La joven sabía cómo eran estos dos adultos, hacía mucho no se veían, pero no habían cambiado nada.

''Qué raro que todavía no me preguntaron por el trabajo'' pensó la joven.

-¿Vas a trabajar este año?- preguntó Ana curiosa.

-No sé hacer nada- dijo la joven.

-Todo se aprende- afirmó Ana.

-Vos oralo- acotó Daniel. Qué sorpresa.

-Te ves cansada- dijo Ana.

Cansada puede tener más de un sentido. Sí, ella estaba cansada, de mil cosas. Ojos cansados de tanto leer, mente cansada de tanto pensar, cuerpo cansado de tanto andar, corazón cansado de tantas heridas. ¿Por qué dijo que se veía cansada? La joven ya lo sabía. Tan cansada estaba que evitaba pronunciar palabras.

-¿Qué modelo es tu auto? No lo pude ver bien, estaba muy oscuro- dijo Daniel.

La joven sabía menos de autos que cualquier ser humano.

-Es azul- respondió la joven. El matrimonio se miró a los ojos.

Continuaron con la comida como si nada.

La joven parecía malhumorada. ¿Qué le pasaba? Dios sabía, nadie más, ni siquiera ella misma estaba segura de lo que sentía. A lo mejor había cosa externas que le afectaban. La facultad, la iglesia, la familia, los amigos. Todo era difícil. ''Nadie me entiende'' solía pensar.

-¿Te compraste un piano para ensayar?- preguntó Daniel.

''Apenas tengo para gastar en lo importante y este quiere que me compre un piano'' pensó la joven.

-No- fue su respuesta- No me alcanza la plata.

-Ora- dijo Daniel- Así me pasó a mí. Ora. Dios te sorprende.

-Si tuviera plata, la invertiría en otras cosas- dijo la joven antes de tomar su jugo.

-¿Cómo en un auto que ande?- preguntó Daniel.

-Me iría lejos- respondió la joven después de tragar.

-¿Lejos de qué?- preguntó Ana.

¿Qué tan lejos se puede llegar? ¿Qué tipo de límites hay? ¿Alejarse en qué sentido? La joven solamente sabía que quería irse lejos, pero no sabía de dónde ni a dónde.

-Soy el hombre araña- acotó Donato, de tres años.

-Vos ora- dijo Daniel.

-La oración mueve montañas- agregó Ana.

''No quiero mover montañas, quiero mover mi auto'' pensaba la joven mientras masticaba el pedazo de carne.


Una noche con los ManciniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora