Las puertas de la escuela St. Martin estaban siendo pulidas de una forma tan eficaz y cuidadosa, que el propio directivo del lugar se había encargado de alejar a todas aquellas alumnas a las que poco les importaba si la caoba seguía manchada o no con helado de fresa.
Hacía fresco y el cielo estaba nublado -como todos los días-, así que la mayoría del alumnado vestía el saco café correspondiente a su institución y portaban calcetas del mismo color hasta un poco más arriba de la rodilla.
Al ser fin de semana el patio delantero se encontraba repleto de gente, la cual se dividía en grupos y estos a su vez en mini grupos. Todas reían, gritaban, algunas hacían burla y otro tanto coreaba canciones que -de seguro- ni conocían.
El ambiente era ameno, y los profesores se habían aprovechado de eso para organizar una visita de parte de la Iglesia; nadie más que los profesores y los altos mandos utilizarían por ese día lo que es la sala de eventos.
Y debido a eso, habían decidido que la comida a presentar debiera ser adecuada para la ocasión. En vista de que ese domingo en específico era el descanso mensual de las cocineras, idearon un plan para sustituirlas; y que mejor manera que poner a cocinar a las más problemáticas del lugar... A Verónica Hernández y a Kim Namkyu.
Los que votaron a favor de esa idea fueron advertidos sobre lo que podría pasar si dejaban a esas dos solas en un mismo lugar -y con utensilios filosos a su alcance-, por lo que los profesores de Filosofía e Historia acordaron supervisarlas en todo el tiempo que estuvieran cocinando.
Cuando el clima hubo mejorado un poco y el Sol se alzaba cada vez más en el imponente cielo, la campana de la escuela soñó, avisando que el mediodía llegó y era momento de preparar todo para las visitas importantes.
Verónica abrió sus ojos espantada y con un fuerte impulso acabó sentada en el centro de su cama al momento en que su amiga, Sin Bi, entraba precipitadamente aventándose encima de la recién levantada.
— ¡Nica! ¡Ya es hora! ¡Ya es hora! —gritaba alargando la última a de cada palabra. Su cuerpo, que era impulsado por la punta de sus pies tocando el suelo, brincaba sobre el magullado[1] de la contraria.
Cualquiera que entrara se espantaría al ver tal acto; cosa que fue exactamente lo que sucedió con Elénika, la profesora de Historia.
— ¡Hwang Sinbi! —Bendito susto el que se llevaron ambas chicas, puesto que la profesora había interrumpido sin más gritando en ruso como si su vida dependiera de ello. — ¿¡Qué son esos modales tan deplorables[2]!?
—Miss, ¿qué es esa manera de hablar? Ya nadie usa la palabra "deplorable" en estos tiempos —comentó Sinbi, en tono burlón.
Un tono típico de la castaña. Esa era una actitud característica de ella, a pesar de formar parte de las mejores alumnas de su generación. Bueno, nadie dijo que la inteligencia iba de la mano con la educación.
Verónica, previniendo lo que su amiga trataba de hacer -ocasionar una discusión con uno de los altos mandos justo antes de la importante comida-, se colocó en pie a un costado de su cama, mareándose en el proceso. « ¿Los mareos constantes eran algo normal?»; luego recordó no haber desayunado y se regañó al haberlo pasado por alto.
—Lamento el comportamiento de mi amiga, Profesora Mikhailova —Verónica era realmente muy buena en ruso, gracias a la facilidad que se le daba por aprender otros idiomas; por esa razón no se le dificultaba el entablar una conversación fluida con la mujer. —Usted sabe cómo es mi amiga, no debería de importarle lo que diga. Con que la ignore basta para callarla.
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Como un castillo de naipes ♤♣ namjoon
Fiksi Penggemar«[...] Nuestra relación es como un castillo de naipes, porque nos costó formarla, pero ahora es más frágil que nunca». 『 FANFIC Namjoon. Dedicado a @Veronica_hgz Sempai, gracias por su ayuda. ♡ Fecha de publicación: 16 de abril de 2016 Advertencias:...