Capítulo 3

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Cuando entro en su habitación, Connor inmediatamente se desplomó en la cama. Los golpes recibidos el día anterior no habían resultado fáciles de ignorar, y en varias ocasiones tuvo que usar toda su determinación para no gruñir por las punzadas de dolor que sentarse o levantarse le provocaba a sus costillas. No obstante, era un dolor soportable. Había recibido palizas mucho peores a lo largo de su vida y también las había soportado.

Relajando lo músculos, se concentró en encontrar las zonas más afectadas por la pelea. Buscó el dolor y una vez localizado, procedió a adormecerlo. Para él, el dolor era como una puerta abierta que casi todo el mundo atravesaba inconscientemente. No obstante, él ya la había pasado por ella tantas veces y de tan diversas maneras, que por necesidad de supervivencia había aprendido a extraer su pensamiento consciente del aspecto físico del dolor. Después de tres largas y controladas respiraciones, los golpes en sus costados pasaron a ser una simple molestia, permitiéndole moverse con mayor facilidad. Estirando la mano, cogió su mochila, sacando de ella el libro  Ensayo sobre la ceguera de su interior. Al ver la portada, no pudo evitar que la cara de su vecina destellara en su mente

Hoy, para su sorpresa, Rachel Murphy se había acercado a hablarle. Se había dado cuenta de que la chica buscaba entablar conversación, haciendo preguntas para que él se viese obligado a hablar. Al principio, se sintió levemente irritado por su acercamiento ¿Acaso no se daba cuenta de que lo único que quería es estar solo? Se vestía con ropas holgadas y usaba su pelo como una máscara con el único objetivo de que la gente no se acercase a él, para que lo ignoraran o simplemente desconociesen su existencia. Eso no parecía funcionar con Rachel Murphy. Al contrario, parecía haberle llamado más la atención.

A pesar de su silencio, no paraba de bombardearle a preguntas. Sin embargo, ya fuera por la insistencia de la chica o por un deseo profundo y escondido en una de las partes más recónditas de su ser, acabo por responderle. Ella escuchó con un sincero interés que le desconcertó e intrigó intensamente. Era como si de alguna forma hubiera visto algo más que un raro y antisocial chico con ningún interés en conectar con otras personas, lo cual era extraño ya que no había nada más de él que mostrar a los demás aparte de eso.

Luego estaba la parte que no podía ni debía mostrar. La parte sucia y desagradable de su existencia que acompañaba a su verdadera naturaleza: la de un chico roto y con el único objetivo de destruir la vida de la persona que lo rompió.

El dolor físico era algo fácil de manejar. Una reacción de su cerebro ante el peligro con el objetivo de evitar poner en riesgo la seguridad de su cuerpo. Una vez comprendido eso, no resultaba tan complicado desapegarse de las reacciones ante el dolor. Pero había veces que le resultaba imposible.

En la clase de filosofía, la Sra. Fitzgerald tuvo la brillante idea de preguntarle su opinión acerca del objetivo de la vida humana. Él hacía tiempo que había encontrado la respuesta a esa pregunta de la manera más monstruosa e inhumana. Las personas pueden encontrar objetivos personales, los cuales varían de persona a persona: Ganarse la vida con lo que más aman hacer, curar el cáncer, salvar el mundo... era decisión de cada individuo buscar su propia meta. Pero el objetivo de los humanos como seres era mucho más primario. Al final, si bien a lo largo de la historia habían evolucionado para convertirse en "seres racionales y sociales", no dejaban de ser animales, con el único objetivo de vivir. No por una razón concreta, pues no había ni un mínimo conocimiento de lo que el futuro depararía, sino porque la parte más primitiva del ser humano hacía que luchase por cualquier cosa que hiciese peligrar su vida, porque ni encontrar la cura del cáncer ni salvar el mundo eran tan importantes como seguir respirando, como sentir como su corazón pasaba de un latido a otro sin interrupción.

No tenía intención de decirle nada a la Sra. Fitzgerald, tan solo iba a mantenerse en silencio, manteniendo sus pensamientos para sí mismo. No obstante, probablemente por el hecho de que había hablado un poco con Rachel habiendo recibido su absoluta atención e interés, pensó que sus pensamientos podían llegar a importarle a alguien. El comentario que Trevor Huff hizo respecto a su respuesta no le dolió, pero el desprecio en su voz, la burla y la humillación que el matón quería conseguir le enviaron al pasado. A una habitación oscura con una voz acusadora rebotando en las paredes; A unas manos vueltas puños golpeando, rompiendo, dañando; A un pequeño niño acurrucado en una esquina deseando que la puerta no se abra. La respiración de Connor se interrumpió y rápidamente envió aquellos recuerdos a la parte más profunda de su mente.

Connor's FreedomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora