chica pudo ver como si aquellos ojos azul cobalto cambiaran a un tono rojo escarlata. Sin embargo, en un parpadeo, todo había vuelto a la normalidad. La platica continuó rodeando temas sin importancia y poco a poco el lobo fue reduciendo su distancia entre la chica y él, sin que apenas la pobrecilla criatura se percatara. Esos hipnóticos ojos la hicieron caer en un trance, una espiral oscura que poco a poco la sumergía en un destino fatal.

Mientras tanto, su hermana la buscaba con cada vez menos paciencia y en su mente formulaba  múltiples maneras de vengarse de su desconsiderada hermana. El lugar en el que se encontraba era ni más ni menos un extraña sección de bosque, donde entre las frondas de os árboles y arbustos, se podían ver espejos de todas las formas y tamaños. Al pasar por el lado de uno particularmente grande la figura de un hombre joven sustituyó su usual reflejo, la chica volvió sobre sus pasos, pero quien le devolvió la mirada fue ella misma. Continuo su camino mientras pensaba que ese lugar era muy raro, al tiempo que en otro espejo, esta vez de menor tamaño, volvía a aparecer la figura de el joven zorro. La chica inmediatamente buscó dentras de aquel espejo, pero no había nadie en ese lugar.

- Ahí no me encontraras. - Dijo de forma burlona el joven hombre.

- ¿Donde estas? Ahora mismo ajustare cuentas contigo. - Dijo retadoramente la chica.

- Pues, si tuviera que responder diría que no estoy ni aquí... ni por allá.

Noir ya cansada rompió aquel espejo de un golpe.

- Que malos modales tienes, yo solo quería ayudar. - Dijo falsamente ofendido desde otro espejo. - Deja ya tus berrinches niña, hay algo que te quiero mostrar. - La figura del zorro se difumino en una espiral dentro del espejo más grande mientras la imagen de un gran árbol en el bosque oscuro se dejaba ver, permitiendo también reconocer la figura de un hombre muy apuesto el cual abrazaba a una chica de roja caperuza y apariencia menuda. Ambos se miraban con gran intensidad, lo cual causó un escalofrío en la espalda de la hermana de negros ropajes. La mano del hombre levanto suavemente la barbilla de la chica y lentamente acerco su rostro a los rojos labios de cereza de la chica frente a él. El beso fue en un principio suave, pero creció en intensidad rápidamente. Se separaron y se miraron con algo que Noir jamas había visto, sin embargo, un instintivo miedo se apoderó de ella y comenzó a golpear el espejo con todas sus fuerzas, mientras gritaba a su hermana para hacerla entrar en razón, pero su voz no podía ser escuchada. La caperuza roja cayó al suelo mientras el hombre acariciaba el desnudo y blanco cuello de aquella chiquilla, para después acercarse lentamente y en un movimiento violento, morder ferozmente aquel delgado cuello, ocasionando que el árbol cerca de ellos se tiñera de con la sangre de aquella joven conejita, mientras la mirada de la chica se perdía en el vacío alejándose del mismo modo que su vida.

Caperucitas en el pais de las maravillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora