2. Paganini

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Temprano en la mañana, Lyra arreglaba sus cosas para la jornada de clases y se daba unos últimos retoques a su imagen. No le importaba mucho su apariencia, sin embargo, el Instituto de Artes de Inglaterra era un lugar lleno de jóvenes ricos. Estar allí, era un privilegio muy caro.

Lyra era una prodigio en el violín. Y no fue hasta que vio a André Rieu tocar, que decidió que eso le gustaría ser. Tan solo tenía 6 años y dijo, frente a la televisión: —Yo quiero hacer eso. Emmett la escuchó y cumplió sus deseos, le consiguió un violín de segunda mano y fue a clases gratis en un lugar de artes.

Para entrar al Instituto, no necesitó de la ayuda de nadie. Consiguió entrar por sus buenas notas y al tocar frente a los directivos, decidieron darle una beca completa.

—Tienes un gran don —le dijeron —sigue trabajando en el y llegaras muy lejos.

Aunque la mayoría del tiempo, Lyra fuese una chica de rock, en el momento en que sus manos tocaban un violín era como si Niccoló Paganini se apoderara de su alma. De hecho, compartía algunas clases con Rebbeca —como Historia del Arte— ya que coincidían en el gusto por los instrumentos musicales. Sin embargo, Beca tocaba el clarinete.

Ya que iban en el mismo instituto, su amiga la recogía en las mañanas. Lyra se vio una ultima vez en el espejo, su rostro era fuerte y anguloso, con pomulos grandes. Sus ojos enormes de un color casi amarillo, se cubrían con unas enormes pestañas chinas. Su pelo, por otro lado, jamás podía controlarlo. Hoy, este decidió verse más ondulado de lo normal.

—Me he acostumbrado a ti —hablo sola con su cabello, reprochándole. —Ahora debo apurarme.

Su amiga solía pasar por ella tarde ya que era muy descuidada —lo que tenía de guapa, lo tenia de floja— así que cuando llegaba, Lyra tenia que subir a su Mazda corriendo por su vida, si no llegarían tarde.

Una manzana y una barra de granola serían suficientes como desayuno ese día. Comenzó a comer la manzana cuando el sonido del claxon la llamó. El tío Emmett había salido temprano  a trabajar, como siempre, así que tomó la mochila, sus llaves y partió.

Ya en el carro, su mejor amiga arreglaba su cabello en el espejo.

—Buenos días, Becca —la saludó con un beso en la mejilla. Amaba muchísimo a su mejor amiga, era una loca sin vergüenza.
—Buenas, Lyyyy —con su levemente agudo tono de voz. —En marcha al manicomio.
Lyra río y dijo: —En marcha.

Ya en el Instituto, pudo ver mejor el atuendo de Rebecca. Usaba un pequeño saco a juego con unos pantalones de vestir, a la medida. Y unos zapatos bajos claros que contrastaban con el azul de su traje. Ella siempre se veía muy elegante, con su gran altura y su exquisito cuerpo. Ni el trasero ni los senos de Lyra cabrían en ese atuendo.

Esos eran unos de sus problemas: sus senos. Aunque tuviera una envidiable cintura pequeña, no sabía que hacer con los grandes melones que tenia que cargar —y que le daban muchos dolores de espalda—, no podía usar casi nada sin que la atención se fuera a esa parte de su cuerpo. No era bajita, tenía una estatura promedio, y sus caderas no eran tan anchas ni su trasero tan grande, pero a diferencia de las estilizadas piernas de Becca...

—Negro para esconder los regalos que el cielo te ha dado —comentó su amiga, refiriéndose a la blusa holgada negra que llevaba puesta. 
—Cállate, no es tan rosa como lo pintas —se quejó, en parte era bueno pero Lyra quería que la vieran a los ojos.
—Como digas, si yo fuera tu vendría en tirantes para que todos los hombres me vieran.
—De todas formas, todos te miran —le guiñó un ojo y comenzaron a reír.

Caminaban despacio por los pasillos del Instituto. Era un edificio antiguo, con pisos de mármol y las paredes de una especie de piedra café. Era un lugar increíble. La primera hora Lyra tenía clases generales de violín, el salón de instrumentos de viento quedaba contiguo al suyo así que las dos caminaron juntas a clase.

Mientras caminaban, escucharon pisoteadas tras ellas, de una persona corriendo. Rebecca volteó y se volvió a ella diciéndole:
—Es Tim, se la ha hecho tarde como siempre.
—Ustedes dos son tal para cual —su amiga le hizo un gesto de asco.

El chico finalmente llego, agitado y respirando entrecortado.

—Hola, chicas —dijo finalmente. —¿Cómo están?
—Preciosas —contesto Becca.
—Lyra si, tu no —comenzó la pelea. Su amiga ya estaba empezando a gritarle, era muy temperamental y Tim muy molesto. Pero los quería.
—¡Dios mío, sean personas normales un día! Dejen de gritar en el pasillo.
—Bien, vamos a clase. —respondieron ellos.

Tim, era la ultima parte de ese trío de amigos. Lyra lo conoció porque también tocaba el violín y al instante le cayó muy bien. Era un pelinegro, ni delgado ni musculoso, con unos enormes ojos verdes y una personalidad extrovertida. Además era muy despistado y eso la hacía reír.

Se despidieron de Becca y entraron a sus clases. Tenían todas juntos así que realmente eran inseparables. Se llevaban muy bien.

—¿Qué crees que hagamos hoy? —pregunto Tim.
—No lo sé, yo solo quiero tocar mi violín —Tim sabía de la gran fascinación que Lyra tenía con ese instrumento, porque la compartían. De hecho, esa era su clase favorita porque era donde tocaban más.
—Lo sé, me cosquillean los dedos.

Entro su profesor, el Sr. Piere, no era muy alto y sus entradas amenazaban con dejar su cabeza calva. Era muy exigente a la hora de tocar, el mas mínimo error y te mandaba a sentar.

—Buenos días, jóvenes —todos respondieron al unísono como de costumbre. —Les repartiré unas partituras y solo tendrán 20 minutos para aprenderlas.

Se comenzaron a quejar.

—Dejen de llorar, son fáciles. Lyra Moon —la llamó.
—¿Si?
—Tu serás la primera en pasar.

LYRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora