La limpieza.

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Ha pasado solo un día desde que Julián se suicidó y ya siento que no lo he visto en meses, no puedo imaginarme cómo se pondrá la situación conforme pasen más días.


Hoy vine a su casa para acompañar a su mamá y ayudarle a organizar la que era la habitación de Julián. Ella decidió regalar las cosas que pudiesen servirle a otras personas, botar lo que no fuese tan importante y conservar lo que la pudiese aferrar a su hijo, cosas que la hicieran quedarse con su recuerdo. Se nota que lloró toda la noche y no ha dormido nada.


—¿Qué le pasaba a mi hijo, Felipe? —Me pregunta casi susurrando mientras me mira a los ojos fijamente—. Yo sé qué vos lo conocías muy bien, ustedes se la pasaban todo el tiempo juntos y él te contaba todo, ¿qué hice mal?

—No sé, doña Mónica. Él nunca me habló sobre que estuviese lo suficientemente triste como para hacer lo que hizo...—Matarse —me interrumpe—, sí. Lo suficientemente triste como para matarse –agrega.—Sí —continúo—... él nunca me comentó ni de eso, ni de que tuviese un problema tan grande que lo llevase a... matarse.Doña Mónica comienza a llorar de nuevo y no sé qué hacer, quiero abrazarla y decirle que todo va a estar bien, pero si alguien me dijera eso a mí en un momento como éste me atrevería a golpearlo en la cara. Lo único que hago es acompañarla en su llanto, ambos estábamos sentados en el sofá llorando por culpa de Julián.—Yo nunca me imaginé en estas, Felipe. Es más, yo no tendría que estar pasando por algo como esto —me dice casi sin poder hablar por culpa de su llanto.No sé qué responder, entonces la abrazo y le doy dos palmadas, así como Esteban me las dio a mí en el funeral. Desde que Julián se convirtió en mi mejor amigo, comencé a estimar a doña Mónica de la misma forma en la que Julián estimaba a mi mamá. Siempre que iba a la casa de Julián después del colegio, ella nos preparaba el almuerzo y allá me quedaba hablando con ellos todo el día. Verla así ahora mismo me parte el alma, y más cuándo soy un imbécil a la hora de dar condolencias. Aunque yo creo que todo el mundo es así, ¿quién sabe dar condolencias? ¡Nadie!.

Cuando finalmente empezamos a organizar las cosas en el cuarto de Julián, ahí todo se pone más difícil. Cada que la mamá saca una prenda del armario, se queda contemplándola cinco minutos y llora otros diez, pero no la culpo: para mí tampoco es fácil.

En un rincón del armario, doña Mónica encontró un cuaderno viejo. Yo reconozco ese cuaderno: hace algunos años Julián me lo había enseñado. Me dijo que se iba a convertir en un poeta y ese era su libro de poemas. Recuerdo que me leyó algunas de sus obras y eran muy buenas, pero solo hasta ahí, nunca más volvimos a hablar sobre su faceta de poeta y yo ya lo había olvidado.Abrimos el cuaderno en la última página en la que había escrito y para sorpresa nuestra, la fecha era tan solo de anteayer:«22 de noviembre de 2018, 03:40 de la madrugada.Hoy también me quedé despierto hasta la madrugada, ¿en qué momento esto se hizo tan común? A veces ni siquiera ya pienso a estas horas, solo me quedo ahí, viviendo por vivir y esperando a que las horas pasen... Como si el hecho de que las horas pasasen sirviese de mucho. Al fin y al cabo, el tiempo ya no importa cuando se vive como yo vivo; ahora el tiempo no es nada más que mi proceso de destrucción.Ya me acostumbré a estar cansado, pero no físicamente. Ojalá mi cansancio fuese físico. Estoy cansado en la peor forma en la que alguien puede cansarse: mi espíritu se cansó. Cada día me conozco un poco menos y soy cada vez más un muerto andante. Qué triste es agonizar de esta manera, y aunque trate, aun no entiendo por qué justo me fue asignado esto a mí. Yo solía ser tan dulce, amable y cariñoso: ahora solo soy un remoto recuerdo de todas esas cosas. Ya han pasado casi seis años desde que empecé a vivir como viven los muertos, ¡qué ironía!... He soportado tanto tiempo así y todavía nadie se da cuenta, nadie nota lo podrido que estoy. Debo admitir que me gustaría que lo notasen, que estuvieran un poco más preocupados y quizás que me ayudaran a salvarme, pero ya es muy tarde: me quedan 24 horas de vida, o más bien, me quedan 24 horas para dejar de agonizar.Tengo miedo, ¿cómo no tenerlo? Pero tengo más miedo de quedarme aquí, de condenarme a la vida de mierda que me queda (si es que se le puede llamar "vida" a la forma en que yo vivo). En nueve días cumplo veinte años y definitivamente no quiero hacerlo. No quisiera ser mal entendido, porque quisiera vivir muchos años más, pero ya dejé de vivir hace mucho tiempo. Me entristece dejar todo tan inconcluso, porque ni siquiera soy la mitad de lo que algún día soñé ser y ya se me acabó el tiempo. Mi vida pasó por mis ojos y yo ni me enteré, me arrepiento de tantas cosas, pero yo sé que no soy el único... Le abrí la puerta a la muerte».

Julián se matóWhere stories live. Discover now