La chica se movió torpemente aun aturdida mientras buscaba a tientas algo que usar para defenderse de lo que fuera aquello que gruñó. Mientras su tacto le daba una vaga idea de su entorno sintió un cambio en el terreno, pues la suave superficie fue sustituida de forma abrupta por el frío de un suelo liso. Continuó su ciego movimiento a 4 patas y para cuando se dio cuenta de que estaba cerca de un borde fue muy tarde. El lugar en que se apoyaba su mano de derrumbó haciéndola perder su escaso equilibrio, para luego sentir la ya conocida sensación de un vacío de longitud desconocida. Para su sorpresa en esta ocasión un tacto suave se sintió pronto y lentamente pudo percibir que se elevaba. Sus ojos aun no se habían adaptado del todo, pero sin lugar a dudas, ya podía dilucidar siluetas definidas. A su espalda la sensación desapareció de súbito y volvió a caer, para casi inmediatamente volver a sentir suavidad seguida de una lenta elevación por encima del suelo de aquel lugar. Este proceso se repitió varias veces hasta que la chica fue capaz de ver un poco más en la oscuridad y entonces notó que debajo de ella surgían burbujas de color verdoso, las cuales lograban elevarla, pero al momento de romperse, la dejaban caer hacia otra burbuja. Mientras se elevaba pudo notar una silueta que la miraba desde un borde del abismo del cual procedían las burbujas. La chica hizo un esfuerzo para enfocar a quien la observaba.
- ¿Quien...? - Pronunció de forma involuntaria la chica.
- Nadie sospechoso de momento. - La interrumpió sin miramientos aquella persona. Una voz sin duda masculina, de tono grave, agradable en forma extraña. Aquella persona rompió la burbuja que en ese momento elevaba a la chica y la cargo en sus brazos cuando esta cayó, sosteniéndola sin aparentes dificultades y la llevó hasta la zona del calabozo que tenia consistencia suave. En ese lugar la dejó descansar. Luego de varias horas, la chica logró despabilarse completamente y de un salto se puso de pie, solo para sentir un leve temblor en sus piernas.
- Seguro te dieron una paliza. - Dijo la voz que anteriormente había oído. - Deberías moverte con más cuidado de momento.
- ¿Quien eres tú? - Dijo amenazadoramente mientras buscaba cualquier cosa con que defenderse.
- Si deseas una pelea de almohadas estoy más que dispuesto a llevarla acabo, pero eso no nos llevaría ningún lado.
Quien le hablo era un alto joven de cabello claro el cual se encontraba de espaldas a ella y vestía una gabardina invernal abierta y ropas constituidas de retasos diferentes de tela, curiosamente de tonalidades acordes. Estaba descalzo y de entre sus ropas saco un par de anteojos de media luna, colocándoselos mientras giraba su cabeza hacia atrás y miraba a la joven de negros ropajes.
- Ya veo cual es tu situación. - Dijo mientras se giraba hacia la oscuridad.
- ¿Qué puedes saber tu de lo mi? - Dijo Noir mientras la ira se elevaba en su interior.
- Tu perdida fue grande, no obstante, la vida no se detiene por nadie. - Dijo sin mirarla.
- Cierra la boca, ¿Quién crees que eres para sermonearme? - Grito la chica molesta.
- Yo... soy tu padre. - Dijo el joven dejando a la chica estupefacta.
- ¿Qué dij...? - Comenzó a gesticular la chica sin creerlo.
- Siempre quise decir eso. - Comentó para si mismo el chico mientras se llevaba una mano a la barbilla orgullosamente. - Sonó genial, estoy seguro.
- ...Eh?... - Fue lo único que la conejita atino a gesticular.
- Ah, lo que dije recién no es cierto, no soy tu padre, solo quería probar decirlo. -Se explicó su interlocutor sin perder su postura.
- Ya veo, solo otro loco. - Dijo la chica mientras caminaba para buscar una salida del lugar mientras ignoraba al joven.
- La locura no es más que otra manera de ver la realidad, además, solo estas hablado desde el punto de vista de tu entorno, pero piensa un momento fuera de tu egocentrismo. En este mundo todo esto es lo usual, por lo tanto, la que actúa de forma anormal eres tu. - Dijo él.
- No tengo por que escuchar la lógica de un loco. - Replicó ella.
- Ciertamente tu lógica es delirante, pero por ahí no se sale. - Dijo divertido el hombre mientras sacaba una lampara de entre sus ropas. - Si vienes por aquí hallaras una salida segura.
El joven comenzó a caminar sin mirar atrás, por su parte, la conejita de ropajes negros lo vio alejarse y luego de dudar un poco, decidió seguirlo, pues a pesar de todo, él era su única opción en ese momento. Caminaron por un tramo bastante largo, sin embargo, nada se alcanzaba a ver.
Noir estaba por replicar cuando un "Llegamos" por parte de su acompañante le descuadro. Ante ellos habia una puerta, en cuya cerradura se podía notar una cara.
- ¿Numero de autorizacion? - Preguntó de forma pedante y pomposa la cara.
El silencio fue su respuesta.
- Si no me dan su número de autorización no pueden pasar.
- Este es un secreto del oficio. - Le susurró suavemente al oído el joven a La conejita de ropas negras, causandole un escalofrio. - Vamos, dejanos pasar, tengo tu nariz. - Al decir esto le quito el pomo a la puerta caudando que la cara hiciera una mueca de terror. - Uy, si la tengo... Ajuummmm, como sea, dejanos pasar.
-De acuerdo, de acuerdo, pero dame mi nariz. - Dijo quitando el seguro y abriendose para ellos.
El castaño aquel tomo de la mano a la conejita quien seguia conmocionada e inmovil luego de aquel escalofrio, saliendo ambos del lugar, no sin que antes a la cara en la puerta le fuera devuelta su nariz.
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Caperucitas en el pais de las maravillas
RandomDos hermanas conejo vivían en el bosque tan pacíficamente como se podría esperar, sin embargo donde viven no es del todo usual. Nunca hay que dudar de las leyendas e historias de tu comunidad y eso ellas lo aprenderán.