Capítulo 1.- Prisioneros

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La flecha atravesó a una ardilla y esta se quedó clavada a un árbol. Estaba molesto, no, más que eso, estaba furioso, estaba dolido. Llevaba en ese lugar casi una hora intentando liquidar al caminante encadenado frente a él.

Ya había matado a cientos, miles de ellos ¿Por qué era tan difícil matar a este? Muy sencillo, ese caminante era su mejor amigo desde la infancia, quien había robado su corazón, a quien le había entregado todo su amor, la persona a la que más había amado en aquel asco llamado vida.

Antonio nuevamente apuntó el arco a la cabeza del caminante, respiro hondo, y como lo había hecho las ocasiones anteriores, desvió la flecha al último segundo, esta vez atinó a un ave que desafortunadamente, no pudo escapar a tiempo de su atacante.

Lanzó un gruñido regañándose a sí mismo, tenía que matarlo, tenía que matar a Marco, no podía continuar seguir llevándolo como si fuera un perro, ya no, tenía que hacerlo de una forma u otra.

- ¿Qué está haciendo ese imbécil? – recriminó Daryl tomando los animales que el chico había matado en su intento por acabar con el caminante.

- Denle tiempo, él era muy especial para Antonio – intentaba persuadir la rubia.

- Entendemos eso, pero nos está retrasando, tenemos que regresar pronto – continuó Maggie.

- Ya lo va a hacer, solo le queda una flecha – anunció la castaña menor observando a su hermano de lejos.

Como había dicho ella, solo le quedaba una flecha, ya basta de hacerse el tonto, respiró de nuevo y apuntó la flecha una vez más.

- Lo siento – pronunció mientras una lagrima resbalaba por su mejilla, gracias a dios que traía su máscara puesta, no quería que lo vieran en aquella situación tan patética – Te amo Marco – se mordió el labio inferior con fuerza mientras se le formaba un nudo en la garganta – Y-y no voy a olvidarte...

Finalmente dejó ir la flecha poniéndole fin al caminante. Antonio calló de rodillas al suelo mientras apretaba su arco con fuerza. En cuanto escuchó a los chicos acercarse, se reincorporó y se dispuso a cubrir el cuerpo del caminante con la manta, con dificultad comenzó a arrastrarlo a la fosa que le tenía lista.

- Yo puedo solo – pronunció con frialdad cuando el cazador intentaba ayudarle, este solo chasqueó la lengua.

- Como quieras – desvió la mirada esperando a que el de máscara terminara con lo suyo.

- Es hora de regresar – le anunció Maggie una vez que el trio había terminado de enterrar a su ser querido.

- si – respondió la pequeña rubia. Esta tomó la mano de su hermano mayor y le llevó jalando ya que no se dignaba a moverse.

María tomó la correa con la que llevaba atado a su perro, Bucky, un pastor alemán que Antonio tenía desde pequeño, y que, aun después del apocalipsis, les acompañaba fielmente, y le subió a la parte trasera de la camioneta junto a Antonio para luego subir ella e Isabela junto a Maggie en la parte de enfrente y Daryl a su moto. Retomaron su viaje de regreso a la prisión.

...

Finalmente llegaron a la prisión. El trio de hermanos entraban cautelosos tras Daryl y Maggie, escuchaban el llanto de un bebé en el pabellón al que se dirigían. Nada más entrar, Maggie se acercó a una chica rubia y ambas preparaban el biberón de la infante.

Daryl fue directo con un muchacho castaño y tomó a la bebé en sus brazos, a lo que la rubia le dio el biberón del que la pequeña, gustosa comenzó a tomar.

Aunque se acabara el mundo | Carl Grimes |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora