4. Algo en ella

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La señora Carol subió al podio, usaba un vestido casual color guindo. Con su sonrisa amable y su voz tierna, habló por el micrófono.

—Buenas noches, público —levantó los brazos, como señalando —Bienvenidos otra vez a este jueves de "Lattes y Letras", mucha suerte a los artistas que hoy nos deleitan con sus palabras.

Lyra y sus compañeros se encontraban junto al mostrador, con la amargada de la cajera, Nicole. Su cabello estaba teñido de rojo y sus labios siempre del mismo color, tenía un mal genio todo el tiempo. Lamentablemente, era nieta de la señora Carol así que no había forma de despedirla.

Olivia y Marcus, eran buenas personas. La primera, era una rubia alegre y el un flacucho extrovertido. Ellos dos se llevaban muy bien, así que Lyra sospechaba que había algo más que amistad. Pero no se metía, les daba su espacio. De vez en cuando les sonreía o intercambiaban algunas palabras además de los "buenas tardes".

Las personas comenzaron a subir y bajar del pequeño escenario, algunas tardaban más que otras y la verdad, por lo poco que la morena escuchaba, eran buenos. Usualmente siempre subían las mismas personas, por ejemplo la pelirroja escondida detrás de enormes gafas. Silvia, se llamaba.

Lyra se concentraba en su trabajo, mataba el tiempo pensando en canciones y notas, moviendo sus dedos mientras imaginaba que tenía un violín en sus manos.

Ese jueves, un muchacho de cabello negro y ojos verdes —realmente claros— fue el ultimo que subió a decir su escrito.  Era alto y algo fornido, no exageradamente. Lyra lo vio por un momento ya que era un chico nuevo, él levanto la mirada después de presentarse como "Damian" y sus ojos hicieron contacto.

Algo en el rostro de Damian cambió y la muchacha pudo notarlo, ella sintió algo extraño que recorrió todo su cuerpo. Fue algo de segundos. El chico desvío la mirada confundido al igual que ella, aunque Lyra simplemente ignoro el sentimiento. Era guapo, cualquier chica sentiría algo parecido al verlo, ¿no?

La voz grave de Damian volvió a escucharse amplificada. Y leyendo el papel arrugado entre sus manos, recitó:

Huir. Lejos. Más allá de mares de dudas, travesías del desierto, montes de Venus, cuevas del tesoro, caminos de oro, puentes de plata, castillos de aire, torres de marfil y pantanos del pensamiento. Más allá de puertas al más allá.

Huir. Lejos. Hacia la boca del lobo, hacia el lienzo en negro, hacia lo que no todavía pero quizás más tarde, hacia la sima oscura, profunda, sin vértigo del misterio. Huir en un salto abisal. Huir por huir para ser y no estar. Para estar en otra parte. Para que sea otra parte. Huir para ensanchar el mundo y engullir abismos en caída voraz hacia lo hondo, hacia el orgasmo y la herida. Hacia el cielo en agua y la sangre en llamas.

Huir como si quemara la sombra.

Damian había escrito ese pequeño fragmento para su clase de Literatura, el mismo día que lo entregó se lo enseñó a uno de sus compañeros. A pesar de su personalidad extrovertida, al enseñar sus escritos se sentía algo cohibido. Al ser escritor, eso sería algo inaceptable si quería llegar a ser grande.

Y ahí se encontraba. Parado en el escenario de un café llamado Latte con una morena guapísima que se le hacía conocida, de alguna parte.

—Gracias —dijo, finalizando. Los aplausos llegaron y el bajó del podio.

Volvió a su mesa y ya que la mesera estaba ocupada, la observo un rato. Trataba de adivinar de donde la conocía, había algo en ella... Decidió preguntarle directamente —así, quizá también podría saber su nombre—, además otra rebanada de pay no le venía mal.

Lyra limpiaba una mesa cuando el muchacho la llamó. Le dio un gesto de "aguarde un momento" y terminó rápido su labor. Limpio sus manos, tomo su libreta y se dirigió a él.

—Si, ¿que desea? —le preguntó en ese tono monótono. Vio sus ojos más de cerca y ese sentimiento volvió, «estupidas hormonas» pensó.

Damian jugueteaba con sus dedos nervioso, su belleza era... de otro mundo.

—Quisiera ordenar una rebanada de pay... de queso, por favor.

—Vale, en un momento se la traigo —Lyra se dio la vuelta para ir a la cocina, pero una mano se lo impidió, dirigió su cabeza al otro lado y era el chico.

Damian deshizo el agarre, había sido solo un impulso, se reclamó a si mismo por no tener mejor autocontrol.

—Disculpa, es que necesito saber algo.

Extrañada, Lyra contestó: —¿Si?

—¿Te conozco de alguna parte?

—Mmm, no —desconfiada, Lyra no quiso decir nada más. Damian se decepciono un poco y solamente dijo «está bien».

Lyra se fue con el pensamiento de que había sido muy extraño. Sus clientes nunca se habían dirigido así hacia ella, pero tal vez el chico —¿cómo era que se llamaba?— la confundió con alguien más.

El cocinero le dio la rebanada de postre y se la llevo al muchacho, este no la vio solo susurro un «gracias». Lyra pensó que ese tipo era algo raro.

El tiempo paso como de costumbre, quedaba solo poco tiempo para que saliera. El pelinegro se había ido ya hacía algunos minutos y ella terminaba de limpiar junto a Marcus para poder salir.

Finalmente acabó, caminó a la pequeña sala de empleados y sacó su mochila del casillero. A diferencia del día pasado con la lluvia incesante, esa noche era fría y seca. Traía su chamarra de cuero consigo, así que se la puso y salió por la entrada.

Había un hombre con un suéter casual, recargado en uno de los muros del local. No le dio muchas vueltas y pasó frente a él sin problemas... hasta que le habló.

—Disculpa... —la llamó. Ella volteo confundida, era el mismo chico de ojos verdes —Me llamo Damian.

Tratando de no ser grosera, se presento también. Dio un paso atrás y tomo fuerte su mochila.

—Espero que esto no suene extraño pero... ¿puedo acompañarte a tu casa?

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El poema es un pequeño fragmento del poema "Huir" de Marçal Font i Espi.

LYRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora