-Al que está sentado en el trono- cantaba Daniel.

'' ¿Lo acompaño con segunda voz? No, a lo mejor le pifio'' se decía la joven en silencio.

-Si Dios te da un don usalo- dijo Ana.

-No tengas miedo de que no salga como esperabas- dijo Daniel.

-Dios conoce tus intensiones- dijo Ana.

-Él ve tu corazón- dijo Daniel.

''¿Cómo es que me dan respuestas que necesito escuchar?'' se preguntó la joven.

-Yo tengo carga por jóvenes que están comprometidos con Dios, que buscan de Él y anhelan conocerlo- comentó Daniel.

-No va a parar de llover- dijo Ana analizando el clima desde la ventana- Quedate a dormir, va a ser lo mejor. Te armo una cama en el sofá.

Otra vez, la joven obedeció sin saber por qué.

Estaban todas las luces apagadas. Una joven acostada en el sofá de los Mancini. Miraba el techo. No podía dormir, había mucho desorden en su mente y corazón. Quería dejar de pensar, pero no podía.

Pasaron dos horas, y la joven permaneció inmóvil. De vez en cuando parpadeaba y suspiraba. Solo esos movimientos emitía.

Ella no sabía que el único de los cuatro que dormía era el pequeño de tres años.

-¿Qué te mantiene despierta?- preguntó Ana en medio de la oscuridad. Cualquier se hubiera asustado, su voz se escuchó de repente, como una sorpresa. Del silencio a una frase hay una demarcada diferencia.


Una noche con los ManciniDonde viven las historias. Descúbrelo ahora