Parte 2

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Yoichi se preguntó incontables veces porque era incapaz de hacerlo, era tan fácil, una sola flecha bastaría para que estuviera a salvo. El vampiro había quedado totalmente indefenso después de usar toda su fuerza en el salto, nada podría lograr incluso si estuviera despierto. El castaño observó el rostro pálido del vampiro, por lo que podía ver parecía que se trataba de un escolta, su uniforme era parecido al de Mikaela por lo que debía ser fuerte, pero daba igual, estaba demasiado herido como para regenerarse por completo. Suspiró, debía hacer algo, pero sabía que atacar en esas condiciones era el acto más cobarde que podía hacer en esos momentos, así que se dijo a si mismo que esperar hasta que el vampiro despertara no sería mala idea, por lo menos disminuiría la carga moral que llevaría consigo.

Las muecas de dolor en el rostro de Lacus eran demasiado marcadas, tanto que incluso llegó a asustar al ojipistache haciéndole creer en ocasiones que era mejor matarle de una vez para aliviar su sufrimiento. Lentamente sacó una flecha, y la apuntó al peli morado poniendo en el rostro una seria expresión, solo hacía falta soltarla y dejar que la flecha hiciera su camino entre el cuerpo del vampiro... pero extrañamente otra vez preferido bajar el arma. Simplemente algo le impedía hacerlo.

Yoichi volvió la vista al fuego y como pudo acercó el cuerpo del joven a la fogata, quizá los vampiros no necesitaban de calor, pero era mejor prevenir que lamentar, o eso pensó mientras le cubría con su capa negra una vez que esta estuvo seca. La noche seria fría, lo sabía porque las estrellas brillaban en su máximo esplendor, como si vigilaran las cosas que sucedían bajo ellas, como si supieran que Yoichi necesitaba confort después de perderlo todo.

Los ojos rojos se abrieron lentamente, debían ser alrededor de las 3 am, tal vez las 2. La cabeza le dolía como muy pocas veces, si no fuera porque la luz era escasa seguro la molestia hubiese sido peor, pero no fue eso lo que llamó su atención sino la capa negra que cubría su cuerpo, no había duda, se trataba de las que utilizaba el ejercito demoniaco, estaba seguro de ello y en un segundo lo quitó de sobre su cuerpo temiendo encontrar cadenas rodándole e impidiéndole escapar, pero en su lugar hiervas guardaban sus heridas causadas por armas endemoniadas ¿estaba soñando?

—Rene— dijo a voz baja esbozando una sonrisa, tratando de relajarse sin bajar la guardia, nadie más que él sería capaz de cuidarle de esa manera, porque después de todo ellos dos eran lo único cercano a una familia dentro de la inmensidad de vampiros existentes en la ciudad subterránea. Sin embargo mas allá de la llama de la fogata pudo olerlo y poco después sus ojos lograron ver a un humano recostado a orillas del rio. Lentamente se incorporó pensado que quizá le haba capturado para experimentar con él y haciendo el menor ruido posible intentó tomar su arma, pero:

—Deja eso en su lugar—

Soltó el castaño son moverse de su descanso. Hacia un buen rato que había despertado aunque la verdad era que en esas condiciones dormir era lo único que no quería hacer y como si se lo esperara en un segundo lanzó la flecha alejando el arma de Lacus quien estuvo a punto de tomarla.

—Si haces demasiado esfuerzo tus heridas se abrirán, por favor, vuelve a dormir—

—quien demonios te crees para darme ordenes— espetó algo enojado el vampiro mientras volvía la mano sobre su hombro, conteniendo el dolor que aun sentía en este.

—Solo no hagas alboroto por favor, o los jinetes nos encontrarán—

—Que es lo que quieres Ningen!— volvió a decir tajante. —Porque has curado mis heridas—

El chico bajó su arco y se sentó permitiendo que sus ojos se encontraran con los del contrario y dejando salir una pequeña pero nerviosa risa contestó:

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