Otra Ruta

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Hoy tuve la necesidad de hacer una visita rápida a una parte de la ciudad a la que no acostumbro ir. Tomé un autobús que nunca había tomado en esa dirección.

¡Qué sensación! Una sensación diferente, que el autobús no diera vuelta donde suele hacerlo el autobús que siempre tomo.

El chofer llevaba canciones como Lucha de Gigantes, Los Dioses Ocultos. Me las sabía de memoria. Al terminar éstas, llegué a mi destino, tras el debate entre un pasajero y el chofer de que aquella parada metros atrás se había cancelado por la feria de la ciudad. Bajé y crucé el bulevar; no sabía por dónde tenía que entrar, hace tanto que no estaba en ese lugar. Caminé. Era aquí.

Después de hacer lo que tenía que hacer, descubrí una parada de autobús que seguramente me llevaría a donde deseaba ir. Nunca había estado ahí arriba. Seguro había pasado por aquí antes, en taxi. En seguida tome el autobús. Avanzamos y era un camino que sí conocía. Pero avanzó más allá.

San Miguel. Ese parque. Me dieron unas ganas de bajarme en ese parque. Quizá después. Era una parte de la ciudad donde, creo, había pasado en auto, hace muchos años. El parque era bonito. En cada parada, nos infestábamos más y más de gente.

Era un camino lo suficientemente largo para ponerme a pensar. ¿Pensar en qué? En esta pequeña experiencia donde descubres nuevas cosas de tu ciudad que tienen más tiempo que tú de vida.

Señoras con niños pequeños. Ancianos. Gente con sobrepeso. Chicos con sudaderas de equipos de fútbol. Chicas con celular en mano y audífonos en oídos. Chicos con pantalones por debajo de las nalgas y gorras de moda. Un señor con guitarra. Yo. La gente quería pasar a fuerza, en lugares donde no había espacio, retando a las leyes de la física.

Mi bajada estaba cerca. Debí haberme bajado en la parada anterior. Ahora será más complicado bajar con tanta gente. Lo logré. Bajé y ya estaba en un lugar que sí reconocía. Caminé entre el mercado que se posicionaba ese día, a esa hora. Todos los puestos vendían cascarones de huevos con confeti y harina dentro. Se acercaba el día del carnaval. A lado de este mercado, estaba el mercado donde había estado hace mucho tiempo, buscando un bolso para una mujer quien fuera mi suegra. Entonces llegué a la zona peatonal del centro de la ciudad. Zona que he recorrido seguidamente los últimos años de mi vida.

Visité Presidencia. Pedí informes sobre algo. Hace unos días, en una revista, leí que en ese lugar, Jesús Gallardo había pintado un mural: 

"Devenir unitario, el hombre, sus antecedentes y sus aspiraciones, y fuerzas antagónicos".

Aproveché para mirarlo. En el mural aparecía José Guadalupe Posada. Era muy bueno. También había, lo que parecía, un árbol de la vida.

Caminé hacia el Instituto Cultural, donde conseguiría una de las revistas donde había leído del mural de Jesús Gallardo. No había revistas. Tal vez vuelva otro día. Me encaminé a San Juan de Dios. Me habría prometido tomar una buena foto de la cruz que se encontraba frente la iglesia. Lo hice, incluso con un cigarro en la boca casi consumido por completo, casi quemándome el cabello que tocaba mi nariz. Encendí uno más. Miré los libros que había en una parada de lectura, donde un amigo había hecho su servicio social semanas pasadas. Ya había manoseado yo esos libros. Pasé sobre la pequeña fuente donde me habría subido a recitar un poema, jugando.

Me seguí de regreso a la parada del autobús. Y por la calle, miré la ventana de una casa. Un tanto antigua. Adoro esa ventana. También le tengo prometida una foto, o varias, y es que no es tan fácil, pararme a media calle a tomarle foto. Los autos pasan cada 5 segundos. En fin. Llegué a la parada. Cambiaba de canción. Tenía los audífonos puestos y mis lentes oscuros también porque el sol estaba horrible. El autobús llegó temprano. Una chica linda se subía también. La interminable variante donde miraba a esa chica que sólo miraba por la ventanilla, y la pelea del chofer con el chofer de otro autobús, "mucha prisa, cabrón". Era la misma ruta, así que todo el camino fueron peleando. Un chico que subió, se atrevió a sentarse a lado de esta chica, habiendo tantos lugares vacíos. Qué absurdo. Ya ni me dejó mirarla a gusto.

Hacía mucho calor. Me ponía a pensar, en qué tan distinto se mira al centro llegando desde otra dirección, en otro ruta, bajando desde otro lado. Caminando en otra dirección. Es muy interesante. El tráfico en la zona piel no era nada interesante.

Entonces llegué a mi bajada. Bajé y vi por última vez al chofer peleando con el otro chofer. No podía evitar contener una sonrisa burlona. Sólo me quedaba caminar hasta casa. O detenerme en la tienda a darme un pequeño gusto, comprando alguna chuchería.

Última BachaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora