3. Latte

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Lyra se encontraba parada en el pequeño escenario del salón de instrumentos de cuerda. El piso tenía una alfombra color vino y las paredes eran de un verde oscuro, sin todas las luces que había, el aula tendría un tono oscuro macabro.

Al rededor de ella habían distintos instrumentos de cuerda —guitarra, violonchelo, arpa, etc.— y en sus manos sostenía el violín con el que tocaría la pieza que memorizó. Se acomodó y espero la indicación del Sr. Piere.

—Adelante, Moon.

Las notas empezaron a aparecer en su memoria y se sincronizaron con sus dedos. Una melodía melancólica comenzó a escucharse y para poder meter más sentimientos a su interpretación, ligo la tristeza con algún recuerdo de ella.

Huérfana. Se escuchó en su mente. Cerro los ojos y se metió más en su papel. Jamás has conocido a tus padres. El sentimiento de tristeza que siempre estaba guardado en el fondo de su corazón se apodero de ella, incluso comenzó a moverse mientras tocaba.

No estaba sola, pero el abandono se sentía tan latente. ¿Por qué la habían dejado? ¿Qué había pasado? ¿Murieron? ¿Por qué el tío Emmett no le decía nada? A pesar de las incontables veces que le había pedido respuestas, él se negaba. Lo que conocía acerca de su pasado... era nada.

Todo paró. Ya no había más notas que tocar. Se quedo parada allí tratando de respirar, su garganta se había cerrado y las lagrimas amenazaban con salir.

Tim la veía desde los asientos con una sonrisa de compasión. A pesar de que el gesto era noble, frunció el ceño. No quería que sintieran compasión por ella.

—Excelente, Moon, tome asiento —no hubo aplausos, no estaban permitidos, pero todos la miraban con respeto. Todos sabían lo buena que era.

Lyra bajo del podio y después de colocar el violín en su lugar —a diferencia de los demás, ella no contaba con uno propio— regresó a su asiento junto a Tim.

—Has estado impresionante —la elogió y le regalo una linda sonrisa.
—Muchas gracias, Tim —le devolvió el gesto.

***

Los tres amigos caminaban hacia la salida del instituto, salieron del edificio y los enormes arboles, el verde del pasto y el gris de los caminos de piedra se hicieron ver.

—¿Quieres que te lleve al trabajo? —le preguntó Rebbeca a Lyra, Tim le había contado acerca del momento de su interpretación y quería cerciorarse que llegara bien.
—No es necesario, gracias, estoy bien —la abrazó por el hombro por un momento, era tan alta que para hacerlo casi tenía que caminar de puntillas.
—Bien, Tim, ¿vamos al estacionamiento? —ellos debían caminar a sus carros y Lyra caminar al metro. Su amigo asintió.
—Nos vemos mañana, chicos —se despidió la morena, quería un momento a solas.

Lyra no era la viva imagen de la diversión como lo eran Tim y Becca —por eso se llevaban bien—, era más del tipo serio. Le gustaba salir, divertirse y las fiestas, pero no el llamar la atención. Además de sus dos amigos, no expresaba sus sentimientos con nadie. Era una persona reservada, pero jamás grosera con los demás.

Con respecto a los hombres... había tenido novios y se mantenía en un punto neutral entre si esta abierta a nuevas relaciones o no. El caso era que, al ser muy reservada, jamás daba todo de ella. Solo daba pequeñas partes, sin dar a conocer todo su ser. No había conocido a nadie al quien poder abrirse completamente.

Aún.

                          ***

Tomo el delantal verde, con el nombre de Latte grabado en blanco, de su casillero y guardo la libreta en uno de los bolsillos. Acomodándose el delantal, salió del área de empleados para dirigirse al negocio en cuestión.

Latte era un lugar con características antiguas, ese era su tema. Vendían todo tipo de cafés y postres, ella era mesera y de vez en cuando cajera. La dueña era una viuda muy agradable de nombre Carol, juntó a su esposo había fundado ese lugar, pero falleció hacia unos años.

Sus compañeros meseros eran Marcus y Olivia, en la caja estaba Nicole —quien de vez en cuando faltaba, así que tomaba su lugar—.

Era jueves, el día que más frecuentaban el lugar, ya que los nuevos artistas podían subir al pequeño podio en un rincón del negocio, a recitar poemas. "Lattes y letras" le decían.

Ya habían distintas personas sentadas en las mesas de caoba y los asientos de lo mismo. En las paredes colgaban cuadros de imágenes y pinturas antiguas, con un color verdoso de fondo. Los colores eran cálidos y los adornos le daban un toque especial.

Tomo una charola con cosas como: azucar, leche en polvo, etc. que estaban en envases que parecían estar hechos de plata de forma muy elegante. Se dirigió a  una mesa y comenzó con el procedimiento.

—Bienvenidos a Latte, ¿qué desean ordenar?  —pregunto con una sonrisa y comenzó a anotar lo que los clientes pedían.

Sentado en una mesa cerca del podio, un muchacho de ojos verdes, levantó la vista y observo a Lyra. Era la primera vez que iba a ese lugar, uno de sus compañeros de la clase de Literatura le había recomendado venir los jueves. Lyra lo cautivo al instante, algo en ella le parecía conocido pero no sabia que.

La observo largo rato mientras levantaba un pedido en una mesa, su cabello castaño y su piel aperlada, sus pantalones negros rotos de las rodillas y sus botas del mismo color desgastadas. Su perfil era anguloso y su nariz tenía una forma perfecta. Alcanzo a ver sus ojos claros y le pareció haberlos visto antes. Pero no sabia de donde.

Había clavado tanto su vista en ella, que no recordaba si quiera donde estaba. Sacudió levemente su cabeza y volvió su vista al poema que quería recitar ese día.

¿Quién era esa chica?

LYRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora