Capítulo 4

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Brooke estaba pálida y congelada. Si no estuviese de pie, mirándolo con un par de enormes ojos esmeraldas enrojecidos por las lágrimas, pensaría que estaba muerta. Y la mera idea de verla tendida inerte sobre el suelo lo enfurecía.

Jared apretó las manos en dos puños, respirando fuertemente por la nariz, intentando calmarse. Lo último que aquella mujer necesitaba era a un monstruo fuera de control. Y otra vez un pensamiento volvía a empujarlo fuera de sus casillas. Había visto el miedo en sus ojos y había odiado instantáneamente que le temiese. Puede que con su metro noventa de altura no resultase muy apacible, y los callos de sus manos no la habían acariciado como si fueran de seda, y la cicatriz que bajaba desde su ceja izquierda hasta la barbilla tampoco ayudaba mucho… Por no mencionar su acento. La verdad es que se asemejaba más al monstruo de su imaginación que a un teletubie. Y odiaba odiar su aspecto, porque nunca antes le había importado cómo lo viesen los demás.

La mujer abrió la boca, pero no pronunció ninguna palabra, simplemente se quedó allí, de pie, frente a él, mirándolo acusadoramente.

-Tenemos que salir de aquí. El homicida podría volver.

No era probable, pero era una opción. La verdad (la cual solo se admitiría a sí mismo) era que no quería que llegase la policía y los separasen. Quería estar unos minutos más con ella, quitarle el miedo de encima. Quería protegerla.

“Has visto muchas películas ñoñas últimamente, amigo. ¿A caso te estás oyendo?”

Brooke retrocedió sin quitarle los ojos de encima.

-Escucha, Brooks…

-No me llames así.-la voz le sonó más firme de lo que hubiese creído posible-No me conoces.

-No. No te conozco.-pero le gustaría, hasta el más mínimo detalle.-Pero sé quién eres y sé que solo yo puedo ponerte a salvo.

-Aparte de machista, engreído. Genial. Me ha tocado la lotería. ¿Dónde guardas las mallas de superhéroe?-Brooke aún podía aferrarse a eso. La ironía siempre había sido una fiel vía de escape, y distracción.-Por si no te has dado cuenta, estoy perfectamente. Mis piernas me sostienen, puedo irme yo solita, grandullón, sin ayuda. Oh, espera, ¿a caso eso dañaría tu ego?-realmente esperaba ser capaz de caminar. Ya había dado un paso y no se había caído. Era una cuestión mecánico, primero una pierna y luego otra. Podía hacerlo. Todo iría sobre ruedas, siempre y cuando aquel armario de dos puertas no la siguiese.

-Brooks…-vio como estiraba el brazo hacia ella, con la palma hacia arriba, y no pudo evitar huir de él, tropezando con sus propias piernas.-Te tengo.

Su primer instinto había sido patearle en la entrepierna, hacer todo lo posible por alejarlo, pero la había inmovilizado por completo, encerrando sus piernas entre las suyas,  rodeándole el cuerpo con los brazos de modo que no pudiese mover los suyos.

El pánico se extendió por sus huesos como la dinamita, dificultándole el respirar, y entonces, unas manos sorprendentemente grandes comenzaron a acariciar sus brazos, apaciguando a su organismo. Eran algo ásperas, manos de un hombre trabajador, de un asesino. Inconscientemente pegó un brinco entre sus brazos, lo que la acercó aún más contra la calidez que desprendía su cuerpo. Las manos continuaron su recorrido. Que le partiera un rayo si no eran magníficas.

-¿Mejor?

Brooke elevó la cabeza, borracha por sus caricias, y se encontró con la mirada más intensa que nunca antes había visto. Los ojos eran sorprendentemente negros, totalmente negros, era imposible distinguir el iris de la pupila. En un instante estaba en el recinto del Comic-con y al siguiente, rodeada por una noche sin estrellas en el campo. Casi podía sentir el aire en la cara. Casi.

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