Capítulo 9 (Final)

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El torneo de los corazones rojos se jugó el domingo antes del día de San Valentín, que ese año cayó en miércoles. Fue un partido emocionante, y según los organizadores, recaudó más de tres millones de dólares para la Fundación contra el VIH pediátrico Elizabeth Glaser.

Ese feliz anuncio se hizo la misma noche del partido, durante la cena de celebración. Lo sé porque los miembros de mi equipo no podían parar de hablar de ello cuando el lunes, regresaron al instituto. Todos ellos expresaron lo mucho que me habían echado de menos en el viaje. Afortunadamente, ninguno de ellos comentó sobre la rapidez con que parecía haberme recuperado de la gripe.

Me pasé el fin de semana encerrado en mi apartamento con el teléfono y el televisor desconectados. No quería ver el partido. Y, sobre todo, no quería ver a Louis en los anuncios promocionales o escucharlo haciendo emocionados comentarios en la cabina de transmisión durante el mismo.

Había pasado los últimos meses, ya que la temporada de fútbol profesional llegó a su fin, evitando cualquier posibilidad de ver nada de los Cougars de Nuevo México o de su quarterback. Sin embargo, cuando estás involucrado en el deporte, es difícil no oír cosas.

Por ello supe que no jugaron la Super Bowl. Supe que ni siquiera llegaron a los playoffs. Parece que el equipo se autodestruyó después de su increíble victoria sobre los Jets de Nueva York. De hecho, no volvieron a ganar otro partido de la temporada. Hubo especulaciones en la prensa deportiva sobre que Louis Tomlinson, el quarterback niño prodigio, pudiera haber tocado techo en su destreza y estar en una cuesta abajo hacia el olvido.

Esto no me hacía feliz, pero por otra parte, no había nada que pudiera hacer al respecto. Y como el General Evans me había dicho, ya que no había nada que pudiera hacer al respecto, estaba tratando de seguir adelante. Sin embargo, me hubiera gustado haberle dicho al general que seguir adelante, era más fácil decirlo que hacerlo.

Todavía soñaba con Louis varias noches a la semana y, no importa lo que hiciera, no era capaz salir de la depresión. Correr y hacer ejercicio solamente ayudaba por un tiempo. El resto de las horas del día, me sentía como si estuviera sonámbulo a través de mi propia vida.

El día de San Valentín, por la noche, estaba solo en mi apartamento, como de costumbre, calificando algunos exámenes. Por suerte, ya que realmente nunca tuve muchas citas en el instituto, y no era heterosexual, el Día de San Valentín realmente no tenía un montón de recuerdos o significado para mí. Nunca hubo nadie para al que quisiera comprar dulces o flores y tampoco nadie al que enviar tarjetas de San Valentín. Para mí, era un día cualquiera.

Mientras estaba allí sentado, medio viendo la televisión mientras trabajaba en los exámenes, alguien llamó a la puerta. Me levanté, abrí, y ahí de pie, con una sudadera de entrenamiento con capucha de los Cougars de Nuevo México, estaba Louis.

—¿Puedo pasar?

—Claro, supongo que sí. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Necesito hablar contigo —dijo, dando un paso hacia dentro.

Caminé hacia el sofá, y me siguió, sentándose a mi lado.

—No sé si deberíamos hablar —le dije—. Nos metemos en problemas cada vez que lo hacemos.

—No estoy aquí para causarlos. Te lo prometo, no lo estoy. Vine a disculparme. Durante un tiempo, no me di cuenta de por qué actuaste como lo hiciste. No lo entendía. Pensé que decías que no, porque realmente no me amabas.

—Entonces, ¿qué te hizo cambiar de idea?

—Hay otro tipo en el equipo que es gay. Él no sabía que yo lo era, pero yo si sabía de él. Realmente se sorprendió cuando se enteró de que yo también era gay. Me acerqué a él y le hablé de lo que pasó en Nueva York. Me explicó por qué reaccionaste como lo hiciste y qué era lo que estabas tratando de decirme. Ahora lo entiendo. Solo quería decirte que lo siento, y también quiero darte una noticia.

El Juego de los Corazones Ardientes » l.sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora