Capítulo V: Amargo

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​Muchas personas dicen que la vida es como una 'rueda de la fortuna', a veces arriba, a veces abajo y la verdad, estar abajo duele mucho. Era hora de cambiar mi rutina una vez más, tenía que dejar de lado mi trabajo y enfocarme en la escuela, especialmente si quería recuperar la semana que había perdido.


* * *


Después de lo que sucedió con Mauricio, llegué a mi casa casi a las ocho de la mañana; mis padres se asustaron de verme en el estado en que aparecí, ¿y quién no? Había caminado todo el trayecto, incluso, en una colonia, unos sujetos me robaron mi mochila y no conforme con eso, a pesar de que no me había resistido por que me sentía demasiado mal, me golpearon. Así que, mis padres me llevaron al hospital, solo tenía contusiones y principios de catarro, necesitaba reposo, nada más.

Mis padres se ofrecieron a llamar a mi empleo, pero les dije que había renunciado, era una mentira, obviamente; yo ya no quería saber nada más del café. El sábado, Andrés se presentó en mi casa, pero le pedí a mi madre que no lo dejara pasar, no quería verlo y ella me hizo caso, de igual manera los siguientes días que intentó verme.

El miércoles, Lizy fue a mi casa; a ella si la recibí, llevaba mi hurón de peluche, pero no quise aceptarlo; el simple peluche me hacía recordar a Mauricio y todas las palabras que me había dicho. También se disculpó conmigo, me dijo que ella entendía que no quisiera volver al café pero que me necesitaba, que no le tomara atención a lo que había pasado, pues le había prohibido a Andrés ir. Ella era así, no se daba por vencida y me hizo prometer que, al menos, lo pensaría. Me comentó que se había comunicado con Mauricio, gracias a que consiguió su número con sus amigos, le había contado la situación; obviamente no sabía si le había creído o no, pero no quería que pensara mal y por eso se había esforzado. Se lo agradecí pero, eso estaba terminado, pues me había hecho mucho daño ese día. Antes de irse, me aseguró que le prohibiría a Andrés volver a buscarme, pero yo dudaba que pudiera hacerlo.

El domingo, antes de regresar a la facultad, recibí una visita inesperada; Mauricio quería verme. Aunque ya estaba bien, le pedía mi madre que mintiera, que le dijera que aún estaba indispuesto y por eso no podía recibirlo; ella regresó momentos después a avisarme que se había ido, diciendo que esperaba verme en la escuela. No quería verlo, me dolía demasiado simplemente recordar sus palabras, pero tampoco podía faltar más a la facultad y menos, si mis amigos me habían llevado los deberes para ponerme al corriente.

El lunes por la mañana, volví a la escuela, Irving y Ramón, mis amigos, me recibieron con emoción y ánimo, incluso, Ramón me comentó que había ido al café, pero que aún no tenían mesero, pues, según Lizy le dijo que me estaba esperando.

-Se cansará de esperarme – dije con seriedad.

-¿Sigues enfermo? – Irving me vio de soslayo – normalmente eres serio, pero hoy te notas más...

-Oscuro y tétrico – terminó Ramón.

-Sí, algo así – Irving asintió – pero quizá es por esos lentes de marco grueso que ahora usas, que no te quedan bien.

-No tengo nada – aseguré – y estos lentes son los más baratos que hay – dije con cansancio – perdí los míos y necesitaba unos para poder ver...

El resto del día, los profesores recibieron mis trabajos y me puse de acuerdo con aquellos que hicieron exámenes en la semana anterior para presentarlos lo más pronto posible. A las tres de la tarde, como siempre, salí de la última clase; después de despedirme de mis amigos, me encaminé a la biblioteca, debía estudiar, el día siguiente tendría un examen de electrónica básica, era solo uno de reconocimiento y contaba como puntos para el verdadero parcial, pero debía presentarlo si quería hacer el importante.

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