Capítulo II: Café

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​Mi rutina era, ir a la escuela, volver a casa, hacer tarea, claro que, con sus respectivos alimentos en ciertos intervalos de tiempo, así como el alimento de mi mascota, Max, que me hacía compañía mientras estaba en mi habitación; aun así, siempre seguía, nunca se detenía ni cambiaba, excepto en mis vacaciones de la universidad. Al menos así era mi vida, hasta que empecé a trabajar en un café como mesero de medio tiempo.

Era un buen trabajo, la paga era decente, las propinas eran muy buenas y tenía un día de descanso, dos si lo necesitaba para la escuela, así que, mi rutina se modificó un poco, pero me gustaba, hasta que llegó él; Andrés, el hermano de mi jefa, quien parece que se ha propuesto cambiar mi rutina y adecuarla a su beneficio.


* * *


-¡Buenas tardes Marty! – las voces casi en coro me hicieron levantar la mirada mientras le servía un café a otra cliente.

-Buenas tardes, señoritas – sonreí para recibirlas – permítanme un momento y estoy con ustedes...

-¡Por eso me fascina venir aquí! – dijo Anahí, una de ellas.

-Sí, Marty es tan lindo y galante – comentó Consuelo; mientras tomaban su mesa habitual, el cuchicheo entre ellas empezaba.

En realidad, era un grupo de seis mujeres, un poco mayores que mi jefa, todas solteras; anteriormente se reunían los miércoles en el café para platicar y quejarse de sus trabajos o relaciones fracasadas, pero, cuando recién entré, Blanca, una de ellas acudió un día antes y, al verme, el grupo decidió cambiar su día de reunión a los lunes, por eso había actividad ese día.

-¿Necesita algo más, señorita?

-No, gracias Marty – Ruth sonrió.

Ella era otra clienta habitual casi toda la semana, ahí esperaba a su novia, Judith, quien llegaba poco antes de las seis, se tomaban un café y se retiraban juntas; las dos eran muy lindas y su relación parecía muy seria.

-Con permiso... – caminé hacia el mostrador, tomé las cartas de postres y café, yendo a la mesa del grupo que había llegado momentos antes – Ahora sí, soy todo suyo – dije con una amplia sonrisa.

-No me digas eso que me lo puedo creer – Flor se mordió el labio inferior y me sonrió coqueta.

-No seas aventada – reclamó Norma – es muy pequeño para ti, mejor déjamelo a mí... – las risas estruendosas estallaron.

-Saben que siempre seré el mesero de todas – especifiqué con respeto mientras entregaba las cartas.

-¡Ay, Marty! Al menos deberías dejar que nos hiciéramos ilusiones – reclamó Jessy.

-Lo siento – me disculpé, no era que quisiera ser descortés, pero desde un principio, Lizy les había dicho que yo era un universitario y, como su trabajador, no podía cortejar a las clientas.

-Bien corazón, ¿qué preparó Lizy hoy? – Blanca me guiñó el ojo.

-Hoy hizo pay de manzana y de plátano con crema, también hay pastel de chocolate con almendras y con crema de bavaria – anuncié servicialmente, sabiendo que ellas iban especialmente a tomar café y comer pasteles.

Después de tomar su orden fui a la cocina, donde Lizy sirvió los pasteles mientras yo preparaba las bebidas.

-Va a venir Andrés hoy – dijo en voz baja.

-¿Otra vez?

-Sí, me dijo que quiere verte de nuevo – sonrió acomodando los platos en la charola – en serio le interesas.

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