Prólogo

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Sentada en el suelo de un baño público, se encontraba Karen. El maquillaje negro de sus pestañas comenzaba a manchar sus mejillas, debido al llanto silencioso que brotó de sus ojos verdes.
El futuro de su vida se encontraba en sus manos, en un pequeño artefacto blanco que marcaba dos líneas azules.
— Mierda —fue lo único que pudo articular. Se llevo las manos a la cara, dejando caer la prueba de embarazo en su falda.
Sintió pánico, comenzó a frotarse la cabeza y los ojos, su cabello castaño comenzó a enredarse entre sus dedos y cerro fuertemente los ojos tratando de imaginar que todo era un sueño. Lamentablemente, no lo era. Su vida simple y sencillamente se había acabado.
Las ideas se empezaron a arremolinar en su cabeza y el llanto no amenazaba con cesar. Se empezó a preguntar que carajos haría a partir de ahora. Suspiró hondo y se levantó de ahí. Tratando de limpiarse lo mejor posible las lagrimas, y salió del baño.
Acababa de salir de clases en el Instituto de Artes de Inglaterra, debido a el retraso de dos meses en su periodo, había comprado la prueba en una farmacia  cercana y corrió al baño de una tienda de la cual el nombre no recordaba. Se encontraba muy nerviosa y ni siquiera podía pensar.
Sentía sus piernas temblar y sus ojos se quedaron sin luz. Lo que más le rondaba en la cabeza sería la reacción de su madre y su hermana.
Además la de su novio —que posiblemente en unos meses, ya no lo sería más—, era un "Don nadie", como diría su mamá. Estaba segura de que huiría a America en el momento en que le dijera: —Tendremos un bebé.
¿Qué carajos hará? ¿Cómo había sido tan estúpida? ¿Cómo dejó que esto pasara?
El amor la había cegado por completo. Su amor por él había borrado por completo las advertencias de su madre. Y tenía más que claro —porque eso había dicho ella— que no tendría ningún tipo de apoyo de su parte. Al menos tenía a su hermana, era la esperanza que tenía de que al menos su vida no se había acabado por completo.
Pero eso sólo fue una pequeña esperanza insignificante.

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