Capítulo 3.- Creados para sufrir

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- Eres muy buena con ella – comenzó a hablar el hombre en la celda.

Él estaba sentado en la cama de debajo de la litera junto a Beth, quien cargaba a la pequeña en sus brazos y la arrullaba. Carl se encontraba en la misma celda sentado frente a ellos observando. Y Antonio, cómodamente recostado en la cama superior igual escuchando la conversación de los de abajo.

- ¿Tienes hermanas menores? – preguntó nuevamente Axel.

- No – Respondió la rubia con simpleza.

- ¿Qué edad tienes? – volvió a preguntar el mayor. Tanto Carl como Antonio se movieron de sus lugares subiendo la guardia, la conversación ya no iba por buen camino.

El de sombrero de sheriff cruzó los brazos y miró con mala cara al hombre. El mexicano tan solo se reincorporó, estaba dispuesto a sacar la navaja de su bolcillo si llegaba a ser necesario.

- Tengo 17 – contestó de nuevo Beth.

- 17... interesante. – contestó él devuelta. La rubia lo miró algo extrañada por la respuesta del contrario.

- ¿Puedo hablar contigo? – en la puerta de la celda había aparecido Carol mostrando un semblante serio y de disgusto.

Finalmente se llevó con ella al hombre, posiblemente a darle una amenaza por el repentino acercamiento con la rubia.

- Entonces... - comenzó el pelinegro a cambiar la conversación. Dirigió inmediatamente su mirada al castaño - ¿Ya le pusiste nombre a la pequeña?

- Si, se llama Judith – contestó este con orgullo.

- Es un lindo nombre – le secundó la rubia.

- Por alguna razón, siempre que escucho ese nombre, recuerdo a una vieja compañera de clase – habló el de ojos achocolatados.

- ¿Una antigua enamorada? – sonrió coqueta la rubia.

- Nah, tenía cinco años, la recuerdo muy vagamente, era simpática, pero a la hora de conversar era como un perico – rio levemente – su voz era la más chillona que he escuchado en toda mi vida.

- Que malo – Beth igual rio a la vez que le daba un puñetazo amigable en el hombro al chico.

- Ouch – se quejó este riendo. A su vez, Carl se había marchado de la celda bastante fastidiado, dejándolos bastantes extrañados con su actitud.

...

- Finalmente conseguí que Judith se durmiera... - habló con cansancio el hombre de una pierna dirigiéndose a las escaleras del pabellón en el que Beth, Carl, Antonio e Isabela limpiaban algunas pistolas.

- ¿Cuánta leche nos queda? – preguntó el castaño al mayor.

- Tiene suficiente para un mes más – contestó devuelta.

- Antonio, Carol y yo buscaremos más en una semana – habló nuevamente el hijo del sheriff.

- Tu padre y el resto ya habrán vuelto para entonces – le persuadió Beth.

- No lo sabemos...

- Que optimista... - Isabela rodó los ojos mientras recibía las miradas de los presentes, su hermano mayor le regañaba con la mirada, y el resto la miraban confusos, no le habían entendido. Finalmente el castaño dejó ir un suspiro.

- Por ahora, Judith es la única familia que me queda... - un grito proveniente del interior de la prisión llamó la atención del pequeño grupo.

Aunque se acabara el mundo | Carl Grimes |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora