5.- Juntos para siempre

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- ¿Papá? -dije apenas. Mi voz parecía no querer salir. No podía creer lo que estaba viendo.

Mi propio padre, con los ojos inyectados en locura, me acababa de acuchillar por la espalda.

- No debiste leer eso... -dijo, con la mirada extraviada- Tu mamá también lo encontró y tuve que... bueno, ya sabes...

No daba crédito a lo que escuchaba. ¿Mi padre había matado a mi madre?

- ¿Qué dices?

- Fue fácil lanzarla del auto en la carretera. Nadie me vió. Ni siquiera el tipo del camión que la atropelló al tiempo después. Comprenderás que una persona drogada no sabe bien a donde va.

- ¿La drogaste? ¿Mataste a mi mamá? No puede ser verdad... -mi corazón latía a mil por hora- ¿Por qué haces esto...? ¡Soy tu hija, maldita sea!

- No entiendes lo que es vivir con la culpa todos estos años. Y ahora ella regresó. Su cuaderno, el mismo que yo quemé hace tantos años cuando la matamos con Carlos, fingiendo su suicidio, apareció en esta casa, a los pies de mi cama. Tu madre lo encontró y estalló diciendo que me metería preso...

- ¿Tú la mataste? ¿Mataste a Bárbara también al igual que a mi mamá? - La sangre parecía salir más rápido de mi herida, sentía como un nudo me apretaba el estómago y empecé a retroceder lentamente intentando salir del lugar, necesitaba pedir ayuda, necesitaba correr urgente a un hospital.

- Carlos y yo. Ella quedó embarazada y estaba dispuesta a acusarnos. Nos habrían metido presos. Verás, ella no me dejaba en paz, me acosaba día y noche, vivía pendiente de mi, de cada cosa que hacía, me espiaba cuando yo iba a dar charlas motivacionales... ¡Era espantoso! Se obsesionó conmigo, tú no entiendes. Había decidido salirme del seminario y Carlos hizo lo mismo. Cuando ella se enteró de eso se puso como loca. Me acorraló un día en el subterráneo -mi padre sudaba mientras relataba la historia, las manos le temblaban y el cuchillo que portaba parecía que en cualquier momento se resbalaría- Carlos trató de detenerla y al caer al piso se aturdió. Con un cortacartón que él portaba le cortamos las muñecas...

-  ¡Y la dejaste desangrarse hasta que la encontraron después de varios días! -grité- ¡Cómo pudiste!

- Fue idea de Carlos...

- ¡Y tú lo ayudaste!

- Limpiamos todo, dejamos todo en perfecto estado y el maldito cuaderno ese, lo quemé en un sitio baldío. Nadie se enteraría jamás de lo que había ocurrido...

- Nadie excepto Yordy y yo... -dije, temblando.

- Lo siento... -dijo mi padre, moviendo el cuchillo en un ademán enfermizo- De verdad lo siento... Tu mamá también se enteró de todo y no tuve otra alternativa... No puedo ir a la cárcel. ¡No puedo!

- ¿Y vas a matarme? -dije, estallando en llanto- Así como Carlos mató a Yordy...

- Pues sí... Lo siento tanto, Valentina -dijo mi padre, mientras sus ojos estaban cubiertos de lágrimas- De verdad lo siento...

- No, tú no sientes nada -dije furiosa- No eres capaz de sentir amor ni piedad por nadie. Todo lo que te importa eres tú mismo. ¡Me das asco!

De golpe, levantó el cuchillo reiteradas veces, enterrándomelo en el torso.

Sentía como la vida se me iba y la boca se me llenaba de sangre.

- ¡Papá por favor, no...! -intenté gritar, pero mi garganta estaba sellada y ningún trazo de voz era capaz de salir.

Mi padre agarró el cuaderno y lo lanzó al fogón de la cocina, mientras yo apenas podía ver como se quemaba.

Tenía frío, demasiado frío. Ya casi no podía respirar y mi cuerpo estaba cubierto de rojo.

- Bárbara... espero que por fin desaparezcas para siempre -dijo, mientras subía la llama del fogón. Pero jamás imaginó que detrás de él, un ser horrendo, vestido con los hábitos de una novicia, se abrazaría tan firmemente a su cuerpo, emitiendo un gemido horripilante, que le destrozó los oídos. El ser se encarnaba a su piel, metiéndose dentro de ella, mientras mi padre gritaba de dolor. Esa vez fue la última que lo ví. Ella literalmente lo reventó.

Actualmente me recupero de mis lesiones, ha sido una batalla dura, compleja, pero sigo viva, tratando de olvidarme de tan espantoso incidente.

Me vine a vivir con unos tíos y me cambié de escuela, tratando de comenzar de cero.

El primer día de clases fue tranquilo, las chicas eran agradables, me convidaron incluso, parte de su colación.

- ¿Así que estudiaste antes en el María Auxiliadora? -dijo Sofía, intentando empezar una conversación.

- Sí... -dije algo cabizbaja, pero tratando de sonreír para no parecer "extraña".

- Que genial... -sonrió- Mi prima estudia ahí.

Justo tocaron y tuvimos que regresar al aula.

Las salas son bastante grandes y somos cerca de 40 alumnas, es un colegio laico pero de niñas de clase social medio-alto. No se ven repitentes ni gente extraña.

El Lunes decidí llegar más temprano de lo normal, teníamos una tediosa disertación, pero cuando llegué al salón, Sofía y dos niñas más estaban en la sala, muertas de la risa.

- Hola... -saludé, intentando fingir normalidad.

- Hola -rió Sofía- Oye, ya que llegaste tan temprano, te tenemos una propuesta.

- ¿Sí?

- Mira -dijo, sacando de su bolso algo que se me parecía conocido- Mi prima estudia en el María Auxiliadora... Mira lo que encontró en el subterráneo... ¿Jugamos?

Empecé a transpirar frío, mis dientes castañeaban y un dolor estomacal parecía apoderarse de mi vientre completo.

- No puede ser... ¡No puede ser! - grité perdiendo el control.

Frente a mi, estaba la Ouija de Yordy, era imposible no reconocerla. Aún tenía ese olor a madera que le caracterizaba, y recordé una vez más, que la sesión jamás la habíamos cerrado, y que Bárbara siempre, siempre, encontrará una forma de volver a recordarme, que jamás debimos dejarla sola.

 Aún tenía ese olor a madera que le caracterizaba, y recordé una vez más, que la sesión jamás la habíamos cerrado, y que Bárbara siempre, siempre, encontrará una forma de volver a recordarme, que jamás debimos dejarla sola

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Bárbara.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora