Parte 1

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Cuando se dio cuenta ya estaba lo suficiente lejos como para regresar e incluso si lo intentaba nada le aseguraba que podría lograrlo, porque a esas alturas ya debía haber pasado más de medio día, lo sabía porque el sol estaba por ocultarse

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Cuando se dio cuenta ya estaba lo suficiente lejos como para regresar e incluso si lo intentaba nada le aseguraba que podría lograrlo, porque a esas alturas ya debía haber pasado más de medio día, lo sabía porque el sol estaba por ocultarse. Suspiró, y haciendo fuerzas para no llorar se impulsó con los brazos subiendo al trozo de madera que le había salvado la vida. Llevó la vista al cielo, las estrellas comenzaban a brillar tintineantes en la basta oscuridad, y se preguntó como en un mundo como ese podían verse tan hermosas. Quizá era que las cosas no pintaban muy bien para el que no le importó el hecho de que la corriente le alejaba cada vez mas del grupo. Yoichi rió por lo bajo, las cosas no habían salido como él hubiera querido, es mas tal vez ni siquiera había funcionado el plan que con tanto trabajo le costó realizar al escuadrón Shinoa. El castaño se recostó sobre la balsa improvisada y perdió la vista en las sombras de los arboles cercanos a la orilla de aquel rio, pensando en lo que había salido mal.

Shinoa había ordenado la retirada un vez que Mikaela y Yuuichiro regresaron a sus posiciones, tal parecía que si seguían en esa situación no lograrían hacerse de Guren y la hermana de Kimisuki, pero debían volver todos con vida, esa era la prioridad así que echaron camino atrás resguardando su propia seguridad incluso si eso significaba abandonar otra vez a Ichinose y Mirai. Quizá fue ahí cuando todo se salió de control, lo último que recordaba era como después de la explosión Yuu y Shiho trataron de tomarle de la mano mientras caía por el borde del rio, y luego todo era agua y burbujas de aire mientras su cuerpo se sumergía hasta el fondo. Pensó que algo malo debió hacer en la vida pasada, si los jinetes no le mataban, o su herida en el pecho no se infectaba seguro moriría de hambre, aunque a decir verdad le importaba poco, de cualquier manera el desenlace seria el mismo, claro, eso pensó hasta que vio fuego a orillas del rio, unos 500 metros abajo de su posición, pero no supo de que se trataba hasta que gracias a Gekkoin pudo verle de cerca. Para su desgracia también entendió que solo no podía contra un noble. A esas alturas había dos opciones: la primera y mas fácil era quedarse sobre el tronco de madera y esperar a que el cauce le llevara lejos de ahí sin llamar la atención del sujeto, la segunda , hacer un señuelo con la balsa y atacar al vampiro que parecía estar solo haciéndose de las cosa que pudieran servirle para regresar al punto de reunión junto a su escuadrón. Suspiró, no estaba en condiciones para pelear, así que la primera opción le coqueteo mas. Nuevamente pegó la espalda sobre la madera y llevó el arco a su pecho, Gekkoin era su único acompañante y aunque por el momento no tuviera la suficiente energía como para sanar sus graves heridas estaba agradecido de que estuviera a su lado.

—Yoichi— escuchó de su arma como avisándole de un peligro, tratando de reincorporarse, claro, hasta que el vampiro le tomó por el cuello sumergiéndolo nuevamente en el agua.

Lacus había sido herido en durante batalla en otro distrito cuando por obra del destino todo su equipo fue eliminado, claro, hubiese sido diferente si Rene no estuviera en otra misión, maldita la hora en la que les enviaron por diferentes lados. Recordaba ver como el ganado escapaba mientras repentinamente los humanos del ejercito retrocedían como siguiendo una orden, de no haber sido por aquello seguro hubiese muerto, pero en ese momento el motivo no importaba, claro porque estaba casi delirando gracias a la falta de sangre y la necesidad de cerrar sus heridas. En su existencia había hecho muchas cosas malas, enumerarlas seria difícil incluso cuando tenia conciencia de cada una de ellas, así que ese seguro sería su castigo.

Sangre, sangre, sangre era lo único que pasaba por su mente mientras sostenía su herido cuerpo. Sobre su uniforme blanco se podían ver claramente las manchas de su propia sangre pintando de un carmesí cada vez más intenso, pero en ese lugar difícilmente podría hacerse de una presa, hacia kilómetros que no veía ningún humano, seguramente ese era su fin.

Sangre, sangre, sangre se decía a si mismo ante el delirante deseo de beber cuando un dulce aroma acaricio su nariz. Jamás había olido aquello, aunque extrañamente algo familiar había en el. Sus pupilas se dilataron una vez pudo ver la sombras de lo que parecía ser un enorme troco de madera flotando en el rio. Estaba seguro, un humano descansaba sobre este, y de la nada su cuerpo encontró fuerza necesaria abalanzándose a toda prisa sobre el sujeto tomándole del cuello sumergiéndolo en el agua. Sangre, sangre, sangre.

—Sangre!— y los ojos verdes se encontraron con los carmesí por un segundo mientras al rededor todo parecía detenerse.

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